Dabid Lazkanoiturburu
Dabid Lazkanoiturburu
Nazioartean espezializatutako erredaktorea

Hacer de la debilidad virtud negociadora

Toda guerra acaba en una negociación,  para ponerle fin definitivo o para dejarla en sordina. Se negocian unas tablas, una ventaja estratégica para uno de los bandos, e incluso una victoria, y su reverso, la rendición. Y la guerra de Ucrania no será una excepción

Lo importante es cómo se llega al momento final de la negociación. Ambas partes tienen que llegar con la convicción de que ganan más cediendo en un acuerdo que lo que pueden perder si se niegan a firmarlo.

La parte ucraniana lleva semanas prodigándose en gestos y guiños. La renuncia explícita por parte del presidente Zelensky a entrar en la OTAN, una promesa alimentada por EEUU y Polonia, fue un paso en esa dirección.

En las anteriores rondas de contactos, tanto en la frontera bielorrusa como en Antalya (Turquía), Ucrania se mostró dispuesta a negociar la «desnazificación» y el reconocimiento del ruso como lengua cooficial, sobre todo en las zonas rusófonas del este. Los escollos insalvables eran la neutralidad sin condiciones que exigía Rusia a Ucrania y la cuestión del Donbass y de Crimea, anexionada a Moscú.

Las delegaciones reunidas ayer otra vez en la ciudad balneario turca del Mediterráneo parecen haber avanzado en ambos puntos, lo que resta valor a los anteriores puntos.

Kiev exige garantías de seguridad a cambio de su neutralidad y quiere implicar a una docena de países, desde EEUU a China pasando por Turquía y las potencias de la UE. Rusia parece dispuesta a que Ucrania entre en la UE, lo que le garantizaría una protección no comparable pero sobre el papel similar al artículo V del Tratado de la OTAN. El artículo 42.7 del Tratado de la UE estipula que «si un Estado miembro es objeto de una agresión armada. los demás le deberán ayuda y asistencia con todos los medios a su alcance».

Con casi 10 millones de ucranianos, entre migrantes y refugiados, dentro de sus fronteras, la pelota –o el papelón– pasa al tejado de la UE. Porque, a tenor de lo avanzado, Kiev renunciaría a incluir en el acuerdo a Crimea y al Donbass, lo que supone que se resigna, en principio temporalmente (15 años) pero con nulas posibilidades de regresión, a sus pretensiones territoriales sobre ambos enclaves.

Con este preacuerdo –con pinzas–, Rusia ratificaría sus anunciados planes de ir levantando el cerco sobre Kiev e incluso Chernigov y centrarse en el este. Con Mariupol (Donetsk), donde junto al frente en su provincia y en Lugansk está acuartelado el ultra batallón Azov, a punto de caer como ciudad arrasada, la duda reside en qué pasará con Nikolayev y, sobre todo con Odessa.

La lógica diría que Ucrania no firmaría un acuerdo renunciando a su salida al mar (Negro). A no ser que se viera obligada a ello por un incremento a todos los niveles de la ofensiva rusa. A no ser que se viera obligada a ello por una ofensiva rusa total. ¿Está Rusia por ello? ¿O ambas partes están ya lo suficientemente tocadas para ceder y reivindicar que han ganado? Lo sabremos pronto.

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