Mertxe Aizpurua
Entrevue
Pedro Miguel Etxenike • Izortze Santín

«Los avances han supuesto una vida mejor y más duradera para el primer mundo; no para todos»

Ambos quedan lejos de esa imagen de científicos locos, despistados o ajenos a la realidad inmortalizada por la literatura, el cómic y el cine. Escuchándoles, se advierte que la ciencia es una empresa colectiva, que el progreso del conocimiento de un país también depende del porcentaje del PIB que se dedique a ella y que, aunque les separen treinta años, no difieren tanto en su visión sobre lo que les rodea. En la perspectiva, eso sí, se constatan diferencias. Son Izortze Santín (Barakaldo, 1981) y Pedro Miguel Etxenike (Izaba, 1950). Dos generaciones de investigadores de hoy en animada charla en la que se habló de los cambios que ha habido y de los que vienen, de los transgénicos, el machismo y la necesidad de anclaje al país. Les hemos reunido en el Donostia International Physics Center, que dirige el vasco más universal en la materia, y han reflexionado, discutido y consensuado sobre el momento que vive este país y la ciencia.

No se conocían entre sí, pero hablan el mismo lenguaje, dominan los mismos códigos y se diría que incluso aplican el mismo método científico para llegar al consenso cuando las percepciones sobre una misma cuestión divergen en sentidos diferentes. «¿Qué representamos, el pasado y el futuro?», interroga con cierta ironía Pedro Miguel Etxenike una vez hechas las presentaciones con Izortze Santín. El resultado nos llevará a un presente que salta entre el antes y el después.

Izortze Santín, 35 años, es investigadora genética en Biología Celular y trabaja en la patología de la diabetes tipo1, enfermedad en la que las células encargadas de la producción de la insulina acaban siendo destruidas por el sistema inmune de la propia persona. Dicho de otra forma, investiga la razón de que la enfermedad afecte a unas personas y a otras no.

Pedro Miguel Etxenike, 66 años, catedrático de Física, científico de primer nivel (premio Max Planck de Física, premio Príncipe de Asturias en Investigación Científica y Técnica entre otros muchos títulos y reconocimientos internacionales) trabaja en la Física del estado sólido, escudriña en las propiedades de los materiales en el interior y en la superficie. «Es investigar por qué las cosas son como son», explica.

El arco del azar sitúa a los dos científicos en un lapso de tiempo preciso. Lo observa el propio Etxenike. «Cuando tú naciste –dice a Izortze Santín–, yo era consejero de Educación del Gobierno Vasco». Y en esa etapa política él fue quien puso en marcha las becas para investigadores como la que posibilitó a la joven baracaldesa completar el post-doctorado en el extranjero. Comentan las motivaciones que les llevaron a transitar el camino de la investigación, en ambos casos –coinciden– producto de un proceso natural. Tan simple como que «cuando haces lo que te gusta, cuanto más lo haces, más te gusta». Así se despertó la pasión investigadora.

Quizá por esa constante de ir a lo esencial del trabajo científico, Etxenike, en el primer compás de la conversación, ata el bucle del pasado con el tema más candente del presente: «Me parece que ahora la situación es más fácil desde un punto de vista y más difícil desde otro. Es mucho más fácil tener oportunidades de seguir aprendiendo, de forma transitoria, y es más difícil obtener un puesto permanente. Después de ir a Cambridge, siempre con becas, estuve en EEUU, más tarde en Copenhague y prácticamente podría haber ido a cualquier lugar que quisiera. No recuerdo la angustia que observo ahora en gente muy buena que no tiene opciones».

Santín asiente: «Estoy de acuerdo. Ahora hay posibilidades de conseguir becas. En mi caso terminé la carrera, conseguí una beca pre-doctoral y, después del doctorado, el Gobierno Vasco me dio otra beca post-doctoral para ir a Bruselas. El problema viene cuando terminas tu parte post-doctoral en el extranjero. Si quieres volver a tu país y establecerte, todo empieza a ser más difícil. Quizá lo más estable hoy en día sean las plazas de profesorado en la universidad. Ahí también puedes hacer investigación, aunque, debido a los recortes no se crean nuevas plazas que sustituyan a los que se jubilan, tampoco es fácil».

Etxenike defiende la necesidad de formarse fuera de las fronteras del país de origen. «Hay que ir fuera pero no solo para estudiar, sino para aprender formas diferentes de hacer las cosas. Yo creo que eso es bueno; lo que pasa es que hay que traeros de vuelta. Ocurre que ahora hay cantidad de puestos bloqueados».

