Acosado por una desbandada general en su gobierno tras el enésimo escándalo del nombramiento, a sabiendas, de un parlamentario acusado de acoso sexual, Boris Johnson ha tirado la toalla, eso sí, pidiendo tiempo.
En este momentos la incógnita reside en saber si los próceres del Partido Conservador, posicionados ya en la carrera para sucederle, se lo han concedido, acaso para conjurar su amenaza, tan velada como desmentida, de convocar elecciones anticipadas como venganza a la traición de los suyos y para contraponerlas, negro sobre blanco, a la aplastante victoria que obtuvo en diciembre de 2019 para los tories, cuando logró arrebatar a los laboristas su histórico bastión del Cinturón Rojo.
Finalmente, se ha hecho a un lado, como hicieron sus predecesores, Theresa May en 2019, David Cameron antes, en 2016, Iain Duncan Smith en 2003 y Margaret Thatcher, entre lágrimas, en 1990.
Asistimos al final de la Odisea de Johnson, un admirador del mundo clasico, y en el fondo un europeísta, que se sumó al carro del sector tory que declaró la guerra a la depravada Troya, a la UE, por mantener secuestrada a Gran Bretaña (Helena).
Pero el traumático fin del interregno caótico de Johnson, laminado por tres años de escándalos, no despeja la disyuntiva histórica del Partido Conservador sobre su línea estratégica.
May fue dinamitada por Johnson y los brexiters por su tibieza negociadora con la UE. Cameron abandonó la vida política tras haber convocado un referéndum sobre el Brexit para zanjar el debate interno y que le salió rana tras la victoria del sí. Thatcher, la «Dama de Hierro», cayó por su negativa a un mayor acercamiento a la Unión Europea.
A johnson le han pesado sus escándalos y, sobre todo, puritanismo inglés, sus mentiras. Pero su marcha, siquiera aplazada, hace aflorar más preguntas que la relativa a la relación de Gran Bretaña con «el (resto del) Continente».
¿Qué hacer con un Reino cada vez más (des)Unido y con Escocia y el norte de Irlanda cada vez más lejos?
Y, más cerca en el tiempo, en puertas de una recesión económica global en plena postpandemia y por la guerra en Ucrania. Y johnson pide ahora tiempo.
