Iker Fidalgo
Crítico de arte

La pintura es más que pintura

El arte contemporáneo forma parte de un sistema compuesto por múltiples capas en el que, sin duda alguna, la pieza artística es el punto de partida y también de llegada. Desde la cuestión comisarial y expositiva a la propia gestión administrativa, pasando por el análisis historiográfico o la crítica. Todo este engranaje avanza hacia diferentes ritmos y direcciones pero guardando una interrelación indispensable para su supervivencia. Desde este punto, conviene que valoremos las maneras en las que el arte es contado. Aquellas formas desde las que se nombra, se define y se construye una narrativa en torno a este campo.

Cuando hablamos de las distintas disciplinas que están presentes en los procesos creativos, es inevitable referirnos a las habituales, pintura, escultura o fotografía. Sin embargo, es peligroso caer en posibles inercias que nos hagan simplificar demasiado cada una de ellas. Los modos de hacer no son los que definen los contenidos. Por tanto, la manera de enfrentarnos a ellos no podrá ser nunca igual. No toda la escultura, por el hecho de ser escultura, nace de los mismos lugares. No toda la pintura, por sí misma, debe ser leída con una única óptica. Una de las cuestiones más ricas del arte contemporáneo es que pertenece a su propio tiempo. La posición desde donde se propone es más que un mero planteamiento técnico o una apuesta plástica. En su identidad se encuentran preguntas, reflexiones, dudas o miedos. Asuntos que forman parte de la experiencia de la vida y que nos son tan propias como necesarias.

El pasado 20 de noviembre el Museo Guggenheim de Bilbo inauguró una de las grandes exposiciones de este curso. ‘Kandinsky’ es uno de los nombres más relevantes del siglo XX y pasa por ser representativo del desarrollo de las vanguardias artísticas. La relación de Vasily Kandinsky (Moscú, 1866 - Estado Francés, 1944) con Solomon R. Guggenheim, propició que muchas de sus piezas engrosaran los fondos de la colección de la fundación creada en 1937 bajo el nombre del filántropo estadounidense. Desde ellos se compone esta muestra que realiza un recorrido retrospectivo en torno al legado del artista ruso. La exposición se divide en tres etapas en las que podemos disfrutar de los inicios pictóricos quizá menos conocidos que sus famosas formas geométricas. En la primera parte, el uso del color y la pincelada orgánica nos traslada a una pintura que huye de la mera representación y que investiga el uso de las formas y pigmentos sin las ataduras del realismo. Más tarde, su implicación en el equipo docente de la escuela Bauhaus coincide con un periodo en el que investiga desde la abstracción geométrica y el uso de las formas básicas como el triángulo, el círculo o el cuadrado, dando lugar a muchas de las piezas más reconocibles hoy en día. En la recta final de su vida su obra se trasladó hacia otras experimentaciones entre el formato y la técnica. Encontramos entonces trabajos influidos por su interés por las ciencias naturales muy cercanos a las maneras del surrealismo. Hasta el próximo 23 de mayo podemos acudir a las instalaciones del centro para poder acercarnos a una de las figuras más icónicas del arte del siglo pasado.

El pasado 18 de marzo, el museo Gustavo de Maeztu de Lizarra inauguró una exposición alrededor de la figura de Rafael Ruiz Balerdi (Donostia, 1934 - Altea, 1992). La muestra consta de 15 piezas cedidas por la Galería Altxerri, diez óleos y cinco trabajos sobre papel. Todos ellos forman parte de la etapa de madurez de Ruiz Balerdi, quien pasa por ser uno de los fundadores del grupo Gaur. El inconfundible manejo del color y la abstracción pictórica están presentes en esta exposición que podrá visitarse hasta el 16 de mayo.