Mikel ZUBIMENDI

Trump hace de Dr. Jekyll en la tele pero nombra al peor Sr. Hyde

En su primera entrevista televisada, Trump pareció más calmado y no adelantó sus líneas. Pero en sus primeros nombramientos apuesta por equilibrar y aúpa al líder del «Alt-right».

La visita como presidente de Donald Trump al programa televisivo más venerado de EEUU, "60 minutes" de la CBS, no ha dejado muchas pistas políticas de cuáles iban a ser sus líneas maestras una vez instalado en el Despacho Oval de la Casa Blanca. Rodeado de su familia, durante una hora se proyectó como una persona calmada, relativamente humilde, nada que ver con el papel que jugó como candidato.

Adelantó, eso sí, su intención de deportar o encarcelar a más de tres millones de «migrantes ilegales» con antecedentes criminales. Anunció, asimismo, que no derogará la legislación que permite el matrimonio entre personas del mismo sexo. En sentido opuesto, dio por sentado que los futuros nominados al próximo Tribunal Supremo serían partidarios del «derecho a la vida» y defensores del derecho constitucional a portar armas. Dijo que se abstendría de cobrar los 400.000 dólares del salario presidencial y que, en su lugar, cobraría «un dólar al año». En términos políticos pocas claves más dejó su primera entrevista televisiva como nuevo presidente de EEUU.

Preguntado por el lenguaje incendiario de su campaña, las heridas que ha dejado, la polarización social y las protestas en su contra, Trump declaró que fue una decisión «estratégica» y que ha «funcionado bien». Y adelantó que seguiría siendo la misma persona en el Despacho Oval que la que ha sido en la pantalla, en los mítines o en twitter. O sea, que según sus palabras, la hipérbole, la acusación, ofuscar y generalizar, es decir, la toxicidad están servidas en el menú.

Una de cal y otra de arena

A Trump le viene de serie. Es un agitador nato, un alborotador contrastado. No hay en él, como en la novela de Robert Louis Stevenson, ningún doctor Jekyll tras el malvado señor Hyde. Trump es Hyde con esteroides, sin compasión, sin control. Más que argumentar y razonar, lo suyo es fulminar. Está por ver como conjuga esa personalidad que tanto ha enraizado en la conciencia colectiva estadounidense con los usos y modales que su nuevo cargo obliga. Hasta qué punto su cohorte de asesores podrán atemperar al magnate de Queens y obligarle a reinventar su personaje.

En cualquier caso, sus primeros nombramientos han dado mucho que hablar. Han sido dar una de cal y otra de arena, situar en mismo plano al aparato tradicional del partido, al jefe de su comité nacional, con el «alt-right», la denominada derecha alternativa de tintes racistas y fascistas, crítica con el stablishment republicano. La elección de Reince Priebus como jefe del gabinete Trump, darle el mando de la plantilla de la Casa Blanca, es un guiño a un Partido Republicano con el que tiene muchas deudas que saldar y muchas heridas que sanar.

Pero no ha sido una decisión sin contrapeso. Al nombrar a Steve Bannon como su estratega jefe y máximo asesor personal, Trump abraza a su base más militante, más fanatizada, más opuesta a la izquierda y al republicanismo tradicional, más guerrera en términos culturales. Antiguo director ejecutivo de "Breitbar News", máxima referencia de noticias y opinión on-line para los conservadores, Bannon, considerado por muchos congresistas republicanos como un racista y un extremista de extrema derecha, oficializa la entrada en el más alto círculo de poder de un movimiento político realmente peligroso.

Está por ver si funciona la fórmula o no. Si son la base de la nueva administración o su primera grieta. Pero es un movimiento que muestra cómo juega sus cartas Trump y articula un gobierno desde personalidades en apariencia tan diferentes.

 

«Stalin fue el primer unificador de Europa, ¿será Trump el segundo?»

La elección de Donald Trump ha sumido a los líderes europeos en un estado de pánico. La preocupación es extrema en Bruselas y Berlín. El triunfo del que llamaban «predicador del odio» es el último y más poderoso recordatorio de los tiempos difíciles a los que se enfrenta el proyecto de una Europa unida.

Las preguntas que surgen en Bruselas rezuman una especie de crisis existencial: ¿Llevará EEUU hasta el límite la apuesta de Trump por el «America first»? ¿Se retirará de su rol de líder y policía del poder de Occidente? ¿Se aliará con líderes como Putin? ¿Conllevará el fin de la democracia liberal, del cosmopolitismo y los principios fundacionales de la UE? Ironías de la vida, incluso llegan a plantear que la otrora denostada Merkel es la única esperanza, el último bastión para que la «ola de Trump» no se lleve todo por delante.

Haciendo de la necesidad virtud, Martin Schulz, presidente del Parlamento Europeo, considera que Trump es un toque de atención para acelerar la integración europea. Elmar Brok, influyente miembro del CDU alemán va más allá y se pregunta: «Stalin fue el primer unificador de Europa, ¿será Trump el segundo?». Con todo, Trump tiene muchos y muy poderosos cuñados políticos en Europa, y dado que las grandes decisiones de la UE deben tomarse por unanimidad, ese camino «de integración» está lleno de tropiezos, de los cuales Trump no es el más grande.M.Z.