Paradójicamente, en estos anhelados días donde la cadencia de nuestro existir fuera de la tortura del trabajo debiera ser más lenta y pausada o, lo que es lo mismo, más autónoma y pensada, por el contrario se vuelve ávida de inmediatez. De una inmediatez repetitiva que nos dé la seguridad de lo conocido. Nada al azar, sería pérdida de tiempo. El consumo de lo mismo. Si mientras trabajamos no somos sino que estamos, cuando vacacionamos seguimos sin ser.
La visión cada mañana, en muchas playas del litoral mediterráneo, de centenares de sujetos entrados en años, al alba, corriendo por la arena como posesos, pertrechados de hamacas, flotadores y sombrilla para clavar la sombrilla cual marines en Iwo Jima para establecer y defender de otros posesos el metro cuadrado de cabeza de playa conquistado hace llorar todas las mañanas al pobre Darwin en su tumba. Mejor no haber bajado de los árboles y seguir despiojándonos y oliéndonos los culos unos a otros. Mucho más creativo y civilizado.
Vuelve la Liga y los talibanes, “Freedom Fighters” (Luchadores por la Libertad) como los llamaba la Administración Reagan al tiempo que los armaba, entrenaba y les dedicaba el lanzamiento de la nave Columbia, los talibanes, digo, a punto de entrar en Kabul. Fútbol y Religión; liga y religare qué curioso parecido.
