Dabid Lazkanoiturburu
Dabid Lazkanoiturburu
Nazioartean espezializatutako erredaktorea

Cien días de guerra: Drama, fracaso y ¿prisas?

Los 100 días de guerra, esta vez en Europa, son la secuencia de un drama. Un drama  en primer lugar para la machacada población ucraniana, obligada a huir en masa y a defenderse con todos sus medios de la agresión, e incluida la olvidada población pro-rusa o rusófona –que no es lo mismo– del Donbas, en guerra desde hace la friolera de 2.920 días

Un drama en segundo lugar para la sufrida población rusa, que pierde a sus hijos en el campo de batalla y será la que, tarde o temprano, pagará a escote las sanciones internacionales.

Un drama para las poblaciones africanas y asiáticas hambrientas del trigo y los cereales de las tierras negras ucranianas –y rusas– y que, con una sequía sin precedentes, se asoma a una hambruna de dimensiones que pueden ser bíblicas.

Un drama, menor pero drama, también para las poblaciones occidentales que, como efecto boomerang de las sanciones y de la propia guerra, se asoman a una crisis –inflación, crisis de suministros– que puede hacer pequeña la de 1973.

Los 100 días son la constatación de un fracaso. Primero de Rusia y de su presidente, Vladimir Putin, primer responsable del desastre –pero no único–. No ha tumbado al Gobierno de Kiev ni ha logrado, en estos más de tres meses, un «éxito» –si así se le puede llamar– incontestable. Eso sí, ha «logrado» el realineamiento, prietas las filas, de Europa con la OTAN.

Un fracaso de la llamada «comunidad internacional», incapaz no ya de evitarla, sino de ponerle fin, secuestrada por agendas expansionistas como la de EEUU-OTAN, por ínfulas neo-imperiales rusas y por la determinación de China de convertirse en hegemónica en un nuevo orden mundial.

 (Todo fracaso tiene su némesis y el éxito es para el militarismo, en todas sus formas y negocios. EEUU rearma a Europa, y a Ucrania, a manos llenas. Rusia usa las armas que probó en Siria…)

Un fracaso, finalmente, para Ucrania, que está pagando con creces e injustamente –toda venganza en clave militar es injusta– la deriva anti-rusa y pan-ucrania en la que se metió tras el Maidan. Y que se desangra física, económica y territorialmente en una guerra que nunca podrá ganar –una potencia nuclear no puede ser derrotada– y que no ha perdido aún por su resistencia numantina y por el suministro creciente, pero calculado, de armamento occidental.

Lo que nos lleva a un tercer factor. Los tiempos y las prisas.

Mucho se ha elucubrado sobre los planes militares del Kremlin, pero a día de hoy, y no creo que se me haya escapado, no he oído a Putin concretarlos más allá del Donbass. Sobre otros oblast conquistados, como buena parte de Jerson y Zaporiya, los que han hablado son políticos de segunda línea.

Viene esto a colación de que ese mutismo sobre los objetivos impide valorar el factor temporal y las prisas.

Todo apunta a que tanto Rusia como sobre todo Ucrania la tenían en las primeras semanas para negociar un acuerdo sobre el Donbass, Crimea, garantías de seguridad… Pero, quizás por el revés de la ofensiva rusa sobre Kiev –que buscaba forzar un golpe de Estado– y por el «consejo» de EEUU, el presidente Zelensky pisó el freno.

Quien parece ahora tener prisa por completar el control del Donbass es Rusia. El creciente suministro de armamento pesado y de lanzamisiles por parte de Washington y otras capitales puede tener que ver con ello. Mientras tanto, Ucrania trata de resistir soñando con una contraofensiva en verano.

Y se suceden las informaciones sobre falta de suministros chinos en condiciones para los lanzacohetes Javelin ucranianos Made in USA, y de suministros de navegación franceses para los blindados rusos.

¿Lento pero imparable avance ruso? ¿Estancamiento?… Lo único claro es que ya se está alargando una guerra que habría que parar hoy mismo.

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