Itziar Ziga
Itziar Ziga
Una exrubia muy ilegal

Las zorras asaltan el cielo

Ni las iraníes aceptaron el velo sin rebelarse ni nosotras acatamos la discreción sexual por el qué dirán.

Hace treinta años publiqué un libro llamado “S.E.X.” que incluía fotos de hombres besando a otros hombres, mujeres besando a mujeres y yo misma besando a todo el mundo. En él, también escribí sobre mis fantasías sexuales y compartí mi punto de vista sobre la sexualidad de forma irónica. Me pasé los años siguientes siendo entrevistada por gente estrecha de miras que intentaba avergonzarme por empoderarme como mujer. Me llamaron puta, bruja, hereje y diabólica. Ahora Cardi B canta sobre su coño, Kim Kardashian puede aparecer en cualquier portada enseñando el culo y Miley Cyrus puede correrse como una bola de demolición. «De nada, perras». Habla la diosa Madonna.

Cardi B: caribeña del Bronx, barriobajerísima, cajera de un súper del que la echaron, pandillera chunga maltratada por un novio, estriper, ladrona, prostituta, polioperada en los peores y en los mejores centros estéticos, madre también, feminista perdida, nº1 desde su primer temazo «Bodak Yellow». «Soy una persona muy sexual y amo mi coño. Me gusta rapear sobre él. No le hago mal a nadie con ello». No, cariño, y bien que les respondes si intentan avergonzarte. Aunque a ti ya nadie te tose: nos hemos defendido juntas feministamente como leonas.

Hace nada descubrí que durante la dictadura, si te sorprendían de madrugada en un bar o follando fuera del matrimonio, podían encarcelarte en instituciones religiosas durante ocho años. Había un atroz organismo llamado Patronato destinado a «redimir a las descarriadas, caídas o en riesgo de caer». Solo en 1965 mantuvo cautivas a 41.355 mujeres en el Estado: así lo ha revelado la historiadora Carmen Guillén. Lo primero que te hacían al llevarte presa a Madrid era una inspección vaginal para clasificarte como «completa» o «no completa».

Ni las iraníes aceptaron el velo sin rebelarse, ni nosotras acatamos la discreción sexual por el qué dirán. Concluyo con la misma renacida con quien empecé aquí este año, Monica Lewinsky. «Hay algo que sé con certeza: lo que me ha permitido cambiar es saber que ya no estoy sola. Y por eso estoy agradecida».

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