Ainhoa Güemes eta Zaloa Basabe Blog
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La libertad como conquista: límites y mutilaciones intelectuales

Ainhoa Güemes

 

El ejercicio de la libertad se basa, en gran medida, en la afirmación de que los sujetos estamos autorizados a reclamar derechos de autonomía sobre nuestros cuerpos. Pierre Bourdieu, en su análisis sobre la génesis y la estructura del campo literario, nos introduce en los tres estados del mismo, e identifica, en la fase crítica de la emergencia de dicho campo, la importancia de la conquista de la autonomía, la cual relaciona con el descubrimiento de los principios, a veces olvidados, o abjurados, de la libertad intelectual. En un intento por reconstruir el punto de vista de Flaubert y Baudelaire, quienes, en su opinión, contribuyeron a la constitución del campo literario como un mundo aparte, sujeto a sus propias leyes, Bourdieu insiste en la posibilidad real de situarse en los orígenes de un mundo, de un espacio social, cuyo funcionamiento se nos ha hecho tan familiar que las regularidades y las reglas que lo gobiernan se nos escapan. Es decir, el ejercicio de libertad se basaría precisamente en la conquista de la autonomía con el objetivo de poner al descubierto las tripas de un cuerpo teórico de reglas que determinan y limitan nuestro comportamiento intelectual.

Bourdieu nos incita a volver a los tiempos heroicos de la lucha por la independencia en los que, frente a una represión que se ejerce con toda su brutalidad (especialmente en los juicios), las virtudes de sublevación y de resistencia tienen que afirmarse con toda claridad, y por esa vía, redescubrir los principios de la libertad intelectual. En la segunda mitad del s.XIX, favorecidos por la expansión del Segundo Imperio, los industriales y comerciales de fortunas colosales hacen triunfar en toda la sociedad los poderes del dinero, por desgracia, hacen triunfar una visión del mundo que resulta profundamente hostil a los asuntos del intelecto. Bourdieu centra su estudio en la instauración de los estrechos vínculos entre el mundo político y el mundo económico, y en los efectos que estos vínculos tienen sobre la práctica artística.

Algunos escritores y artistas de la bohemia se rebelan con violencia contra los triunfos de la burguesía, se sublevan contra los nuevos ricos sin cultura que ejercen un dominio directo sobre el campo literario y artístico. Quienes ostentan el poder político tratan de imponer su visión a los artistas y de apropiarse de la consagración y de la legitimación de que éstos gozan. No es de extrañar, que quienes se sitúan fuera de esta cadena, los excluidos y los proscritos (Baudelaire en primera fila) sean juzgados o ignorados. Bourdieu nos dice que las vías de la dominación, como las vías de la autonomía, son complejas, cuando no impenetrables. La dominación es un bloque rígido, en apariencia inquebrantable. Sin duda, su análisis nos muestra los límites y las mutilaciones intelectuales a los que la libertad está expuesta.

 

     Chaouen. Siglo XXI. Una chica marroquí observa desde la ventana a un grupo de lesbianas en proceso de transgenerización, biomujeres blancas y occidentales, que caminan hacia la puerta de una pastelería. Viajan desde Europa. Han pasado la frontera polvorienta de Ceuta con el pasaporte en regla. Y como el poeta maldito, a primera hora de la mañana, a la hora del desayuno, se disponen a comer un trozo de pan o de pastel, y sacan de sus bolsillos una taza de cuero y un frasco de cierto elixir que los farmacéuticos suelen vender a los turistas, para mezclarlo, llegada la ocasión, con agua de nieve.

 Llueve incesantemente, ríos de agua bajan del monte cubriendo las calles de la Medina. Las lesbianas europeas se disponen a entrar en el establecimiento. Pero un ruido muy leve les hace levantar los ojos. Ante ellas se encuentra una chica marroquí, cuyos ojos las observan con curiosidad durante largo tiempo. Ya acomodadas en una mesa de la pastelería, junto a la cristalera con vistas a la casa desde donde las observa la chica joven, le saludan y le invitan a bajar. Pero ella se oculta detrás de la ventana como si hubiese temido la oferta. La grandeza y la nobleza de aquella mujer joven se instalan en ellas, las recorre.

 Algo profundo de ella se comunica sin duda en aquel momento. Los corazones quedan debilitados y disminuidos al comprender la razón por la que ella no puede bajar al lugar donde ellas están; ni ellas subir al lugar donde vive o trabaja. Ha pasado sobre todas ellas la sombra de una nube como el reflejo de la capa de un gigante aéreo que volara cruzando el cielo. Sensación solemne y rara, causada por el gran movimiento perfectamente silencioso de aquel cruce de miradas. Tal espectáculo llena de bruma el paisaje. Permanecen mucho tiempo tristes, inquietas, pensando en el uso legítimo de la violencia contra los ejércitos de hombres armados que esclavizan a las mujeres y les impiden vivir en libertad.

 

Charles Baudelaire nos dice irónicamente en sus versos, que en paz perfecta consigo mismo y con el universo; en su perfecta beatitud y en su total olvido de todo el mal terrestre, había llegado a no encontrar ridículos a los periódicos que pretenden que el hombre nació bueno: “Ese hombre, el monstruo aquel, el que grita a voz en cuello, con un garrote en la mano. Ha encadenado a su mujer legítima como a un animal, y la va enseñando por las barriadas, los días de feria, con licencia de los magistrados; no faltaba más”. La bohemia a la que el autor de Las flores del mal perteneció, inventó un arte de vivir, especie de resistencia cotidiana que condujo a la afirmación progresiva de la misma. Bourdieu apunta que en la fase heroica de la conquista de la autonomía, la ruptura ética es siempre, como queda patente con Baudelaire, una dimensión fundamental de todas las rupturas estéticas.

Pero, contra quienes ostentan el poder, no son suficientes la indignación, la sublevación o el desprecio, ya que como principios negativos, contingentes y coyunturales, dependen demasiado directamente de las disposiciones y de las virtudes singulares de las personas. Unas prácticas perdurablemente libres de las presiones de los poderes temporales sólo son posibles, afirma Bourdieu, si son capaces de basarse no en las tendencias fluctuantes del estado de ánimo o en las resoluciones voluntaristas de la moralidad, sino en la necesidad misma de un universo social que tiene como ley fundamental, como nomos, la independencia respecto a los poderes económicos y políticos. Luego, si contra el poder de los opresores, no son suficientes los sentimientos que como la tristeza, o la indignación, debilitan y desbordan nuestros corazones afectados, ¿cuáles son las acciones liberadoras que debemos llevar a cabo contra aquellos que nos oprimen?

 

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