David Cameron dimitió en 2016 tras perder un referéndum, el del Brexit, que había convocado paradójicamente  para mantener a Gran Bretaña en la UE

Fue relevado por la pro-europea Theresa May, expulsada en 2019 del número 10 de Downing Street por haber alcanzado un acuerdo de salida con la UE que garantizaba el no restablecimiento de  la frontera entre el norte y el sur de Irlanda.

Le sucedió Boris Johnson, quien fuera corresponsal en la sede de la UE en Bruselas y que, tras su histriónica alcaldía de Londres, se convirtió a la fe brexiter.

.Pese a ello,  ya nombrado primer ministro,  no quiso, o no pudo, renegociar el protocolo de Irlanda, mientras dilapidaba su caudal político con una errática gestión de la pandemia que combinaba con orgías de alcohol en plenas restricciones gubernamentales.

Johnson, quien logró en poco tiempo hacer buena a May, fue destituido antes del verano por una revuelta interna y le sustituyó Liz Truss, cuyo draconiano programa de recorte de impuestos a los más ricos,  que se ha tenido que tragar por la más mínima lógica económica y por la presión de los mercados, convertía a Margaret Thatcher en poco menos que una activista socialdemócrata.

Truss trató de salvar el pellejo, sin éxito, destituyendo a su ministro de Finanzas y sustituyéndolo por Jeremy Hunt, a quien tildan de «May con pantalones», y quien suena, tras convertirse en la primer ministro más efímera de la historia del Reino ¿Unido? como posible rival en el liderazgo tory de ni más ni menos que ¡Boris Johnson!

La BBC no ha filmado hasta hoy una serie al mejor estilo del humor inglés que pueda emular semejante esperpento. Contiinuará.