Alberto Pradilla
Alberto Pradilla

El Borbón y los argumentos del nacionalismo español

El Borbón senior, Don Juan Carlos para los cortesanos, constituye la metáfora perfecta del régimen político español: ajado, con apariencia de arrastrar más años de los que tiene, salpicado por escándalos, que puede caer cuando menos te lo esperas pero agasajado por corrillos de súbditos a los que beneficia que nada cambie. También con su carta de hoy aunque, en este caso, por motivos que a él le llenarán de orgullo y satisfacción.

No contentos con sus cada año más ininteligibles mensajes navideños, el monarca hispano se dirige ahora a quienes considera sus vasallos mediante el género epistolar, quizás mucho más adecuado a sus graves dificultades de vocalización. En mi opinión, eso de que el representante de una institución feudal hable con toda su real soberbia evidencia el carácter de la democracia española. En otros estados cercanos, ciertos personajes históricos cortaron por lo sano ante situaciones similares. Sin embargo, no parece que esto ocurra en un corto plazo en el Estado español. No olvidemos que hace no tanto, buena parte de su corte político-mediática salió a aplaudir la gracia del "por qué no te callas" a Hugo Chávez. ¿Para qué plantearse el hecho de que el Borbón ostenta un cargo designado a dedo por Franco y que se transmite por vía hereditaria y que Chávez es el presidente electo de Venezuela? Así es la democracia según la entienden las élites españolas.

Al igual que entonces, la carta del Borbón y su postura hacia las demandas soberanistas sí que son representativas de la falta de argumentos democráticos de importantes sectores dentro del arco político español. Su referencia a "dividir fuerzas, alentar disensiones, perseguir quimeras, ahondar heridas" simboliza exactamente la posición que han mantenido la práctica totalidad de portavoces (nacionalistas) españoles ante reivindicaciones como la exigida durante la histórica manifestación de la Diada.

Derecha y progresismo español comparten el desprecio más absoluto y la negación más cerril al reto de abordar una cuestión simple: que existe un importante porcentaje de las sociedades vasca y catalana que son partidarios de dejar de formar parte del Estado español y emprender su propio camino. Sus formas son distintas, pero el contenido es el mismo. Estos son algunos de los argumentos:

- Ridiculizar: O hacer ver que "la nación" no está para "aventuras". Obviamente, la nación es la suya, la de los españoles. Lo otro son "quimeras".

- Imponer: La Constitución y sus santísimos atributos se encargan de recordar a los sediciosos que no cabe su propuesta. Es decir, se puede plantear cualquier posición política en hipotético pero no llevarla a cabo.

- Trampas lingüísticas: Se muestra disposición al "diálogo" siempre y cuando no sea para "romper". Esto viene a señalar: hablaré contigo hasta que me des la razón y renuncies a tus planteamientos. En caso contrario, no hay más que discutir.

- Paternalismo: Expresado a través repentina preocupación del nacionalismo español por el futuro de los pueblos que quieren escoger su destino y su viabilidad económica. Pregunta clave: "¿Dónde iría Catalunya (o Euskal Herria) sin España?"

 - Insolidaridad: Es insolidario reivindicar la autodeterminación pero no lo es oponerse a ella porque, obviamente, los valores españoles son muchísimo más universales que los vascos o catalanes.

Una compañera catalana resumió la respuesta hispana la manifestaciónd de Barcelona con un ilustrativo "no se enteran de nada".

Yo le sumaría un interrogante: ¿tanto miedo tienen a preguntar a la ciudadanía y respetar lo que esta decida?

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