Iñaki Vigor
Entrevue
Resurrección Armendariz
Restaurante Rodero

«Si quieren invitarme a comer, mi plato favorito son las angulas»

«Yo lo tengo clarísimo. Si algún día quieren invitarme a comer, pediría un plato hondo de angulas, porque me encantan. Mis platos favoritos son las angulas y la becada, acompañadas de un buen tinto, y de postre, cualquiera que esté hecho de manzana». Así de claro nos lo dice Resurrección Armendariz poco después del homenaje que recibió junto a otras damas de la gastronomía navarra.

Resurrección Armendariz, del restaurante Rodero. (Iñaki VIGOR)
Resurrección Armendariz, del restaurante Rodero. (Iñaki VIGOR)

«Fue un acto muy emotivo, muy emocionante, y totalmente inesperado. Nos dijeron a ver si queríamos colaborar, pero no me imaginaba que iba a ser para tanto», reconoce Resu en el recibidor del Rodero.

A sus 80 años de edad, retrocede varias décadas en el tiempo y recuerda los tres años que estuvo trabajando con su marido en un restaurante muy famoso de Barcelona, donde le tocó servir al mismísimo Orson Welles. «Me dijo que fuese a la cocina y le trajese un cuchillo para abrirme el corazón y ver si era tan bonito como mi cara. Otro señor me preguntó a ver si me hice daño cuando me caí del cielo. Anécdotas como esas hay muchas».

Pero también tiene claro que la clave del éxito en un restaurante es, ante todo, dar bien de comer. «Eso es fundamental –remarca-. Si la cocina funciona bien, tú sales con muchísima seguridad al comedor, puedes presumir de llevar buenos platos a la mesa. Por mucha cara bonita que tengas, el primer día los clientes te pueden perdonar que hayan fallado en la cocina, pero el segundo, no».

A finales de los años 60, su marido fue trasladado al hotel Maisonnave de Iruñea, como jefe de cocina, y un par de años más tarde abrieron su propio negocio. En 1994, el Rodero obtuvo su primera estrella Michelin, y desde entonces la ha seguido conservando hasta la actualidad.
«En aquellos primeros años, el restaurante era totalmente distinto a lo que es ahora. Los cocineros lo tenían entonces mucho más fácil, más cómodo, porque preparaban siempre los mismos platos, como menestras, chilindrones, ajoarrieros… Cuando vinimos a Pamplona –rememora Resu-, era como guisar en una casa particular. Luego mi marido empezó a introducir platos nuevos, pero era un poco difícil de asimilar por algunos clientes. Había gente que no salía de sota, caballo, rey, que pedía siempre lo mismo. En cambio, a los clientes de ahora se les ve con mucha más cultura culinaria, vienen a saborear y a disfrutar de la comida, y los cocineros lo tienen mucho más difícil».

Resu Armendariz ha estado trabajando durante 34 años en el Rodero, desde que llegó a Iruñea en el año 70 hasta que cumplió los 64 años, y aunque reconoce que le tocó trabajar mucho, presume de haber tenido una clientela muy buena y de la «estrecha relación» que tuvo con la familia real cuando Juan de Borbón estuvo dos veces en Iruñea para operarse. «He tenido la gran suerte de atender a unos clientes muy buenos, y fue muy fácil trabajar con ellos. Yo siempre he inculcado a mis hijos el respeto hacia los clientes, a tratarles lo mejor posible. Si tú respetas, ellos también te respetan. Si han comido bien y han estado bien atendidos, los clientes se van contentos y vuelven. Creo que más secretos no existen en un restaurante».

Ese afán de Resu por dar un trato educado y respetuoso también se reflejó en el acto celebrado en el Nuevo Casino de Iruñea, donde agradeció el homenaje con unas palabras en euskara, su lengua materna. Y también en euskara se despide de nosotros en la puerta del Rodero, a donde sigue acudiendo prácticamente a diario.