«Eso es –continúa Santín el argumento–. Como yo, hoy en día, hay cantidad de gente con buenos currículum, y mejores que el mío, que pasan siete y ocho años en el extranjero, pero eso ya no les asegura que cuando vuelvan vayan a tener un puesto fijo. Esa es una gran diferencia».

Etxenike busca la explicación: «Sucede que, cuanto más desarrollado está un país, más difícil es acceder a un puesto fijo. Eso les pasa a los americanos, les pasa a los ingleses, les pasa a los alemanes... donde también es muy difícil volver y tener un puesto fijo, porque el sistema está saturado. Aquí, la diferencia está en que el sistema no está saturado».

Recortes, becas y proyectos. En el diálogo ha salido la palabra recorte y Etxenike la recupera al vuelo: «Aquí, al menos que yo lo perciba, no ha habido recortes. Sí, están los inducidos por el Estado español, en las plazas que no se sustituyen, lo que indica que una parte del autogobierno no está bien controlada pero, en lo que respecta a la financiación por parte del Gobierno Vasco, no creo que se hayan dado de forma drástica, quizá se hayan reducido algo las becas».

«No te puedo dar cifras», responde la investigadora. «Lo que sí sé es que cada vez hay menos becas promocionales, menos post-doctorales porque cada vez hay menos presupuesto. Lo que veo es que hay poca financiación para apoyar a la juventud a que haga su propia carrera». Pone como ejemplo los proyectos del Ejecutivo autonómico para investigación en salud, en los que se destina aproximadamente el 10% para investigadores jóvenes. Poco, asegura, porque «al final, es la gente que ya tiene un bagaje, una edad, un currículum la que se lleva todos los proyectos».

«Bueno, pero un proyecto llevado por un senior, si está bien enfocado, sirve también para que los jóvenes desarrollen sus ideas –responde Etxenike–. Si los jóvenes tienen que trabajar solo en las ideas del senior, eso no es un buen grupo. Un buen equipo de investigación es un grupo en el que la gente, sea cual sea su edad, pueda desarrollar sus ideas. Para eso se necesita libertad».

Imagen en la sociedad. La conversación amplía el campo y gira hacia la percepción social de la profesión en la sociedad y la imagen que transmite. Es la biomédica quien habla: «A veces se tiende a considerar a los científicos como si fuéramos dioses que hacen algo impresionante. En muchos casos sucede, pero a mí no me gusta cuando la prensa tiende a poner esos titulares sensacionalistas en torno a descubrimientos sobre el cáncer u otras enfermedades. Hay que informar, la gente debe saber qué hacemos, entre otras cosas porque aquí mucha parte de la ciencia está subvencionada con dinero público, pero no hay que frivolizar. Tengo la sensación de que en biomedicina se venden demasiados avances como si fueran descubrimientos sensacionales. Hay que tener cuidado con lo que se divulga».

El científico roncalés prefiere emplear el término «comunicar» en vez de «divulgar»: «Hay que comunicar lo que se hace, eso es un deber, porque una sociedad informada, aparte de que apoyará más a los investigadores, es más culta y, por lo tanto, será más libre para tomar decisiones y menos susceptible de ser manipulada por los grupos de presión. Lo mismo en cuestiones como energía nuclear, transgénicos o las ondas electromagnéticas que tanto alarman cuando nos bañamos a la tarde en la playa casi con rayos ultravioleta… Todo esto es educación científica».

Mujer y ciencia, más dificultad. Él es padre de dos niñas; ella, madre de un niño de dos años. Desde su propia experiencia, Izortze Santín plantea sin ambages que el hecho de ser mujer supone una desventaja en la carrera científica. La baja maternal supone un parón en la actividad y después «no puedes dedicar al trabajo tanto tiempo como le dedicabas cuando no tenías hijos». Cree que la carrera científica de un hombre o una mujer va a la par hasta el momento en que la mujer decide quedarse embarazada. «Esto tiene un efecto en tu producción científica y este efecto al final incide en tu competitividad». Apunta, además, al machismo generalizado: «Si te fijas, todos los presidentes, directores y responsables de centros de investigación de este país son hombres. No hay una sola mujer. Y eso es por algo. No es solo el parón de la maternidad. Si llegas a la dirección de un centro es porque tienes un bagaje científico importante, eso está claro, y es cierto también que hace treinta o cuarenta años eran hombres quienes se dedicaban a la investigación, que son hoy quienes tienen un currículum importante. Todo esto, de alguna forma, se ve reflejado en esos puestos. La ciencia no está al margen de una sociedad machista y creo que todavía, por lo general, se potencia más a los hombres que a las mujeres. Cuando para un puesto pueden elegir entre una mujer o un hombre del mismo nivel científico, normalmente eligen al hombre».

