Ainhoa Güemes eta Zaloa Basabe Blog
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Mis queridas recortadas

Zaloa Basabe

 Las escopetas recortadas tienen entre sus características ser pequeñas, sencillas de maniobrar y fáciles de ocultar.

 Pequeñas sencillas y fáciles de ocultar son consideradas también las labores de cuidados que la mayoría de las mujeres desempeñan de manera gratuita. Mis queridas recortadas son estas mujeres que sufren los recortes de una manera muy dolorosa y cuyas consecuencias traerán un gran retroceso a las ya de por sí insificientes medidas de conciliación laboral, muy pocas veces acompañadas de una corresponsabilidad real.

El todavía presidente del PP de Andalucía, Javier Arenas, declaró en unas palabras que incendiaron las redes sociales, siendo su efecto no más duradero que el humo de un cigarro, que apoyaría todas las medidas relativas a la mujer que se pusieran en marcha desde el Gobierno de Madrid que persiguieran “recuperar los valores familiares que, desde que la mujer trabaja, se han perdido”.

 Que todas sepamos, la mujer siempre ha trabajado, pero entendemos que se refiere a su incorporación al mercado laboral. Con valores familiares, claro está se refiere a un tipo concreto de familia, la familia tradicional cristiana, madre de todos los traumas que con su hermetismo y política de puertas cerradas ha convertido en férrea y dificilmente salvable la barrera de lo público y lo privado. En el espacio público que Arenas tanto añora, el hombre desempeña sus labores porfesionales y despliega sus talentos mientras que en el privado la mujer realiza las labores que posibilitan que el hombre pueda hacer todo lo anterior, además de encargarse del mantenimiento de la casa y el cuidado de personas dependientes. En este espacio cerrado las relaciones son tan jerárquicas que un paso en falso de la parte más débil puede suponer una grave sanción que rara vez superará la frontera de lo privado (solo lo hará cuando sus consecuencias sean extremadamente dramáticas, es decir, difíciles de ocultar).

 A pesar de los deseos de Arenas, y de todos los Arenas peninsulares y continentales, y gracias a la lucha, entre otros pero fundamentalmente del movimiento feminista, la mujer accedió al mercado de trabajo (nunca en iguales condiciones que el hombre) pero, sin embargo, la superación de la frontera que separaba el ámbito privado del público no supuso para ellas la ruptura con la asunción de unos determiniados roles en el hogar. Su jornada laboral se volvió infinita, tan insoportable a nivel personal y social (solo sostenible económicamente, trabajar gratis es lo que tiene) que, nuevamente de la mano de los movimientos feministas, se planteó la necesidad de establecer medidas de conciliación que evidenciaran esta injusticia manifiesta, que pusiera en valor los trabajos no remunerados realizados en el hogar y que obligara a las administraciones a tomar medidas al respecto.

Cuando los pasos en esta dirección eran todavía pequeñitos y comenzábamos a detectar que mayoritariamente eran las mujeres quienes se acogían a estas medidas como si los cuidados (entre otros) “fueran solo con ellas”, nos encontramos con que la crisis económica se vuelve la excusa perfecta par frenar las incipientes políticas en materia de igualdad y para fortalecer, al mismo tiempo, el discurso machista que avala la opinión de que la mujer nunca debió salir de la cueva.

La crisis golpea de manera específica a las mujeres no solo despidiéndolas de sus puestos de trabajo (en los que rara vez consiguieron asumir cargos, prestigio social y valoración económica similar a sus compañeros), sino suponiendo un freno en la necesaria externalización (y profesionalización) de los cuidados, mermando así sus oportunidades para acceder en igualdad de condiciones al mercado laboral, poniendo en duda los logros conseguidos en décadas de lucha e invisibilizando el caracter estructural de la crisis capitalista que hizo de la diferencia (también entre sexos) el método óptimo para conseguir beneficios.

Mis queridas recortadas tienen ahora la oportunidad de hacer saltar por los aires la frontera que separa el ámbito “doméstico” del público ocupando las calles frente al sistema económico y financiero que nunca contó con ellas (así que de su declive, al menos, no podrán culparnos).

Como ellas, las escopetas recortadas, aunque de menor velocidad, tienen una gran dispersión de perdigones.

Poco a poco, sin perder el ritmo, y sin permitir un paso atrás las acciones y las reivindicaciones feministas tienen necesariamente que dispararse multidireccionalmente, adoptando nuevas formas y mostrando las consecuencias más ocultas de una crisis económica que golpea especialmente a quien ya había hecho vulnerable.

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