Ramón SOLA
DONOSTIA

«Vemos a Ibon como una linterna que se va apagando»

El servicio médico del Gregorio Marañón trasladó ayer a la familia que ven «estable» a Ibon Iparragirre, sin fiebre. Pero la sensación de quienes pueden visitarlo allí no es la misma. Para su amigo Andoni Urkiza, que estuvo el fin de semana, «es como una linterna, que cuando tiene pilas nuevas alumbra mucho, pero luego poco a poco se va apagando». Los médicos alertan de los datos de las analíticas. Para Urkiza, sus «ganas de vivir» están siendo decisivas.

Tras su hospitalización hace hoy justo una semana, el preso enfermo de sida Ibon Iparragirre sigue en una unidad de observación del Hospital Gregorio Marañón de Madrid, donde algunos allegados pueden visitarlo a diario de 17.00 a 19.00 (accediendo con mascarilla por el riesgo de infección), pero se niegan datos básicos como los resultados de las analíticas.

Igualmente escueta fue la última comunicación médica a mediodía de ayer. A la familia se le dijo únicamente que no tiene fiebre, por lo que su estado se define como estable. Sin embargo, médicos vascos que siguen con preocupación el caso señalan que dependiendo del tipo de neumonía que esté sufriendo (otra de las incógnitas) su situación vital puede complicarse mucho dadas las bajísimas defensas que tiene ya Iparragirre. La pasada semana, ante la petición de su madre –Angelita Burgoa– de los resultados, el hospital respondió que no se harán llegar «hasta que le demos el alta» y que tampoco se prevé realizarle ninguna prueba más.

Una de las personas que ha pasado este fin de semana por la habitación del Gregorio Marañón junto a los familiares es Andoni Urkiza, amigo y miembro de la plataforma Iparra Galdu Baik. Indicaba ayer tarde a GARA que Iparragirre está cada vez más débil y comparaba su situación con «la de una linterna, que cuando tiene pilas nuevas alumbra mucho, pero luego poco a poco se va apagando».

Visto el discurso que mantienen los médicos lanzando mensajes como «está bien», Urkiza atisba la intención de devolverlo a la prisión de Alcalá-Meco en el caso de que mejore un poco, lo que por otro lado no está nada claro. Fue precisamente desde la enfermería de Alcalá que comparten desde donde otro preso vasco enfermo, Manu Azkarate, llamó la atención sobre la recaída de Iparragirre, al notar una tos cada vez más inquietante. Finalmente le hicieron una placa y se determinó su traslado al hospital, el martes al Príncipe de Asturias y de ahí, un día después, al Gregorio Marañón.

Familiares se turnan bajando a Madrid para hacer las visitas. Mañana volverá a recorrer el camino desde Ondarroa a la capital española Angelita Burgoa, la madre de Ibon Iparragirre, a sus 73 años, los últimos siete con este problema a cuestas.

Instinto de supervivencia

En la comparecencia realizada en el Parlamento por representantes de los 300 médicos de la red pública que han alertado del caso, Esti Gorostiaga explicó que «cuando entregamos los informes médicos a los internistas de nuestra comarca para evaluarlos, todos nos decían lo mismo: ‘Es un caso raro, generalmente este tipo de pacientes no se suele ver, no llegan a estas fases’. Tiene una analítica penosa, es raro que no haya cogido ninguna infección, es una situación rara».

Urkiza confirma este diagnóstico con sus propias sensaciones y recuerda que Iparragirre no solo tiene sida, sino que el VIH le ha provocado problemas importantes a nivel cerebral, con múltiples implicaciones. «Está casi esquelético. Pero eso sí, Ibon tiene unas ganas de vivir terribles», añade enseguida, remarcando que el instinto de supervivencia se está imponiendo por ahora a las circunstancias médicas y la crueldad carcelaria.