Dice Pedro Miguel Etxenike que es innegable que las mujeres tienen más dificultades, aunque pone en duda la última reflexión de su colega: «Eso de que, entre hombre y mujer, se elija al hombre… no sé que base científica tiene. Imagino que la estadística final da ese resultado, porque se ve que en la base hay más mujeres y en la cúspide hay hombres. Quizá viene de atrás y, si se va a mantener o no, no lo sé, supongo que será multifactorial. Efectivamente –constata–, algo pasa pero yo creo que se está evolucionando».

Izortze Santín: Creo que va a ser algo progresivo. La mayoría de personas que hacen la tesis en mi laboratorio son mujeres y en Bruselas el 85% de post-doctorales éramos mujeres. La lógica dice que las mujeres irán copando puestos, pero hoy en día los puestos claves están ocupados por hombres. Habrá una progresión, lo mismo que en las condiciones laborales. Hasta hace unos años, no se contemplaba la baja por maternidad para las contratadas post-doctorales. La beca seguía corriendo igual. Hoy en día sí, pero en las pre-doctorales, todavía hoy, no se contempla la baja por maternidad.

Pedro Miguel Etxenike: Eso es un error. Solo dos mujeres han recibido el premio Nobel de Física: Maria Meyer y Madame Curie. Cierto es que las sociedades científicas se crearon hace siglos. La Royal Society en 1660 y la primera mujer no entró hasta 1949, pero todavía es más grave que la primera mujer que ingresara en la Academia de Ciencias francesa lo hiciera en 1979, en París, donde tenían a Madame Curie como premio Nobel de Física y Química desde comienzos del siglo XX. Esa frase de liberté, égalité, fraternité… en Iparralde se dice horietatik bat egia balitz. Yo lo suelo recordar por lo de la situación de la mujer.

Avances y cambios sociales. El diálogo entre ambos se introduce por los vericuetos de los cambios sociales que se deben a la ciencia. «Gran cantidad de cambios son debidos a ella, pero que sean cambios no quiere decir que todos hayan sido buenos. Desde mi campo –dice Izortze Santín– la ciencia ha ayudado a que las personas vivamos más, al tratamiento de las enfermedades y a una mejor calidad de vida, pero también hay que decirlo, a ciertas personas. Los avances científicos han supuesto una vida mejor y más duradera para el primer mundo».

El físico opta por exponer, de antemano, que «la ciencia ha sido generalmente beneficiosa» y ha ejercido «una misión humanizadora». «Efectivamente, como bien dices, Izortze, no para toda la sociedad, porque cada cinco segundos muere un niño por causas que pueden evitarse. La ciencia ha sido la gran proeza de la humanidad, pero no debe ser un reino autónomo, donde todo le sea permitido. Dice una frase que ‘es ciencia con conciencia’ y es verdad. Y ahí es donde entramos en ese concepto que señalas, el de la dualidad de la ciencia, la espada y la azada, el metal que puedes usar para cultivar o para matar, porque estos miedos por los avances de la ciencia han existido siempre. Esa incertidumbre la vamos a tener siempre pero –reflexiona Etxenike– Hobbes decía que la vida era sórdida, cruel y corta. La esperanza de vida de una mujer vasca en el año 1900 era de 40 años; hoy es de 84. Y por eso es importante que haya una sociedad científicamente informada, que esté educada también para muchas decisiones que tienen ya un alto componente científico-tecnológico. Y las decisiones no las deben tomar solo los científicos».

Etxenike intercala aquí la frase del poema La Roca, de T.S. Eliot: «¿Dónde está el conocimiento que hemos perdido con la información?» para asegurar que «no todo es conocimiento; también es sabiduría y democracia» y, acto seguido, se muestra convencido de que «a pesar de todo lo que hemos visto, a pesar de todas las burradas que se están haciendo, de todos los genocidios, la solución del futuro pasa por más ciencia y más educación». Sostiene que esa combinación es lo que dará solución a grandes temas como el problema del agua, la situación de la mujer en el tercer mundo, la intolerancia o los fundamentalismos. El triunfo de la racionalidad está trayendo también olas crecientes de irracionalidad».

