Francia soy yo y Brigitte Bardot, dicen que aseguró una vez el general De Gaulle. Si alguna vez fue cierto, ahora mismo lo único cierto es que es la ideología filofascista del mariscal Pétain, su adversario más degradado, la que se refleja en el espejo de la actualidad francesa. Aquel patria, trabajo y familia que abanderó el régimen de Vichy colaborador del nazismo se repite en boca del RN, un partido que obtiene cada vez más éxito a pesar de que su presidenta deba afrontar en pocos días el juicio de apelación con el que pretende evitar la condena de cinco años de inhabilitación, cuatro años de prisión −de los cuales dos bajo vigilancia electrónica− y una multa de 100.000 euros por malversación de fondos públicos. Francia soy yo y Brigitte Bardot, podría resumir la propia Marine Le Pen, si no fuera porque la actriz, «increíblemente francesa, libre, indomable, íntegra», acaba de estirar la pata después de tantos años estirando el brazo como saludo a los animales que tanto amó y como advertencia a los inmigrantes, especialmente musulmanes, que tanto detestó y que le llevó a ser condenada por incitación al odio racial. La que fuera actriz e icónica Juana de Arco del siglo XX según la extrema derecha, ha muerto un 28 de diciembre, pero para disgusto del general De Gaulle, lejos de toda santidad y de cualquier inocencia.