Acabaron las fiestas de la gloriosa ciudad y el alcalde ha dicho que han sido unos «Sanfermines maravillosos», «iba a decir los mejores de la Historia pero igual es excesivamente positivo». No se corte Don Enrique, al fin y al cabo acostumbrados estamos a que sus juicios sobre la realidad sean excesivamente excesivos. Lo mejor, las barras de la Plaza del Castillo, «un acierto enorme, sin paliativos. Ha sido de matrícula de honor, el punto neurálgico de la fiesta». Y con música continua de DJs. De todo tipo de la música que ejecutan los DJs. Pinchar le dicen. Que a veces uno, con tanto pinchazo, está deseando que entren a matar y acabar con el maltrato de los osículos auditivos. Punto neurasténico más bien podría llamarse. Cosas mías propias de la edad.

O sea, que el balance de los Sanfermines de 2022 oscila entre lo magnífico, lo excelente, lo maravilloso y lo óptimo. El alcalde se ha superado así mismo, arriesgando y no repitiendo éxitos pasados como el concurso internacional de hípica. Hubiese sido lo fácil, pero el espíritu emprendedor de Enrique no tiene límites. Neutralizados los diferentes colectivos desafectos con la política municipal de NA+ y otros vinculados a la migración al negarles espacio público por la vía de condenarlos al extrarradio festivo. A disfrutar.

¿Y la espectacular actuación anunciada por él durante meses que sorprendería a todo el orbe cristiano? Pues claro que sí, Camela: «Sueño contigo ¿Qué me has dado? Sin tu cariño no me habría enamorado».

Pero algo empañaron los mejores sanfermines de la Historia ideados por el mejor alcalde de la Historia: la actuación de los de siempre. Lo denunciaban el apolíneo García Adanero y el dionisíaco Sayas en el Congreso: ETA no se ha disuelto, existe y ha acudido a la procesión de San Fermín. Los que en la Curia pedían al obispo devolver lo robado en las inmatriculaciones, los que gritaban contra las políticas municipales de UPN y contra la complicidad del PSN, los que respondieron a la violencia policial, todos eran de ETA. Hasta el Caravinagre.