Asier AIESTARAN

Felipe Montoya: «Veo tantas cosas positivas que voy a patinar bien»

Nacido en Colombia pero donostiarra desde su niñez, acude a sus primeros Juegos Olímpicosconsciente de la dificultad que entraña pero con la intención de «llegar al corazón» de la gente.

El patinador Felipe Montoya, nacido en Colombia pero donostiarra de adopción –y corazón–, está listo para su debut en unos Juegos. Un reto que afronta con ilusión y mentalidad positiva, probablemente porque en su niñez nunca se le hubiera pasado por la cabeza encontrarse ante semejante oportunidad. La continuación de una historia vital y deportiva, de amor por un elemento tan hostil y cautivador al mismo tiempo como el hielo, digna de ser contada, y de ser contada bien, tal y como hacen los propios protagonistas.

«Nací en Pereira, Colombia. Cuando tenía ocho años largos, llegamos a San Sebastián. La razón por la que nos movimos fue que cuando yo tenía siete años desapareció mi padre. Nunca supimos las causas, en Colombia es habitual que pasen estas cosas. Un año después llegamos a San Sebastián», recuerda con pausa sobre un cambio de entorno que también acabaría cambiando su vida, su destino.

Porque lo suyo con el patinaje fue un flechazo, sin esperarlo se enamoró de la pista de hielo. «Yo le apunté en clases de natación, en las piscinas Paco Yoldi, y para ir allí hay que pasar justo por la pista del Txuri. Un día me dice: ‘Ama, ¿qué es eso?’. Y yo: ‘No, eso es una pista de patinaje de hielo’. Me pregunta: ‘¿Podemos entrar?’. Y yo le dije, ‘Vale, venga’. Se agachaba y tocaba la pista de hielo, que le parecía algo increíble. Nunca había visto una pista así», relata su madre, el mayor apoyo de Felipe a lo largo de todos estos años.

«El día que pisé el hielo por primera vez lo recuerdo como algo muy divertido. Yo lo recuerdo como cuando eres un niño y te llevan a una piscina de bolas de los juegos recreativos. Y tuve un sentimiento como de ‘porqué no me habían traído aquí desde el primer día que vine a Donosti’. ‘Cómo no había probado esto antes’. Fue como un juguete que le das a un niño. Cada momento que tenía libre, cada fin de semana, lo único que quería era ir a ese sitio que había descubierto», confirma el patinador, que desde entonces no pararía de progresar en una carrera deportiva con altibajos.

«Frente a una decisión»

El punto de inflexión llegó hace cuatro años, cuando se quedó a las puertas de los Juegos de Sochi. «Eramos tres los que optábamos a dos plazas, igual que este año, y me quedé a las puertas. Fui el reserva en los Juegos de Sochi. Y en ese momento me vi frente a una decisión. Continuar cuatro años más, o dejar aquello, estar el tiempo que quisiera e irme a hacer shows, o buscar un trabajo de diseñador gráfico… Plantearme la vida de otra forma. En ese momento me dije: ‘tengo que hacer esto, porque me lo pide el corazón’».

Una apuesta que ha tenido el premio de poder acudir a Pyeongchang. «Siempre intenté ponerme objetivos a corto plazo. Hasta el punto de que cuando supe la puntuación del chico con el que competía no me salía más que llorar, de la emoción que tuve. Como si te fueras acercando a un precipicio. En el momento que dijeron que iba a los Juegos entré en shock», recuerda con gran emoción.

Felipe Montoya es consciente de que no será fácil acercarse a los mejores, pero quiere dejar su sello en el programa corto de mañana (02.00, hora de EH). «Yo no ofrezco cuádruples en mis programas, que se supone que son los saltos más valorados. Pero también hay otra parte que cuenta mucho al final, intentar llegar al corazón de la gente que te está viendo. Es bastante importante y pesa mucho», esgrime como argumento para ponerse en valor.

O como remata él mismo: «Nunca he estado en unos Juegos, ni cerca. Sé que todo me va a impresionar, que todo va a hacerme sonreír. Me voy a llenar de tantas cosas positivas que voy a patinar bien. Cuando estoy rodeado de alegría, me sale eso por naturaleza». Que así sea.