Sergio Iglesias

El día en que bailar volvió a ser legal

Un año y siete meses después, se acaba esta pesadilla de ver los conciertos sentados. Por fin podemos disfrutar de la música en vivo como hay que hacerlo: bailando, saltando y gritando. Para celebrarlo, nos acercamos al Bilbao Arena para disfrutar de la primera jornada de este especial BBK Live.

El público de Miribilla pudo disfrutar del primer concierto de pie y bailando. (Monika DEL VALLE / FOKU)
El público de Miribilla pudo disfrutar del primer concierto de pie y bailando. (Monika DEL VALLE / FOKU)

8 marzo de 2020. Micky and The Buzz y La Perra Blanco en Nave 9. Este había sido el último concierto que había visto en condiciones normales, de pie, bebiendo y, sobre todo, bailando… y mucho.

Un año y siete meses es demasiado tiempo, y se ha hecho muy larga esta travesía por el desierto a la que nuestros gobernantes nos han sometido, secuestrando la cultura y la música en directo y condenando a las personas que trabajan en ello a sobrevivir, esperando el momento que, por fin, parece haber llegado.

Y es que hoy ha sido el primer día de esta nueva época, el primer día en que, de verdad, hemos podido disfrutar de la música en directo desde que toda esta pesadilla cambió nuestras vidas.

Así que la primera jornada de esta edición especial del BBK Live que había preparado la promotora bizkaina Last Tour International, se presentaba como una oportunidad inmejorable para desquitarnos de todos estos meses sin bailar: Venturi, Novedades Carminha y The Hives… Casi nada.  

Aprovechando la oportunidad

Los primeros en salir fueron Venturi, joven banda madrileña que aprovecharon la ocasión para presentar sus dos discos hasta el momento: ‘Mi estúpida opinión’ y ‘No puede ser peor’, ambos publicados por el sello Oso Polita. Nunca es sencillo abrir un festival como este y tocar a primera hora, por lo que ante una escasa audiencia («Somos pocos, pero sabios», se reivindicaron), los de Malasaña lo dieron absolutamente todo, a sabiendas de que no es fácil estar en un escenario como el del BBK Live, aunque sea en estas extrañas circunstancias y aunque Miribilla no sea Kobetamendi.

Así que, desde el primer acorde de la intro, se mostraron como una banda perfectamente compenetrada y, con esa mezcla de garaje, punk y ritmos bailables, que lo mismo nos transportan a Tequila que a The Killers, se metieron en el bolsillo a todo el público. Fueron varias las ocasiones en que agradecieron la oportunidad y destacaron orgullosos que era «el primer concierto en Euskadi con la gente de pie».

Con temazos como ‘Bruce Banner’, ‘Cuál es mi socio’, ‘Vámonos al centro’ o ‘Paro mi caballo’ era fácil que la gente se arrancara a botar y así fue hasta la apoteosis final con ‘Darveider’. A destacar también la pandémica versión de ‘Autosuficiencia’ de Parálisis Permanente, que da igual quién la haga, que siempre funciona, y la presentación en directo del último tema que han sacado,  ‘Tranquilísimo’, que se mueve en la onda de lo que ahora se llama ‘música urbana’, con un rollo ‘cani’ callejero brutal. En fin, que la tarde-noche comenzaba estupendamente.

El grupo ideal para un día especial

Con una sonrisa de oreja a oreja, nos acercamos a tomar algo a la zona habilitada para ello (sí, otra brillante idea de nuestros mandatarios, la de apartar a la gente que se quiere tomar una cerveza en un lugar de escasa visibilidad), justo antes de que se escuchara grabado el ‘Vas a alucinar’ de DNI, precursores del rap en el Estado, que anticipaba la salida al escenario de Novedades Carminha, una banda que nunca deja a nadie indiferente y que se antojaba como el grupo ideal para un día tan especial.

