Agustín GOIKOETXEA
Bilbo

La «tranquilidad» llegó al cesar la estrategia política de acoso

La palabra «tranquilidad» se repite en las valoraciones que alcalde y otros agentes efectúan de la presente Aste Nagusia. Nadie profundiza en la razón de esa calma tras años de convulsión, igual es porque algunos de quienes ahora se congratulan de esa «paz festiva» apoyaron una estrategia política de acoso cuyo ariete era el fallecido Iñaki Azkuna.

Es difícil remontarse en el tiempo para hallar una Aste Nagusia en que la polémica no estuviese instalada o que pudiese poner en peligro al carácter popular y participativo de las fiestas, o algunos de sus símbolos. Al poco de dar sus primeros pasos, el Ayuntamiento gobernado por el entonces alcalde jeltzale Ion Castañares trató de hacerse con el control de la organización, lo que acarreó el primer gran ``lunar'', ya que ni Marijaia acudió en 1980 al Botxo. Esta situación llevó al Gobierno municipal a reconsiderar su postura y reconocer la importancia del pueblo de Bilbo, representado en las comparsas, en la organización de sus fiestas.

En sus 36 ediciones no han sido fáciles las relaciones entre los representantes institucionales y las comparsas, los primeros siempre han tratado de ir restando protagonismo a Bilboko Konpartsak, aunque lo cierto es que la mayoría de los cambios que han enriquecido a Aste Nagusia no han salido de los despachos o de gabinetes externos con abultadas facturas, y menos desde las tribunas en las que se reivindica una supuesta «pluralidad».

Ha sido el trabajo desinteresado de cientos de mujeres y hombres el que ha convertido a esta semana de nueve días en una fiesta referencial a nivel de Europa; se apunta a que está entre las tres primeras del continente. Un orgullo para los bilbainos y aquellos que sienten Aste Nagusia como algo suyo.

Esa importancia ha sido captada hace tiempo por sectores económicos y políticos que pretenden que la fiesta sea un elemento más del reclamo turístico, una vez que el «efecto Guggenheim» ha perdido fuelle y no hay en las arcas públicas dinero suficiente para invertir en costosas campaña de marketing para atraer a nuevos visitantes. Los colectivos ciudadanos rechazan esa mercanti- lización, pero confiesan y muestran su orgullo por el efecto tractor de Aste Nagusia en la economía de Bilbo y del conjunto de Bizkaia.

En las últimas jornadas se viene oyendo repetidamente la palabra «tranquilidad» y la ausencia de «polémicas» en los prolegómenos y en los primeros días de andadura de las fiestas. Es cierto, no hay agente implicado que lo niegue, pero a muchos, especialmente desde el ámbito político, les cuesta asumir que fueron ellos quienes se sirvieron de las fiestas para lograr en agosto titulares de prensa o minutos en los informativos de radio o televisión.

En muchas ocasiones, Aste Nagusia o alguno de sus símbolos se ha convertido en víctima de campañas orquestadas desde fuera del Botxo pero ejecutadas desde aquí. Un ejemplo es la mal llamada «guerra de las banderas», impulsada por el entonces gobernador civil Julián Sancristóbal, que «saboteó» las fiestas en los años 80, sin olvidar la polémica cuando fue elegido en 1987 pregonero Fernando Egileor, refugiado que había sido expulsado de Ipar Euskal Herria por el Gobierno francés.

Esa estrategia se fue diluyendo al tiempo que Aste Nagusia se fortalecía tras distintos cambios introducidas en su organización, como la reformulación del txupin después de la añorada bajada de Begoña y la subida por las aguas del Ibaizabal, la reordenación del recinto del Arenal, el nacimiento de una segunda generación de comparsas que se sumaron a las históricas y el esfuerzo de todas en aportar nuevas actividades al programa particular y al oficial.

Apartar a las comparsas

Entonces se instaló en el despacho de Alcaldía Iñaki Azkuna, que fijó uno de sus objetivos en apartar a las comparsas de aquello que habían parido. Se acusó a los agentes festivos de exactamente los que los políticos pretendían hacer, utilizar Aste Nagusia para su estrategia política y «cepillar» la pluralidad, santo y seña de la fiesta.

Han sido años convulsos, en los que factores de coyuntura política como la persecución de ideas y medidas de excepción, han generado gran crispación. El climax fue cuando en 2009 por una conjunción de factores -política del Gobierno municipal, interferencia de la Audiencia Nacional española, utilización de la Ertzaintza y el oportunismo de asociaciones ultraderechistas- se llevó a los tribunales a las comparsas Txori Barrote y Kaskagorri, prohibiéndose que levantasen sus txosnas en 2010 y 2011. Esos vetos fueron declarados nulos por los tribunales posteriormente. Ello no trajo un cambio de actitud.

Las caricaturas del alcalde Azkuna y otros representantes políticos poblaron durante más de una década los vistosos montajes de las txosnas.

En 2013 se percibió cierto cambio de rumbo en la estrategia del alcalde, aunque no ayudó a ello que la Audiencia Nacional prohibiese a la compar- sera de Txori Barrote Jone Artola ejercer de txupinera desde la balconada del Arriaga.

En este año de «transición», con la vista puesta en los comicios municipales de mayo de 2015, el PNV no parecía dispuesto a mantener la estrategia de tensionamiento con las comparsas. Tampoco el carácter del sucesor de Iñaki Azkuna, el veterano Ibon Areso, apuntaba a ello. Unos nuevos aires parecen haber llegado al despacho de Alcaldía, aunque queda por aclarar si se trata de algo coyuntural o definitivamente el PNV, tras 37 años, se da cuenta que Bilbo tiene algo más que ganar con una Aste Nagusia participativa y plural que con la política del ordeno y mando.

No se trata de enfrentarse al supuesto «contrapoder» de las comparsas que el fallecido primer edil llegó a verbalizar en alguna de sus declaraciones públicas subidas de tono. Se atrevan a decirlo en público o no, lo cierto es que Aste Nagusia 2014 pasará a la historia, o eso espera la mayoría, como un ejemplo a seguir, o en todo caso a mejorar a través de la implicación de los distintos agentes que lo quieran. Un nuevo tiempo debe abrirse y todos caben bajo los brazos protectores de la reina de la fiesta, Marijaia.