Paseo con mi amiga Lucía al atardecer por las murallas de Iruñea, enhebradas, en animada cháchara. Está embarazada y feliz por estarlo, pero a lo único que tiene miedo es al parto. Suele pasar, lo del miedo, suele pasar en nuestro contexto: la feminidad occidental es un género terrorífico. Parirás con dolor, nos ha llegado como una condena bíblica, aunque antes de convertirse en condena, fue mito, fue descripción.La causa primigenia por el que las humanas tienen más dificultades para dar a luz tiene que ver precisamente con el origen de nuestra especie: al ponernos de pie para agarrar con nuestras patas delanteras esos palos y esas piedras, nuestras primeras tecnologías, se nos estrechó el canal uterino. El patriarcado comenzó como un intercambio de mujeres entre las familias que habían acumulado más excedentes para asegurarse que su riqueza no se repartiera. Y de ahí pasaron del «parirás con dolor» al «os haremos parir con mucho más dolor».Acabo de descubrir a Hagnódice, considerada la primera ginecóloga en la Historia occidental. Vivió en Atenas en el siglo IV antes de Cristo, claro que ella no tenía ni idea de quién era Cristo. Quería evitar que las parturientas sufrieran tanto, pero los señoros que mandaban habían prohibido a las mujeres ejercer la medicina al descubrir que practicaban abortos. Lo de siempre en el patriarcado. Tras licenciarse con notazas en Alejandría, Hagnódice regresó a su ciudad y se hizo pasar por hombre. Tenía tanto éxito por su buen trato con las embarazadas que sus colegas, envidiosos, inventaron que abusaba de ellas. En el juicio se desnudó para demostrar que no era un violador, y entonces fue condenada a muerte por ser una mujer médica. Pero una multitud de tías protestó frente al tribunal, y lograron no solo salvarla, sino también que se revirtiera la prohibición. ¡La qué liarían! Sintamos su aliento en nuestra actual revuelta contra la terrible violencia obstétrica. Veinticuatro siglos peleando para que no nos maltraten al parir, ¡hasta el coño ya!