Iñaki Lekuona
Iñaki Lekuona
Irakaslea

Pascua

No hay agua bendita que purifique esto, porque a la izquierda cainita no la salva ni el Espíritu Santo y a la vista está que Macron y la derecha republicana no están ni como para ganar al Monopoly

Con un papa llamando a un reparto más equitativo de la vacuna está claro que este tipo cree en Dios. Como si su santísima, representante del altísimo en la Tierra del Capital, hubiera nacido ayer. Eso se lo explica en un tris Macron, supuesto socialista reconvertido a la fe del mercado por la gracia de dos, que no lo hay sin tres. Y así, Emmanuel, Manu para los amigos y los irreverentes, ha bendecido un tercer confinamiento esperando a que se obre el milagro del agua en vino, a ver si desde estas fechas de Pascua hasta las de Ramos los datos mejoran, no tanto los del covid, que también, sino los de los sondeos que le sitúan todavía detrás de la candidata de la extrema derecha, satanás Le Pen, cada vez menos demonio para los electores franceses que buscan respuestas demoníacamente fáciles a la endiablada complejidad de la vida.

No hay agua bendita que purifique esto, porque a la izquierda cainita no la salva ni el Espíritu Santo y a la vista está que Macron y la derecha republicana no están ni como para ganar al Monopoly. Y eso que los miles de franceses que han salido de sus ciudades para confinarse en la periferia tienen una deuda con él; pero no ha calculado que los que les han recibido, máscara en boca, son millones. Matemática pura. Y a esto no hay vacuna que le haga frente. Macron está a un paso de la excomunión y Francia cada vez más cerca del infierno. Toda una pascua. 

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