Ainhoa Güemes eta Zaloa Basabe Blog
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No queremos cohabitar, queremos el divorcio

Ainhoa Güemes

En una entrevista reciente, nuestra candidata a lehendakaritza, Laura Mintegi, habló claramente y sin rodeos de la necesidad de abandonar la casa del padre, ya que no queremos cohabitar con aquellos y aquellas que por activa y por pasiva nos niegan, nos reprimen y nos impiden actuar según nuestras convicciones y deseos. Mintegi dejó claro que la cohabitación no es ni posible ni deseable, que ante la evidencia de malos tratos ella quiere el divorcio. Deseamos una casa propia, una habitación propia.

Por su parte, los guardianes del orden y la ley, viejos abyectos que se empeñan en mantenernos paralizadas/os bajo su yugo mortífero en el estrecho marco del estado imperialista y de la sagrada familia universal (la cual se manifiesta en una secuencia edípico-castrante de estados patógenos), no dudan en echar mano de un gastado argumento, dicen: “Una Euskadi independiente es inviable en lo económico y está condenada a la ruina y al descalabro, sería una nueva Albania y una nueva Cuba”. Este argumento, por desgracia, se repite hasta el aburrimiento, y se escucha sobre todo ahora, en este tiempo de recesión económica y pérdida de derechos; se escucha además no solo en la escena macropolítica, sino en la privada, en la doméstica, en diferentes ámbitos y contextos, los señores patriarcas (maridos, jefes, jueces, moralistas y paternalistas todos ellos) lo esgrimen sin ningún pudor con la intención de seguir manteniéndonos bajo sus garras. No seamos benévolos con ellos, o nos acabarán arrancando la piel.

Nos dicen con carita de cordero degollado: “…dónde vais a estar mejor cuidados y más felices, dónde mejor protegidos que encerrados en esta preciosa jaula blindada”. Qué cínicos, arrogantes, hipócritas, ¿quién se cree ya esa ‘bonita’ mentira? No cabe esperar nada de fuerzas tan reactivas e inmovilizadoras, que obstruyen e impiden nuestro avance hacia la creación de una comunidad nueva, hacia la construcción de una nación donde el valor de la política sea la coalición, las intersecciones políticas y culturales conviviendo en divergencia. Diferentes matrices subversivas poniendo patas arriba las estructuras de dominación, desordenando los mandatos de clase, de etnia, de género. Esa es la Euskal Herria que queremos crear.

En respuesta a las acciones colonizadoras, a esas posturas imperializantes de apropiación dialéctica, solo cabe el divorcio: “No, no queremos nada de estos sinvergüenzas del paternalismo viril y castizo”. La ruptura del marco totalizador se está llevando a cabo por multiplicidades identitarias que revientan las hegemonías (heterosexual, reproductiva, capitalista), y desplazan la economía significante falogocéntrica. Así que en un futuro cercano, no les va a quedar más remedio que aceptar la ruptura, porque por suerte, la casa del padre se derrumba, ¡ay, qué placer contemplar la caída, la decadencia del gran soberano venido a menos!

No, no han conseguido domesticarnos, no nos han convencido de que en realidad les necesitamos. La activista lesbiana Monique Wittig decía que a muchas mujeres se les ha convencido de que en el fondo deseaban aquello que se les ha forzado a hacer, se han creído la retahíla de que son parte del contrato social que en realidad las excluye. Por eso hay quienes no se atreven a divorciarse, la represión es tal que por miedo más que por ingenuidad deja de ser consciente y se vuelve deseada. Artimañas, juego sucio, imágenes trucadas que hay que detectar y desenmascarar. Seamos como las esposas desertoras que se desvinculan del orden heteronormativo, y lo hacen una por una, con dignidad y valentía. Para ello, disponemos de una fortaleza colectiva extraordinaria, solo hay que ver y escuchar a Mintegi, directa, lúcida y creativa, disparando al centro de las posibilidades de liberación. Esta es la Euskal Herria que queremos.

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