Mertxe Aizpurua

Dos discursos en la parte inferior de la pantalla

Hay formas diferentes de analizar los discursos políticos. A veces, incluso, se pueden visualizar, aunque no sepamos descifrar el lenguaje a través del que se está comunicando.

Muchas veces ocurre. La mitad del éxito de un discurso –sea mitin político, celebración nupcial o amarga despedida– reside en su comienzo. Si te atrapa, lo sigues. Si no, la mente divaga con facilidad asombrosa por techos y paredes y puede salir disparada por la ventana.

Admitamos que ayer la candidata a lehendakari de EH Bildu partía con ventaja. Maddalen Iriarte tenía a su favor la novedad –siempre es un punto–, su dominio comunicativo y, además, otro efecto que a muchos de los presentes en la sala les invertía la escena al modo que lo hace un espejo cóncavo de feria: Si hasta hace nada y desde hacía tiempo era quien escuchaba y daba voz a muchos de los parlamentarios allí presentes, ayer era ella la que se dirigía al resto como candidata a lehendakari de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa. Pero si todo esto fuera poco, a la –digámoslo así– rara situación, la periodista añadió un arranque colosal: «Andrea naiz, emakumea. Legebiltzar honetako gehiengoa bezala, humanitatearen erdia bezala». En un único salto, pasó de una evidencia a toda una declaración de intenciones, y de la Cámara de Gasteiz, al mundo.

No recuerdo el inicio de la intervención de Iñigo Urkullu, lo cual no quiere decir que no la siguiera con atención, ni que fuera mejor o peor que la anterior. Para calibrar el contenido de lo que dijeron o no dijeron están las páginas precedentes.

Esta tiene otra perspectiva. Otro ángulo, incluso, porque seguí las intervenciones a través de la emisión en directo de ETB1 y llegó un momento en el que, inevitablemente, la mirada se clavó en la parte inferior derecha del monitor, en ese recuadro en el que dos intérpretes signaban lo que los candidatos querían comunicar. Desconozco absolutamente el lenguaje de signos pero la traducción gestual simultánea ejerció en mí el mismo efecto hipnótico que el fuego de una chimenea.

Vestidas de negro, en continuo movimiento, dos mujeres se turnaron a lo largo de ambas exposiciones. Realmente, nada tenía que ver la modulación que dibujaban, se tratara de la candidata o del candidato. Con Iriarte se gestualizaron conceptos visuales como esperanza y miedo, justicia y presos, felicidad y nuevos universos. Urkullu trazó espacios y lugares comunes como desarrollo, competitividad y planificación.

La primera candidata obligaba a hacer muchos y más rápidos gestos en el aire, intensos y rítmicos. El segundo dio margen a las pausas y compuso una representación más tranquila y reposada. Creí advertir que las referencias al pasado llevaban a desplazar hacia atrás los hombros y me pareció que inclinaban el cuerpo hacia delante cuando se trataba de traducir cuestiones de futuro. No lo sé, pero en esto también se apreciaban diferencias abismales.

Alguien dijo que la comunicación es lo más universal del género humano, pero es fascinante observar cómo, sea cual sea el lenguaje, incluso si lo desconocemos, al final las percepciones encajan. Por cierto, las intérpretes, magistrales.