Iñaki  Soto
Iñaki Soto
GARAko Zuzendaria / Director de GARA

Papel mojado

Hoy hemos tenido serios problemas en rotativa y, como consecuencia, a la hora que teníamos que estar en las calles el papel todavía estaba húmedo por la tinta, saliendo de la maldita máquina. Maldita, sí, porque nos está dando más problemas de la cuenta y porque hoy la hemos vuelto a maldecir. Pero también bendita, porque todos los días, gracias al esfuerzo primero de los redactores (y del resto de trabajadores de la casa) y posteriormente de los responsables de la impresión y el reparto, podemos estar presente en los kioskos.

El día comienza raro cuando el periódico no está allí, al menos para quienes todavía tenemos esa mezcla de necesidad y placer que nos provoca el diario, los diarios. Esa es al menos la sensación que yo suelo tener esos pocos días que por tradición no salimos a la venta. Pero lo de hoy era distinto, era consecuencia de un problema nuestro y, por supuesto, era mi responsabilidad. Ya hemos pedido disculpas, pero vuelvo a hacerlo, sobre todo a los trabajadores, pero también a los compradores. En un primer momento parecía tener difícil solución. Lo han logrado y, al final, para el mediodía los que hemos querido hemos logrado comprar esa extraña droga que, por otra parte, ya habíamos consultado en internet.

Pero no es lo mismo. No digo que sea mejor ni peor, sino que es distinto. No soy precisamente un nostálgico, no reniego de las nuevas tecnologías y soy plenamente consciente de que este negocio ha cambiado y va a cambiar más. De hecho, defiendo que no tenemos otra que la reconversión. Aspiro, eso sí, a conservar un soporte de papel distinto, algo parecido a lo que han sido, una década después de su práctica desaparición del mercado, los vinilos en la música. Quien comparta también ese otro vicio, sabrá perfectamente que el placer de deslizar la aguja sobre el plástico negro es algo muy especial. Distinto, insisto.

El caso es que el periódico de hoy era para mi especial por otra razón. En la foto de portada aparecían dos personas a las que conozco y aprecio personalmente, Patxi Arratibel "Xafan" y Miguel Ángel Llamas "Pitu", saliendo de la cárcel tras dos años. Es una bonita foto, en la que salen con sus escasas pertenencias en brazos y sonriendo. En las páginas interiores también aparecía Iker Moreno, a quien no conozco, pero a quien me une su padre, Txelui (sin amarillismos, please, mi madre y él comparten sociedad y mi tía profesión; e Iruñerria es una aldea). Su detención y encarcelamiento fueron, además de un atropello, un intento baldío por sacar a la izquierda abertzale del carril de su nueva estrategia. Una táctica de corto plazo que pronto quedó en papel mojado, pero que ha retenido a estos y a otros jóvenes más de dos años de su vida en la cárcel. El móvil de estas y otras detenciones de esa época era claro: los securócratas tenían esperanzas de poder generar un cisma dentro de la izquierda abertzale y, muy especialmente, de ETA. ¿Consecuencias de ese escenario? Que las calcule el lector, que ellos ya las calcularon y les parecía rentable.

El caso es que en esta pieza no quería hablar sobre política, sino sobre todo de la importancia que en días como hoy adquiere el periódico de papel, al menos para algunos. Supongo que las familias de los presos que liberaron ayer guardarán una copia del periódico de hoy que, al tiempo, encontrarán escondida en algún cajón. Creo que mi familia lo hizo cuando mi hermano salió de la cárcel. Yo lo hago con la edición de hoy.

Ongi etorri!

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