A veces creo que somos imbéciles o que mentimos deliberadamente con tal de alcanzar un objetivo. El objetivo puede ser que te miren, que te compren lo que has venido a vender o encajar. Me vais a perdonar pero os reísteis de Melody (con razón) por decir que ella arte sí, política no (cuando le preguntaban por Eurovisión dada la vinculación del programa con el estado genocida de Israel), pero le estáis comiendo el coño a la Rosi por hacer exactamente lo mismo. Es decir, «no meterse en política». ¿La de que no posicionarse es posicionarse con quien tiene el poder nos la sabemos o todavía no? Claro, pero la de la aureola es mucho más cool. La primera os recuerda todo lo que odiáis, la segunda todo lo que aspiráis a ser. Entre las propuestas artísticas de ambas hay brechas infinitas, diréis, sí, pero, ¿ahora vamos a separar a la artista de la obra? Es por situarme. Volviendo a casa, hace tiempo que siento una perversión instalada en nuestra piel y la odio con mis carnes. Entiendo que os encante ella y que os importe poco que os meta el catolicismo y la señora fregando y el celibato por las venas porque en realidad algunas sois lo mismo. Robáis estética y palabras clave de vuestras abuelas punks o feministas para no decir nada en absoluto, callaros y esconderos cuando toca mover el culo por una causa que importa y sacar la bandera de la misma causa cuando lo que os trae es capital social aplausos y contenido para seguir vendiendo entradas. Se trata de parecer transgresora y no serlo en absoluto. Se trata de imagen sin contenido. Sois una camiseta de Zara que reza "I am feminist", sois un póster del Che en una tienda de Malasaña y sois una mala copia de vuestra artista tibia idolatrada. Si Simone Weil levantara la cabeza os comíais una buena ostia y no de las que os estáis metiendo por el culo últimamente. Dicho esto, mis respetos a las que luchan, como pueden. Yo estoy contenta y esperanzada con Musikariak Palestinarekin, porque me han devuelto la fe. Veo pasado, presente y sobre todo futuro. De repente.