AITOR SÁEZ

«Cuando las cosas van mal en Skopje siempre termina pasando algo aquí»

Los vecinos de la ciudad de Kumanovo, escenario de combates hace diez días, vuelven a sus casas para recuperar sus pertinencias de entre las ruinas. La mayoría quiere volver y aseguran que la convivencia entre macedonios eslavos y albaneses era normal.

Pedazos de cristales crujen en la calle Perollievski donde algunos vecinos cargan muebles en una camioneta. Mile Dimovski descansa en el patio de su casa, reducida a una montaña de escombros quemados. Los combates que se libraron en uno de los barrios de Kumanovo entre la Policía y un supuesto grupo armado kosovar terminaron con 18 muertos (ocho agentes y diez milicianos) y destruyeron decenas de hogares. Los incidentes pusieron a Macedonia en el punto de mira y otorgaron una nueva dimensión a la crisis política del país.

«Pasamos ocho horas escondidos en el sótano, hasta que pudimos escapar y correr a la comisaría», narra Mile mientras sube en su regazo a Lorinna, una de sus dos hijas. Los disparos no solo dejaron secuelas en las paredes, sino también en la retina de la población afectada. «Mi mujer sigue muy asustada y se tiene que medicar para poder dormir», explica. A pesar del trauma, se quieren quedar.

Los Dimovski han decidido reconstruir su vivienda. Otras familias se han resignado, como en el caso de Asani Shabi, de 67 años, que perdió absolutamente todo. «Solo me queda esperar que alguien me ayude», asegura. En el interior del edificio, apenas queda un televisor derretido por el calor de las llamas y alguna figura de porcelana.

Tanto Mile, macedonio eslavo, como Asani, macedonio albanés, coinciden en que la convivencia entre ambas comunidades transcurría con total normalidad. Esa zona de la ciudad era conocida como el «barrio salvaje» pero porque cuando llegó la primera ola de inmigrantes albaneses y kosovares durante los ochenta tan solo había matorrales.

Norte mayormente albanés

El norte de Macedonia, fronterizo con Kosovo, de mayoría albanesa, ha sido escenario de los capítulos más sangrientos de la corta historia de Macedonia. «Siempre que las cosas van mal en Skopje [la capital], pasa algo aquí», apunta Altin Bajromi, señalando el montón de ruinas encima de la cama por la explosión de granadas en el tejado.

En mayo de 2001 los enfrentamientos entre un grupo de insurgentes albaneses y el Ejército macedonio tuvieron lugar en esa región norteña del país. El conflicto precipitó la debacle del Gobierno conservador en los comicios del año siguiente. La historia parece repetirse, aunque con un matiz significativo.

Tras el acuerdo de paz de Orhid, las rencillas entre los macedonios eslavos y los albaneses &softReturn;–la minoría más numerosa del país, que representa un tercio de la población– se han reducido de forma notable. El analista Albert Simkus, miembro del think tank Open Democracy, indica que «la tensiones étnicas son mínimas y de ningún modo están al nivel de provocar un intento de golpe de Estado, como se presentó el episodio de Kumanovo. El deseo de una ‘Gran Albania’ es muy marginal».

La oposición socialdemócrata considera que el primer ministro, Nikola Gruevski, ha utilizado los ataques para ensalzar el sentimiento nacionalista en el país y sumar apoyos en un momento en que su Gabinete se tambalea tras el escándalo de las escuchas masivas. También se ha puesto en entredicho la operación policial contra los supuestos activistas armados albaneses que, según el Ejecutivo, llevaban ocho meses en la ciudad. En el barrio «nadie conocía a esa gente», asegua Bajromi.

El Gobierno conservador sugiere que Macedonia está siendo objeto de presiones occidentales para desestabilizar el país y forzar la dimisión de Gruevski. Así lo reafirma a GARA el progubernamental Cvetin Chilimanov, periodista de la agencia estatal MIA, convencido de que «Europa y Estados Unidos no lograrán entrar a Macedonia a través de la extrema izquierda y los albaneses».

El creciente clima de polarización social derivó en dos manifestaciones consecutivas. Miles de opositores exigieron el domingo la dimisión del primer ministro, quien a su vez organizó una concentración progobierno el lunes que congregó a alrededor de 30.000 personas. Una demostración de fuerza.

Para evitar que esas movilizaciones desemboquen en una confrontación violenta, oposición y Gobierno iniciaron una ronda de reuniones la semana pasada, con la mediación de la Unión Europea y Estados Unidos. Esas conversaciones se trasladaron ayer al Parlamento europeo y servirán para preparar la cuestión antes de la Eurocumbre de máximos mandatarios comunitarios con dirigentes de la Europa Oriental a finales de esta semana.

«Esperamos que la comunidad internacional se acuerde de nosotros», pide Mile en un tono poco esperanzado, aunque insiste en que «el problema no está en Kumanovo». El pasado bélico de la ciudad se remonta a 1912, cuando los serbios vencieron a los turcos en una batalla que significó el inicio de la caída del imperio Otomano. Pero aquello ya es historia.

Mientras retira los escombros de su casa, Mile suspira porque «mi hija Lorinna quiera seguir viviendo aquí». Mientras, la brecha se agranda en Skopje.