Izortze Santín introduce la cuestión de los transgénicos y recuerda la promoción que acompañó a la novedad que se anunciaba. «Se decía que con el cultivo de transgénicos se solucionaría el hambre en el mundo y al final solo ha servido para que se forren los que hacen las semillas, para que haya campesinos que acaban hipotecados por tener que comprar esas semillas y en el mundo se sigue muriendo de hambre».

P.M.E.: Ya lo decía Einstein: «Perfección en los medios y confusión en los fines caracterizan nuestro siglo». Es cuestión de decisión y de fines, pero yo creo que, aún así, vamos mejorando gradualmente. Por supuesto que no todo lo que debería y tampoco creo que vamos a ser tan estúpidos de violar la ley de la evolución. La evolución siempre ha encontrado soluciones ¿o no? ¿Tú eres más negativa?

I.S.: Sí, yo soy más negativa. Considero que la ciencia es necesaria e importante, que la ciencia implica avances necesarios a la humanidad, que nos va a traer cosas buenas, pero a unos pocos.

P.M.E.: No tan pocos, a tres mil millones de personas en el mundo. A unos pocos, no. A muchos.

I.S.: Vale, sí. A muchos, pero no a los suficientes.

P.M.E.: Eso sí. Pero vamos a llegar a un consenso. Digamos que el triunfo de la ciencia y la tecnología que caracteriza al siglo XX no ha sido acompañado por un triunfo ético equivalente.

I.S.: Eso es (sonríe).

Y Etxenike busca la corroboración: «¿Estamos de acuerdo en esto?». «Sí», concluye Santín, y cierran este debate para hablar de la dependencia a una tecnología que, a pesar de todo, ambos consideran totalmente necesaria. «Si estás acostumbrado a un anorak que te quite el frío ya no sales al monte a cazar jabalíes con un espaldero», arguye gráficamente Etxenike. «Todo avance crea siempre una dependencia y se suscitarán problemas tecnológicos, pero se articularán soluciones».

La bióloga no tiene dudas al respecto: «Sin tecnología no seríamos nada en investigación. ¿Cómo analizar el genoma humano sin la red informática, sin esos ordenadores potentes que analizan todos esos datos? Sería imposible llegar a esa información».

Anclaje al propio país. Ambos están de acuerdo. Desarrollar la ciencia es sinónimo de desarrollar el país. «La Universidad se mide en siglos», sentencia el premio Max Planck para exponer que «si Cambridge celebró su octavo centenario recientemente, la Universidad del País Vasco lleva 36 años como institución». Pocos para no constatar el obvio retraso respecto a los grandes centros del mundo, pero suficientes como para deducir que «respecto a lo que éramos y, en gran parte debido al autogobierno, con todas sus limitaciones y acosos, se ha mejorado mucho».

Lamenta, no obstante, que la tradición histórica carezca del respeto por la teoría de lo básico y muestra su pleno convencimiento de que «el País Vasco debe investigar también en ciencia básica» y «no solo en tecnología». Y lo debe hacer por dos razones, según el catedrático: «Por contribuir con nuestra parte alícuota al conocimiento básico del mundo, porque de lo contrario, sin ciencia básica, yo me aprovecho de lo que hacen los otros, y eso nos lleva a lo que en economía se denomina como tragedia del comunal: si nadie cuida el prado donde pastan las ovejas, en poco tiempo en ese prado no hay hierba, solo ovejas hambrientas».

El segundo motivo enlaza directamente con el propio sentido de país: «Al cuidar la investigación básica, se crea un anclaje geográfico, una forma de hacer las cosas que, por ósmosis, afecta a toda la sociedad. Se crean dependencias y relaciones sociales entre quienes construyen el pensamiento y todo esto favorece el flujo de ideas».

Laboratorios, becarios y PIB. Sigue por esta senda la biomédica y expresa su opinión de que «este país tiene potencial». «Hay investigadoras e investigadores muy buenos, pero por desgracia se invierte poco. Es más de lo que invierte el Estado, pero no es suficiente. Y a veces tengo la impresión de que se tiende a hacer propaganda, a sostener que se invierte mucho en investigación única y exclusivamente porque se construyen centros tecnológicos, un edificio aquí, otro edificio allí, pero luego no se mima a la gente que está trabajando dentro. La investigación en este país la hacen becarios».

