Dabid Lazkanoiturburu
Dabid Lazkanoiturburu
Nazioartean espezializatutako erredaktorea

El poder pide el tiempo que no le queda a Bouteflika (Argelia)

El tiempo del octogenario presidente Abdelaziz Bouteflika comenzó a menguar en 2005, cuando sufrió un cáncer de estómago –oficialmente una úlcera– y se acabó con el ictus que sufrió en 2013, y que le ha convertido en una «momia» –así le apoda la población argelina– en una silla de ruedas conducida por su hermano menor, Said.

De ahí que su anuncio de que no optará a un quinto mandato pero  que pese a ello pilotará un proceso de transición política suena pura farsa.

Es el poder, el régimen, el que, sorprendido por la tenacidad y transversalidad de las protestas, pretende ganar tiempo. Ya lo intentó hace una semana cuando hizo firmar a Bouteflika una carta en la que prometía reunir a una conferencia nacional y convocar comicios en un año.

Sorprende la estupidez de un régimen –no exclusiva del argelino– que, incapaz de consensuar un relevo mínimamente aceptable desde el interior, pretendió primero hacer reelegir a un moribundo e intenta ahora en nombre de este controlar un proceso en el que, lógicamente, intentará cambiar algo para que nada cambie.

La persistente movilización popular, protagonizada ayer otra vez por los estudiantes y los jóvenes, apunta a que no será fácil que los sectores de la población que han dicho «basta» se dejen engatusar otra vez por el gatopardismo.

Sin embargo, es evidente que el objetivo del guiño del poder es crear disensiones, o cuando menos dudas, en el seno de una movilización que, por naturaleza, no cuenta con un liderazgo claro.  Es la típica táctica dilatoria.

Habrá que esperar al cuarto viernes de la ira para atisbar si estamos ante un repliegue-victoria táctica del poder o si asistimos a un pulso de consecuencias imprevisibles. Que no solo apelaría a las cancillerías europeas sino más allá (o acá).

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