Pedro MANSALVA Teherán

Todo fluye igual en Irán

La anunciada prórroga en las negociaciones nucleares entre Irán y los países que forman el Consejo de Seguridad de la ONU más Alemania no ha alterado en nada la percepción ni las esperanzas del pueblo iraní.

Es viernes, día dominical en Irán, pero el párking Parvaneh a pie de la calle trabaja a todo gas. En el interior del complejo se ubica el Jomeh Bazar que, como indica su nombre, es un mercadillo que se celebra únicamente los viernes y que ocupa el espacio de tres plantas de este párking del centro de la capital iraní, cerca de la parada de metro Saadí. Es el lugar idóneo para proveerse de algún regalo en forma de antigüedad, pañuelos de Baluchistán, kaftanes y gorros turcomanos, relojes antiguos, alfombras orientales, collares de piedras de factura tradicional, o una de las muchas manualidades que estudiantes universitarios venden para proveerse de dinero para cubrir sus gastos.

Hace algo más de dos semanas, el 24 de noviembre, se desató la tensión de los últimos compases de la negociación sobre el programa nuclear iraní. Es cierto que en los últimos momentos, cuando no estaba claro si se conseguiría una prórroga en las negociaciones, muchos iraníes veían con cierta decepción el fin de las negociaciones, pero en el fondo el resultado no ha variado un ápice la vida diaria de la población. «El pueblo iraní se ha mostrado siempre muy hospitalario con sus invitados, no nos gusta la dialéctica agresiva que mantuvo durante ocho años el anterior Gobierno. Ahora, por fin, se ha terminado con esa tendencia y se ha abierto la puerta al diálogo», comenta Rezá mientras envuelve un transgresor pañuelo de llamativos colores adquirido por su última compradora. «Por este motivo, tenemos muchas esperanzas de que el diálogo continúe y llegue a buen puerto. El país lo necesita».

Este vendedor del Jomeh Bazar verbaliza perfectamente una de las características intrínsecas de la cultura iraní, la hospitalidad, trasladada al efecto que han tenido las negociaciones en la mentalidad de este pueblo. Para cualquier iraní, el impacto que las palabras y las acciones de sus dirigentes provocan a ojos del mundo resulta muy importante, dentro de un juego de apariencias y opiniones propio de la cultura persa. Al preguntar a un o una iraní su opinión sobre las negociaciones, lo primero que responde es su preocupación por la imagen que se está dando al resto del mundo, pero no duda en pasar rápidamente a las consecuencias que las sanciones tienen en la economía del país y en el día a día del pueblo.

En setiembre de 2012, el rial (IRN) empezó su caída en picado ante el dólar y el euro, que pasó de los 20.000 a los 40.000 IRN por euro. La caída de la divisa iraní provocó un aumento exagerado de los precios que variaban día a día, y la consiguiente pérdida de poder adquisitivo de la población. Con la elección de Rohani en junio de 2013 empezó la contención de la inflación, que en determinados momentos llegó a superar el 40%. La previsión para 2014 es del 25%.

«Las negociaciones tienen que servir para detener esta tendencia inflacionista que estamos sufriendo», comenta Mokhtar, estudiante universitario que tiene una paradita de pajaritas hechas a mano con telas compradas en el Gran Bazar de Teherán.

«Todos teníamos la esperanza de que se llegara a un principio de acuerdo, de que mejoraran pronto las relaciones con los países occidentales, pero ahora tendremos que continuar esperando a ver qué sucede dentro de siete meses», comenta.

Las fuerzas conservadoras iraníes mantienen su presión sobre el nuevo Gobierno. Con una mayoría de escaños en el Majles o Parlamento (con 162, frente a los 75 escaños de los reformistas, 19 escaños de fuerzas independientes y 14 de las minorías), y con el control de muchos de los resortes de la intrincada estructura estatal y económica, esta mayoría conservadora se dedica a hacer la guerra por su lado y a desautorizar los logros del equipo del ministro de Exteriores, Mohammad Javad Zarif.

Al día siguiente del fin de las negociaciones, el periódico «Vatan-e Emrooz», uno de los altavoces de los ultraconservadores vinculado a las milicias basij, publicaba en portada en cuerpo de letra gigante «Hich!!» («¡Nada!» en lengua persa) como respuesta al resultado de las negociaciones.

Por otro lado, fuentes de organizaciones de derechos humanos denuncian que la cifra de ejecuciones ha aumentado respecto al año anterior, registrándose un incremento de hasta doscientas ejecuciones más respecto al año anterior. Esta tendencia se atribuye a la presión que los conservadores aplican contra la política aperturista de la Administración Rohani.

Pero no todo son sombras en esta nueva etapa. Uno de los ámbitos al que el Gobierno Rohani en 2013 anunció que destinaría grandes esfuerzos, la industria turística, al parecer está empezando a dar sus frutos en materia económica. El Irán de antes de la Revolución fue un polo de atracción de turistas, pero sufrió un retroceso muy marcado en los años posteriores a la Revolución, con la guerra entre Irán e Irak en curso. Fruto de ese pasado como receptor de turistas son las muchas infraestructuras que se mantienen aún en pie, aunque con un déficit de mantenimiento evidente. La recuperación ha tardado en llegar, pero las cifras de los seis primeros meses del año persa en curso (1393, que corresponden a los meses de marzo a septiembre de 2014) indican un aumento medio de entre tres y cuatro veces más turistas respecto a todo el año 1392. Y la tendencia para 2015 se augura aún mejor.

Es cierto que cuando uno se pasea por Teherán o cualquier otra gran ciudad del país duda de si realmente la población vive las estrecheces de las sanciones occidentales, vista la facilidad con la que la población se echa a la calle a consumir, y con el acceso que tienen los iraníes a cualquier producto fabricado fuera de sus fronteras.

Pero también es cierto que Teherán es una isla que concentra el dinero amasado por las élites que se han aprovechado de las sanciones para desarrollar sus negocios ilegales gracias al contrabando.

Aún en el Jomeh Bazar, Azadeh, una joven recientemente prometida con ademanes evidentes de la zona norte de la ciudad, donde se concentra la población rica, duda en si comprar una pajarita seria o desenfadada para su futuro esposo. «Quédate con las dos», le dice Mokhtar, «así podrá usarlas según el humor que tenga». Azadeh no lo duda ni un momento, extiende un billete de cien mil riales y Mokhtar, después de pronunciar diversas fórmulas de agradecimiento como manda la etiqueta iraní, sonríe por el éxito de su nueva venta.