Los disturbios, y pogromos antichinos, seguían hoy viernes por tercer día consecutivo en las Islas Salomón, y se escuchaba fuego real en la capital, Honiara, aseguran que de advertencia para disperar a los manifestantes.
No es la primera vez que los chinos se convierten en chivo expiatorio en el conflicto étnico soterrado entre parte de la población autóctona de Guadalcanal y los habitantes de Malaita que emigraron a esa isla.
Esta vez la crisis tiene su origen en la negativa del gobierno local de la isla de Malaita a aceptar la retirada del reconocimiento a Taiwán, con la que mantiene estrechos lazos.
Pekín no debe estar muy contento. Pero China, cuyo chantaje forzó al Gobierno del archipiélago a romper con Taipei, no es el país de la paciencia estratégica de principios de siglo. Menos cuando ve cómo regresan a Salomón los soldados de Australia, que acaba de sellar la alianza militar AUKUS con EEUU y Gran Bretaña con submarinos nucleares como premio,
Sí, es cierto. Las Islas Salomón están allí, en la remota Oceanía. Pero hoy en día las distancias no existen. Y el Indo-Pacífico, la zona geopolítica más caliente del planeta, no queda nada lejos.
El primer ministro de Guadalupe asegura que potencias extranjeras contrarias a China están detrás de los disturbios.
Puede ser un intento de sacudirse su responsabilidad pero tampoco sería la primera vez. A los juegos geopolíticos y diplomáticos de unos y otros les importan poco las consecuencias.
Convendría que recordaran la historia, que nos muestra que basta una chispa para provocar un incendio devastador. En Oceanía, o donde sea. Es la engañosa trampa de las antípodas.
