Txisko  Fernandez
Txisko Fernandez

Transelectoral

Este comentario no pretende encontrar las claves para emitir un pronóstico acertado de lo que sucederá el 24 de mayo, sino abrir el abanico de los análisis que podremos leer y escuchar en cuanto se conozcan los resultados. Porque es probable que la misma noche electoral y durante las jornadas siguientes la mayoría de la gente se vea sometida a un bombardeo de titulares y tópicos que intenten tapar interesadamente la realidad. Para explicarlo gráficamente voy a tomar como ejemplo las pasadas elecciones británicas.

A estas alturas, todo el mundo “sabe” que los conservadores obtuvieron una aplastante victoria, que los laboristas sufrieron una catastrófica derrota y que, mientras los ultraderechistas del UKIP casi se quedan fuera del Parlamento con un 12% de los votos, los pérfidos nacionalistas escoceses sumaron medio centenar de escaños con apenas el 5% del total de las papeletas que fueron introducidas en las urnas el pasado 7 de mayo por ingleses, escoceses, galeses e irlandeses del norte.

Es cierto que los tories lograron más respaldo que el resto de formaciones políticas. El Partido Conservador cosechó más de once millones de votos, lo que supuso un incremento de casi un 5% respecto a los comicios anteriores, con un nivel de participación similar.

También es cierto que el Partido Laborista se quedó por debajo del porcentaje que le habían pronosticado la mayoría de las encuestas. Lo que ya resultará más “increíble” a estas alturas es el siguiente dato: los labs también recibieron más votos que hace cinco años, con un incremento del 8.6%; redondeando, 737.000 papeletas más.

En este punto conviene recordar que las encuestas apuntaban hacia un resultado muy ajustado, tanto que en muchos marcadores se colgó el abrazo a 34 entre conservadores y laboristas. ¿Saben cuál fue el resultado real? El Partido Conservador llegó hasta el 36,9% mientras que su gran rival se quedó en el 30,4%, con más de 9.300.000 votos.

Sí, por mucho que cueste “creer” en los hechos, esa es la diferencia de respaldo electoral que ha enviado al Partido Laborista al abismo político y mediático. Y no, no les han mentido quienes han colocado en grandes titulares que David Cameron cuenta con mayoría absoluta en la Cámara de los Comunes. Porque es cierto que, a partir de ahora, los tories ocuparán 331 de los 650 asientos de Wetsminster, mientras que los laboristas han visto reducido el espacio que ocupaban y se quedan con solo 232 escaños.

¿Entonces, el Partido Conservador ha obtenido más de la mitad de los escaños con poco más de un tercio de los votos? Pues, como las matemáticas no fallan, así ha sucedido. ¿Por qué? Pues, porque el sistema electoral británico es muy poco proporcional. Pero, como ese no es el objeto de esta reflexión, no abriremos aquí un debate sobre cuál es la forma más justa de elegir a los representantes de la ciudadanía.

De todas formas, pondré otro par de ejemplos de lo que sucedió el pasado jueves tras vaciar las urnas. En Escocia, el SNP se quedó con casi todos los escaños en juego, 56 de 59. Una aplastante victoria que, no obstante, tiene que conjugarse con el hecho de que se logró con el 50% de los votos, no con el 90%, mientras que los laboristas, con cerca de un 25%, solo conservaron 1 de los 41 escaños ganados en 2010.

También es poco probable que hayan tenido noticia del éxito del Partido Verde de Inglaterra y Gales, que ha pasado de menos de 300.000 votos a más de 1.100.000. ¿Saben cuántos escaños se han adjudicado? Solo uno.

En resumen, conviene ir preparándose para que la noche del día 24 no cojamos el sueño envueltos en mensajes irreales y que no nos despertemos al día siguiente escuchando afirmaciones interesadas que oculten la realidad. Porque, se ajusten más o menos a nuestras esperanzas, lo que cuentan son los hechos. Luego llegarán los pactos postelectorales y, quizás, los cambios de cromos.

Bueno, pues esto ha pretendido ser una aportación transelectoral, para rumiarla bien antes de que llegue el Día D.

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