Dabid Lazkanoiturburu
Dabid Lazkanoiturburu
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Abramovich, oligarca judío y facilitador entre Rusia y Ucrania

Roman Abramovich nació en Saratov, sureste de Rusia, en la orilla derecha del Volga, cerca del Cáucaso, donde una minoría de etnia alemana se instaló en el siglo XVIII por invitación de la zarina rusa Catalina La Grande.

Nació en 1966 en el seno de una familia judía pobre (Abramovich, hijo de Abraham) y quedó huérfano cuando no había cumplido los tres años, quedando al cargo de sus abuelos.

Tras conocer penurias en carne propia, en  los ochenta y en plena Perestroika, el joven Abramovich creó una empresa de juguetes aprovechando la legalización de las empresas privadas, lo que le permitió posicionarse ante el imprevisible y a la postre anunciado como inevitable hundimiento de la URSS

Coaligado con el también oligarca Boris Berezovski, utilizó sus influencias para hacerse con una licencia de exportación de hidrocarburos, un verdadero maná en una Rusia que vendía sus riquezas a precio de saldo.

Cuando en 1995, el presidente ruso, Boris Yeltsin, estaba a punto de perder las elecciones por la gravísima crisis económica y la derrota en la primera guerra chechena, los oligarcas acudieron en su rescate para que no perdiera la presidencia a manos de los comunistas del PCFR.

Como contrapartida, lograron que  el bebedor compulsivo de vodka y bailarín al frente del Kremlin autorizara la mayor privatización de la historia a través de un plan de préstamos por acciones. Abramovich y Berezovski lograron, con triquiñuelas, un crédito de 100 millones de dólares para hacerse con el control de Sibneft, la mayor petrolera rusa.

Con Berezovski defenestrado, y ahorcado en Londres por desairar a Putin, Abramovich, miembro de la «Familia» de Yeltsin, supo olfatear los nuevos tiempos y se reconvirtió en el asesor para filtrar a los aspirantes a directivos de Putin tras su llegada al poder en 1999.

Cuando, en 2005, Putin decidió nacionalizar la producción de energía –mejor sería decir estatalizarla en su beneficio, personal y político, y en el de sus aliados–, vendió Sibneft a Gazprom por 9.000 millones de euros, lo que le convirtió en el hombre con más dinero líquido del mundo, y le permitió comprar el Chelsea y restregar sus yates y propiedades ante la envidia de la élite europea, no solo londinense.

Descendiente de judíos, como el presidente ucraniano, Volodimir Zelensky, y como tantos oligarcas rusos y ucranianos, Abramovich sabe mucho más de nazis y desnazificación que el paneslavo Putin. Y participa, desde el inicio, en las negociaciones entre ambos bandos. Lo hace como facilitador entre Rusia y Ucrania. Quizás en nombre de Israel. Y, seguro, en nombre de él mismo y de sus intereses. En Occidente.

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