El subsecretario de Economía del Gobierno italiano, Claudio Durigon, se ha visto obligado a dimitir tras proponer cambiar el nombre de un parque del sur de Roma por el de Arnaldo Mussolini, hermano del dictador. Durigon milita en las filas de la Liga Norte de Matteo Salvini y era uno de los altos cargos de la cartera de Economía. El resto de fuerzas políticas italianas amenazaban con una moción de censura si el espacio público era rotulado con un colaborador de la dictadura fascista.

En España, el ayuntamiento de la capital del Reino, ayudado por el Tribunal Superior de Justicia de Madrid a petición de la Fundación Francisco Franco, restituye el nombre de General Millán-Astray para una de sus calles. No hace muchos meses, a través de los llamados medios de comunicación, nos hacían partícipes de la noticia que España forma parte del grupo de los 20 países con «democracia plena» mientras que Italia estaba entre los países de «democracia imperfecta».

Claro que existen claras diferencias en las transiciones de una dictadura a una democracia formal entre Italia y España. En Italia se colgó al Duce por los pies come un maiale (cerdo) que era, eso fue su acto fundacional democrático mientras que por estos lares, el Caudillo de España por la gracia de Dios que regentó la dictadura nacional-católica durante cuarenta años moría en la cama entre «heces sangrantes con forma de melena». Esas heces constituyeron la democracia plena española.

Y por eso, entre otras cosas, un individuo de la catadura moral de un necrófilo como Millán-Astray tiene una calle dedicada en la capital del Reino de España al igual que los voluntarios alistados en la División Azul para unirse a las fuerzas nazis del tercer Reich de Adolf Hitler. Quien, por cierto, tampoco murió en la cama.

Lo de los tribunales de justicia españoles sería de juzgado de guardia si no fueran ellos mismos, los conformados por hijos de los que ganaron la guerra, partícipes de la Dictadura.