Dabid Lazkanoiturburu
Dabid Lazkanoiturburu
Nazioartean espezializatutako erredaktorea

Tres errores de May para tres rechazos (Brexit)

Ni a la tercera. El acuerdo alcanzado por la primera ministra británica, Theresa May, con la Unión Europea para el Brexit cosechó ayer un nuevo y rotundo rechazo que a estas alturas ni siquiera queda atemperado por el hecho de que «solo» perdiera por 58 votos.

La inquilina saliente del número 10 de Downing Street podrá aducir que en las anteriores votaciones de mediados de enero y principios de marzo su propuesta perdió por 230 y 149 votos respectivamente.

Triste consuelo, cuando la propia May puso su cabeza en bandeja y ofreció a los brexiters, y a los unionistas del DUP, su dimisión a cambio de que se taparan la nariz y apoyaran su plan de salida «ordenada».

Los líderes Brexiters Boris Johnson y Jacob Rees-Mogg y la a exministra de Trabajo y Pensiones Esther McVey anunciaron ayer su voto a favor y lograron ayer arrastrar a medio centenar de diputados. A todas luces insuficientes, habida cuenta de que el tercer intento de May se quedó a 32 votos de lograr el aval del Parlamento.

La rotunda negativa de los 10 diputados del DUP ya había anticipado la práctica imposibilidad de sacar adelante el proyecto. Y es que los herederos del reverendo Ian Paisley aseguraron hace días que preferían una prórroga prácticamente sine die de la salida a un Brexit que haga efectiva la excepción irlandesa a fin de garantizar el no retorno de las frontera a la isla.

El esencialismo «Union Jack» del DUP sirvió ayer de argumento –y de coartada– para que otros tories brexiters se mantuvieran en el tercer no a May.

Seguro que la incombustible pero cada vez más quemada primera ministra se acuerda y arrepiente, todos los días, de la ocurrencia que tuvo al convocar elecciones anticipadas en junio de 2017, tras las que los conservadores no solo no apuntalaron sino que perdieron la cómoda mayoría absoluta de la que disfrutaban y quedaron absolutamente a merced de la formación ultraderechista, homófoba y antiabortista  dirigida por Arlene Foster. Un partido que tiene por bandera el odio a todo lo irlandés. Más británicos que los propios ingleses.

Pero no fue el adelanto electoral el primer y único error cometido por May. Quizás el primero fue el que, por ambición, le llevó a asumir la tarea de negociar un Brexit contra el que ella votó.

Esa circunstancia le ha forzado a buscar insistentemente el aval de los brexiters de su partido, poniéndoles en la tesitura de aceptar su plan o arriesgarse a que el Brexit termine por no hacerse efectivo.

Su estrategia se acabó de dar de bruces con la realidad ayer, 29 de marzo, paradójicamente la fecha marcada hace ya tres años para cumplir el mandato popular del referéndum del 23 de junio de 2016

Casi tres años en los que ha tenido sobrado tiempo para mostrar una mayor flexibilidad negociadora.

Fiarlo todo «ad intra» le ha dejado sin margen de maniobra alguna para sacudirse el marcaje brexiter e intentar negociar un Brexit ordenado con la oposición laborista. Ello le habría permitido quizás lograr el apoyo del Parlamento o, siquiera,  sacudirse  la presión y endosársela a sus rivales. Ni una ni otra. A la tercera.  

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