Dabid Lazkanoiturburu
Dabid Lazkanoiturburu
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Visita de alto voltaje de Pelosi a Taiwán

La visita a Taiwán de la presidenta de la Cámara de Representantes de EEUU, Nancy Pelosi, la primera de un cargo similar desde 1997 –cuando su antecesor, el republicano Newt Gingrich, llegó a la isla de la antigua Formosa– tiene una carga simbólica innegable. 

Y, contra los que sostienen que habría sido una iniciativa propia de la veterana parlamentaria demócrata pese a las reticencias de la Casa Blanca, forma parte de una estrategia de Estado, en la que se incluyen los recientes y recurrentes ¿patinazos? del inquilino de la Casa Blanca, Joe Biden, sobre la cuestión taiwanesa.

No es posible que una persona que detenta, después del presidente y la vicepresidenta, el tercer cargo institucional más importante en Washington, el de la presidencia de la cámara baja del Congreso, actúe por libre en una cuestión tan sensible. 

Porque, más allá de simbolismos, la visita reviste un carácter de altísimo voltaje. Y más en la actual coyuntura política mundial.

Llegamos aquí al que puede ser el nudo gordiano de semejante «afrenta», que la prensa china no ha dudado, exageradamente, en comparar con la Crisis de los Misiles en Cuba entre la URSS y EEUU.

Es indudable que la China de Xi Jinping, quien aspira en octubre de este año a eternizarse en el poder desde la secretaría general del PCCh, ha incrementado la presión sobre los territorios díscolos. Y, tras «reeducar» al pueblo uigur, su éxito al arramblar totalmente con la oposición pro-occidental en Hong Kong ha concentrado las miradas de Pekín en Taipei.

Pero el movimiento de piezas de EEUU  va más allá de una reacción. Y todo apunta a que Washington ha decidido, siquiera simbólicamente, poner en tela de juicio el principio de «una sola China» como castigo-advertencia a Pekín por su apoyo tácito o cómplice a la invasión por parte de Rusia de parte del territorio de Ucrania.

La incógnita reside en cómo reaccionarán los dirigentes chinos ante unos EEUU que llevan tiempo sellando alianzas geopolíticas (Aukus, Quad...) en la región.

Lo cierto es que Taiwán, y por extensión el Indo-Pacífico, se incorporan, si no lo estaban ya, a la creciente lista de puntos calientes de un planeta que arde, física, política y económicamente.

Y atención a los Balcanes, donde la disputa entre Kosovo y Serbia podría devenir renovado teatro de operaciones entre EEUU y Occidente, de un lado, y Rusia ¿y China?, de otro.

Abróchense los cinturones. Vienen curvas y no se atisban conductores dispuestos a pisar al freno.

 

 

 

 

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