
El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, ha logrado el «permiso» de Azerbaiyán para establecer una fuerza de paz conjunta ruso-turca que controle el alto de fuego en Nagorno Karabaj.
«Turquía participará junto con Rusia en una fuerza de paz que observará y controlará la aplicación del acuerdo», ha anunciado Erdogan en un discurso televisado en el Parlamento turco, en el que se ha vanagloriado de que «Karabaj ha vuelto a ser un hogar seguro bajo la sombra de la Media Luna».
Ya el martes por la noche, la presidencia turca señalaba en un comunicado que Erdogan defiende la creación de un centro de control ruso-turco tras una conversación telefónica con su homólogo ruso, Vladimir Putin.
Por contra, la portavoz de la diplomacia rusa, Maria Zajarova, ha matizado que dicho centro de observación ruso-turco «tendrá su base en territorio de Azerbaiyán» y «no tiene nada que ver» con las fuerzas de interposición rusas que han comenzado a ser desplegadas hoy mismo en Nagorno Karabaj tras la llegada de los primeros aviones que desplegarán a 1.960 soldados, 90 blindados y 380 vehículos militares al enclave.
Este contingente se irá desplegando a medida de que las fuerzas armenias se retiren de una serie de distritos que el acuerdo devuelve a Azerbaiyán.
Tras forzar a su firma, sobre todo a Armenia –Azerbaiyán sale ganando, aunque no todo lo que quería, como ocurre en toda guerra–, Rusia se confirma como el gran mediador en el espacio post-soviético, y con el despliegue de sus fuerzas de interposición refuerza su presencia militar en el Cáucaso –ya contaban con una base militar en Armenia, sin olvidar los protectorados de Abjasia y Osetia del Norte.
Y llega a Nagorno Karabaj para quedarse, si atendemos a que las fuerzas de interposición rusas en territorios post-soviéticos como la república no reconocida de Transnistria siguen allí desde 1991.
¿Y Turquía?
Mientras los analistas debaten sobre hasta qué punto ha podido haber o no en Karabaj un cambio de cromos entre Ankara y Moscú sobre Siria y Libia, está claro que la Turquía de Erdogan sale reforzada.
Y todo apunta a que Rusia lo asume como consecuencia del nuevo orden mundial. Un orden en el que a EEUU, de momento con Trump, ni se le ve ni se le espera. Y en el que el Estado francés, con su importante diáspora armenia y su litigio con Turquía, es el gran perdedor.
Un hecho, el de que Washington y París, miembros del Grupo de Minsk, hayan quedado totalmente descartados de cualquier tipo de mediación en el conflicto, que alegra sin duda a Moscú. Aunque para ello tenga que soportar las ínfulas de Ankara.

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