Josephine Baker animando el cementerio

La afro-cyborg le repite que no está en una cárcel: a dónde deseas ir, nómbralo. Quién deseas ser, nómbralo. Hippolyta grita: ¡quiero estar bailando en París con Josephine Baker! Y así, de repente, esa astrónoma negra que nunca pudo ser astrónoma, furiosa consigo misma por haberse dejado empequeñecer por los blancos, salta desde la asfixia y el terror de los Estados Unidos segregados de los cincuenta al escenario de un cabaré: arranca el charlestón. No se sabe los pasos y tropieza con las demás coristas, pero está extasiada. Y casi desnuda, como todas. Y aparece ella, la mujer más fotografiada en los locos años veinte. Con su coreografía tan sexy como cómica y vindicativa, la artista y activista racializada que bailaba sobre un tambor cubierta solo por una falda de bananas. Josephine Baker la acoge, y le pregunta qué va a hacer con tanta rabia. Hippolyta se planta intrépida a comandar uno de los batallones de mujeres africanas que resistieron a la colonización europea. Se vuelve tan fortísima como es. Esto y mucho más sucede en la mejor serie que he visto en tiempo, "Territorio Lovecraft". Donde el racismo da más miedo que los monstruos. Y Nina Simone canta ritualmente que las pecadoras en este mundo, las perseguidas, no parecen tener refugio. Bueno sí, la lucha. No puedo dejar de escuchar su "Sinnerman".

Acaban de anunciar que Josephine Baker será la sexta mujer admitida entre los grandes hombres del Panteón francés. Ella, nacida negra y pobrísima en Missouri en 1906, agitó el Renacimiento del Harlem, huyó de la violencia racista yanki para triunfar en los mejores cabarés de París, obsesionó a medio mundo, las blancas se untaban aceite de nueces para parecerse a ella, batalló contra los nazis y fue espía durante la Segunda Guerra Mundial, lideró las luchas contra el racismo en su país en los sesenta, fue profundamente feminista... Estoy deseando que la séptima invitada al Panteón sea Olympe de Gouges, una de mis despotenciadas favoritas. Demasiado fiera hasta después de muerta. Las imagino por las noches liándola parda entre tantos grandes hombres.

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