Porque, si se trata de bailar, nadie mejor que estos gallegos, cuya trayectoria es digna de estudio, como ejemplo de lo que significa adaptarse a los tiempos y a los nuevos sonidos, y de lo importante que, en esto de la música, es tener la mente abierta. Ellos, que empezaron siendo considerados los sucesores de sus paisanos Siniestro Total, han sabido evolucionar desde el punk, pasando por ritmos garajeros hasta crear un sonido propio e identificable que mezcla el funky y los ritmos discotequeros, sin renunciar a herramientas como el autotune o los sintetizadores.

El setlist se basó, sobre todo, en sus dos últimos álbumes de estudio, ‘Campeones del mundo’ y ‘Ultraligero’, pero adaptándolos a un formato clásico de guitarra, bajo, batería y teclados, al que, últimamente, han sumado unas percusiones que dan un rollo tribal muy chulo a estas composiciones.

La verdad es que, personalmente, me sorprendió muy gratamente este concierto, en el que el público ya se desinhibió por completo y no paró de botar y bailar ante todo lo que iba sucediendo. Los gallegos pasaban de los ritmos más bailongos de ‘Te quiero igual’ (no me cansaré de repetir que «aunque te gusten los planetas como a todos los puretas, yo te quiero igual» es una de las frases más brillantes que jamás se han escrito), al ska de ‘Campeones del mundo’, los sonidos sudamericanos de ‘Cariñito’ o el rockabilly más ñoño de ‘Chispas relax’, mientras Carlangas, cantante del grupo, no paraba de arengar a las masas para que siguieran bailando… ¡como si hiciera falta mucho!

No faltaron himnos imprescindibles de la banda como ‘Lento’ o ‘Ya no te veo’, la canción que, en su momento grabaron con Dellafuente, esa oda contra el postureo que es ‘Antigua pero moderna’, y terminando con ‘Verbena’ y ‘Dame veneno’, probablemente la más punk del repertorio. Repito, imposible elegir mejor una banda para animar el cotarro a cualquier hora y en cualquier lugar y, en mi opinión, el mejor de los tres conciertos.  

Éxtasis colectivo

El plato fuerte de la noche, obviamente, eran The Hives, la banda sueca que nunca defrauda. Perfectamente trajeados en blanco y negro, los de Fagersta salieron a comerse el escenario. «Come on!», retumbaba en un Bilbao Arena donde ya hacía horas que nos habíamos olvidado de que hubo un día en que existieron unas restricciones que nos prohibían bailar y disfrutar de la música en vivo.

Y es que The Hives son un auténtico seguro en directo, un grupo que puede pasarse años sin sacar un disco nuevo, que da igual, porque ya hace tiempo que tienen al público entregado. Una a una, fueron cayendo grandes perlas, como la imprescindible ‘Main offender’, ‘Walk idiot walk’ con su riff ochentero machacón, o esa locura punk que es ‘Good samaritan’.

Per Almqvist, hiperactivo cantante de la banda, interactuó con el público durante todo el concierto y bajó del escenario en varias ocasiones. El ‘frontman’ sueco ejerció como un maestro de ceremonias que no calló ni un solo segundo y que, entre canción y canción, alargó en exceso algunos interludios para recordar repetidamente en inglés y en castellano que «después de dos años, por fin volvía a ser legal bailar en los conciertos».

Esta excesiva verborrea de Almqvist tal vez pudo afectar al ritmo de un concierto que, a decir verdad, si no fuera precisamente por estos discursos, habrían ventilado en media hora. Y es que, como decimos,  los suecos son una auténtica apisonadora en vivo, una máquina perfecta de disparar trallazos que se contagian en el público, consiguiendo llegar a un éxtasis colectivo que sólo ellos pueden lograr.  

Un bolo que, tras las presentaciones de rigor y el final apoteósico con ‘Tick Tick Boom’, daba por concluida una noche en la que los aficionados a la música en directo por fin volvimos a ser libres para despertar de esta pesadilla de sillas en los conciertos. Ahora sólo falta que nos quiten la mascarilla. Ya queda menos.