Iker Fidalgo
Crítico de arte

Aprender a escuchar

El oído humano es capaz de percibir cierto tipo de sonidos. Las frecuencias que pueden ser captadas por nuestro sentido auditivo se encuentran identificadas y organizadas en función de los tonos. Pero como es obvio, no solo lo que oímos es lo que suena. Existen diferentes variables fuera de lo que se llama el espectro audible y se organizan en ultrasonidos (más agudos) e infrasonidos (más graves). Por tanto, en nuestro día a día suceden muchas más cosas que las que somos capaces de oír. Aun así, como sociedad tomamos como sistema de referencia nuestras propias capacidades y construimos nuestras relaciones en torno a lo que conocemos. Esto a veces nos lleva a confundirnos y a pensar que nuestra manera de oír el mundo, es la única. Lo que no se puede oír, no existe.

Estamos ante una posición que acarrea un peligro claro y es pensar que no hay más sonidos que los que conocemos y lo más grave, es que nos educamos bajo esta perspectiva. Este razonamiento se puede aplicar a muchos aspectos. En el ámbito cultural, los discursos dominantes son capaces de armar las estructuras que sustentarán su hegemonía, omitiendo y silenciando la diversidad que realmente existe. Lo peor de esta imposición es que hace desaparecer del discurso oficial cualquier matiz y que todo lo que no encaja acaba siendo excluido de aquello que asumimos como la verdad absoluta. A lo largo de la historia del arte las mujeres han permanecido invisibilizadas hasta el punto de hacernos creer que simplemente no existieron mujeres creadoras o que su papel ha sido asumir protagonismos supeditados a la carrera de un artista hombre. Esta consecuencia de un sistema gobernado por una masculinidad que impregna cada uno de sus recovecos aún no ha sido paliada. Queda mucho camino por recorrer para darnos cuenta de que, aunque no las oigamos, hay voces que empezaron a hablar hace mucho.

A finales de abril, el Museo de Bellas Artes de Bilbo inauguró la exposición titulada ‘Womanology’. La muestra está compuesta por obras pertenecientes a una colección particular que a lo largo de los años ha ido conformando un nada desdeñable abanico de algunas de las artistas más relevantes de los siglos XX y XXI tanto del panorama internacional como estatal. Si bien las colecciones no tienen por qué representar un criterio comisarial concreto, en este caso las más de 40 piezas proponen un recorrido por nombres de la talla de Marina Abramovic, Ana Laura Aláez, Louise Bourgeois, Carmen Calvo, Ángela de la Cruz, Tracey Emin, Jenny Holzer, Donna Huanca, Cristina Iglesias, Barbara Kruger, Elizabeth Peyton, Dora Salazar, Monika Sosnowska, Tatiana Trouvé, Azucena Vieites o Kara Walker. Como es de esperar con tamaño elenco, las piezas abarcan múltiples disciplinas, desde la obra sonora, el vídeo, la instalación artística o la obra gráfica. Hasta el 5 de setiembre tendremos una gran oportunidad de acercarnos al trabajo de una serie de nombres imprescindibles en el devenir del arte contemporáneo.

Dora Salazar (Altsasu, 1963) presenta hasta el 22 de julio en la Galería Vanguardia de Bilbo, ‘Piezas de salón: a vueltas con el monumento’. Una propuesta que se asienta en las raíces más identificables de lo escultórico para crear un proyecto que en la galería funciona prácticamente como una instalación conjunta. Una reflexión desde la propia práctica artística que nos lleva de nuevo a viejos conocidos como la peana, la figura clásica y la solemnidad de los materiales pesados. Múltiples figuras de diversos tamaños y motivos se disponen a modo de muestrario. Algunas incluso directamente sobre el suelo intentando renunciar a su propio estatus. Todas ellas esperan pacientes a ser visitadas, como si hiciera falta una mirada hacia lo anterior para poder seguir avanzando.