P.M.E.: A ver, a ver…. No sé qué pasará en biomedicina, pero te voy a llevar de paseo por aquí, por el DIPC y Nanogune… Las investigaciones las hacen profesores, asistentes, cantidad de gente.

 

I.S.: Sí, sí… mucha gente. Becarios es una forma de decir que hay gente, profesorado, investigadores, con contratos asentados, pero que hay otros muchos que trabajan por ochocientos euros al mes y ya sé que en esta sociedad hay gente que cobra menos, pero esta es gente con doctorado o post-doctorado, incluso. Mucha carga de trabajo en investigación la realizan personas con trabajo en precario y contratos basura, y eso no puede ser. Aquí hay potencial, pero creo que hay que cuidar más a las personas.

P.M.E.: Sin duda. Atraer a gente buena, retenerla, cuidarla y sembrar. Esa es la receta. Yo no sabía que hay post-doc que cobren 800 euros.

I.S.: Claro. El que hace la ley hace la trampa. Pongamos que un post-doctoral tiene que cobrar unos 35.000 euros, pues la institución le contrata por el 60%. Y esto pasa también en la Universidad.

P.M.E.: ¿En la Universidad hay contratos al 60%?

I.S.: ¡Hombre! Y por el 89%, como he tenido yo alguno. Esto existe y es la realidad.

P.M.E.: Pues eso está mal. Si ocurre lo que dices, eso es algo a evitar y a corregir. Pero si expresas eso en una idea como que la investigación aquí la hacen los becarios, te descargas de razón. Y perdona si tomo una actitud paternalista.

I.S.: Sí, no se puede generalizar y es cierto que hay de todo. Hay grupos que cuidan a las personas, pero también es cierto que hay grupos en los que los estudiantes pre-doctorales son mera mano de obra.

Sale el dato del PIB que la CAV dedica a la investigación. «Los números cantan y últimamente hemos bajado un poco. Finlandia y otros países estarán en el 3,6% del PIB y la CAV en 1,85%. Hay un amplio margen de mejora pero –resalta Etxenike– lo importante es el lado positivo, lo cual no quiere decir que haya que ocultar todo esto».

«Mejor que se vayan otros». Sin pretenderlo, esta cuestión ha salpicado continuamente el diálogo entre estos representantes de dos generaciones de científicos vascos. Treinta años atrás era relativamente normal acabar la licenciatura con veintitrés años, la tesis con veintisiete y tras un postdoctoral de dos o tres años, integrarse en el sistema funcionarial. Muchos de aquellos consiguieron plazas fijas a los treinta y algunos se hicieron catedráticos a una edad relativamente temprana. Hoy, muchos científicos vascos de edad madura encadenan postdocs y contratos sin que se vislumbre una opción de futuro estabilizado. La fuga de cerebros es el riesgo que contrae la sociedad. Izortze Santín lo manifiesta: «Yo misma, en la situación en la que estoy, a veces me lo planteo: cojo a mi hijo, mi pareja y el macuto y vuelvo a marcharme».

P.M.E.: Es mejor que se vayan otros. Pero no has hablado de algo que está en el corazón de este problema y es que en el País Vasco, al haber tenido que construir una universidad desde el comienzo, se contrató a muchísima gente, sobre todo en las facultades de letras, que nunca han hecho investigación, ni tienen ganas de hacerla y, cuando analizas la producción de la UPV no es tan mala, pero la productividad por doctor es bajísima. Los que producen, producen mucho, pero hay mucha gente que no lo hace.

Fuera de imágenes y arquetipos, se dice que investigadores y científicos tienden a ser aventureros y exploradores. Contraen riesgos, hacen frente a la duda y, sobre todo, son persistentes. Probablemente, la razón estriba en que creen firmemente en el valor de lo que hacen, como dejan traslucir Izortze Santín y Pedro Miguel Etxenike.

La entrevista termina, pero la tertulia sigue con un café compartido con varias integrantes de su equipo que Etxenike presenta a la joven de Barakaldo en un office del Physics Center. Allí se quedan, enredados en esa evidencia que ha quedado manifiesta en la conversación.

Mirar al pasado permite retratar la situación de la investigación científica del presente; un factor, nadie lo niega, determinante y decisivo para el futuro de una sociedad y de un país.