Afortunadamente, la noticia infame me llegó rumbo al Very Bad Mother, un festival feminista punk que se celebra cada dos años en una aldea bretona. Fue mucho mejor recibirla entre queers. Me refiero a la sentencia del Tribunal Supremo del Reino Unido: mujer es solamente mujer biológica. Enfatizaron que se trata de una evidencia que ni debería tener que ser aclarada. Es curioso que algo tan supuestamente prístino se enuncie de una manera tan fácil de cuestionar. Si las mujeres trans no son biológicas, qué son, ¿robóticas? Queridas travestis mías, si os pincho la próxima vez que nos veamos será por pura curiosidad científica, para ver si sangráis.Hemos llegado a este embrollo porque una avanzadilla feminista muy privilegiada decidió retroceder en la estrategia que emprendimos a mediados del siglo pasado al señalar el género como algo construido socialmente, por tanto, transformable. Volvemos a la biología, o mejor dicho, a una esencialización de la biología. Un camino de vuelta muy peligroso en el que las extremas derechas se frotan las manos.Las miro alzando sus manos en señal de victoria, más que sonrientes, eufóricas, porque han logrado expulsar a las mujeres trans de la categoría mujer. Acaban de echar del patio a empellones a las niñas más vulnerables delante de todo el colegio, están exultantes. Brindan con espumoso frente al tribunal, aseguran que a partir de ahora y gracias a su gesta, estaremos más seguras todas nosotras. Quiero decir, todas las que seguiremos siendo reconocidas como mujeres, la inmensísima mayoría de nosotras. Por cierto, yo no hice nada para ser reconocida como mujer, simplemente nací en un mundo obsesivamente binario. En el festival de Tregon donde pasé esos días, organizaron un encuentro fuera del programa para hablar de esta encrucijada. Una chica trans preciosa llamada Ana me dijo que fue hermoso conversar, que igual había mujeres reticentes de antemano con diluirnos tanto, pero que se escucharon. Igual es lo que nos falta, volver a escucharnos con amor y sin prisa.