Sergio Iglesias

¡…Y seguimos bailando!

Segunda jornada de este especial BBK Live en la que se notaba una mayor presencia de público y un ambiente diferente. Tras el subidón de la jornada inaugural, la del viernes se presentaba como una oportunidad idónea para seguir bailando con El Columpio Asesino, León Benavente y Mando Diao.

Actuación de El Columpio Asesino. (Monika DEL VALLE / FOKU)
Actuación de El Columpio Asesino. (Monika DEL VALLE / FOKU)

¿Cómo dejar de bailar ahora que, por fin, nos han liberado? Obviamente era imposible, y no lo íbamos a hacer. Así que, con todas las ganas nos acercamos al Bilbao Arena de Miribilla a seguir gozando, sabiendo que la que se nos venía encima era de órdago, por lo que, a buen seguro, nos iba a venir muy bien el calentamiento del día anterior con Venturi, Novedades Carminha y The Hives.

«Como un perro reventado en el arcén»

Abrieron fuego El Columpio Asesino, que llegaban con muchas ganas de reencontrarse con su público bilbaino. Los navarros hicieron un repaso a la última parte de su carrera en orden inverso, es decir, empezando por su último disco publicado, ‘Ataque celeste’, y siguiendo con su anterior ‘Ballenas muertas en San Sebastián’, para completar el repertorio con temas de ‘Diamantes’, el trabajo que les dio a conocer definitivamente ante el gran público.

Comenzaron, como decimos, repasando ‘Ataque celeste’ con el tema que da título al trabajo, y que sirvió para ir avisando a la gente de que la cosa ya había empezado y que iba a ser muy seria. Enseguida, Cristina se hizo la dueña absoluta del escenario con los ritmos funkys de ‘Huir’ y la oscuridad de ‘Preparada’.

Oscuridad… esa es la palabra clave y lo que resume lo que hacen El Columpio Asesino, son como ese «perro reventado en el arcén» del que hablan en ‘Floto’: algo que te atemoriza, casi macabro, pero que no puedes dejar de mirar… es una sensación extraña la que transmiten, algo magnético. A destacar, por cierto, algo que se nos pasó ayer, que es la excelente calidad del sonido en ambas jornadas, de lo que me he acordado, recordando cómo se me metía dentro el sonido del bombo en cada pisada de Albaro, algo que se repetiría en los siguientes bolos.

Tras una breve presentación en la que, como es lógico, se congratulaban de volver a estar en Bilbao y con la gente bailando, pisaron el acelerador para repasar las canciones de ‘Ballenas muertas en San Sebastián’, empezando por ‘Babel’,  el subidón de ‘La lombriz de tu cuello’ antes de la distópica historia que da nombre al álbum o uno de los que mejor sonaron: ‘Entre cactus y azulejos’, («Te has dejado acunar / pobre imbécil / Dime hacia dónde vas / Rey del cacareo / ni montas ni pones huevos / Príncipe estirado por la noche/Aspirante a sombra por el día»…una genialidad absoluta).

De la parte de ‘Diamantes’ nos quedamos con los riffs rabiosos y los ritmos machacones de batería en ‘Corazón anguloso’, que sonó poco antes de acordarse de su excelente ‘De mi sangre a tus cuchillas’ del que tocaron ‘Floto’, una canción de aquella época en que el sonido de la banda no estaba todavía definido y lo mismo podían recordar a The Cure, Los Planetas, o incluso, a los últimos Piratas.

Fiesta por todo lo alto con el final apoteósico con el que siempre terminan los conciertos de El Columpio Asesino, ese infalible ‘Toro’ que, ya hace diez años, les puso en el lugar que se merecen. Una manera inmejorable de empezar la noche.

Los verdaderos cabezas de cartel

León Benavente demostraron ser, por méritos propios, los verdaderos cabezas de cartel, aunque el orden de los conciertos dijera lo contrario. Era muy evidente que la gran mayoría del público se había acercado al Bilbao Arena a verlos a ellos. Y es que esta superbanda es absolutamente infalible, lo tienen todo: un cantante carismático, un grupo de músicos virtuosos, garra, energía y, lo que es más importante, tienen canciones… algo que puede sonar a perogrullada, pero no lo es, porque una canción no sólo debe ser una melodía y una letra, sino que una canción debe decir algo, y en este caso, las canciones de León Benavente dicen mucho.

No nos referimos solamente a las canciones con un mensaje político, como pueden ser ‘Tipo D’, ‘Gloria’ (“Por qué nos corroe la envidia? ¿A santo de qué tanta fiesta? ¿Por qué se intenta evitar todo lo que molesta? […] Tengo la cara que merezco, tengo el país que me merezco”), ‘La Ribera’, esa crítica al inmovilismo de la gente ante los abusos del poder (“Aquí la cosa está que arde, por increíble que parezca, no hemos tenido bastante, en una mano una pistola y en la otra la ley Corcuera”) o su contrapunto con ‘Celebración. Siempre adelante’, que insta a la gente a organizarse, sino que también tienen bellísimas canciones que hablan de amor sin recurrir a la cursilería fácil, como ‘La piedra que flota’, divertimentos que cuentan la fiesta del día anterior como ‘Anoche salí’ o sentidos homenajes como ‘Ánimo valiente’.  

Todas ellas sonaron en el bolo y, por cierto, pido disculpas si ha quedado demasiado largo este discurso sobre la lírica en León Benavente, pero sería injusto no destacarlo. Aunque igual de injusto sería obviar las virtudes musicales que tienen todos los miembros de la banda, así como su capacidad para enganchar con el público, sobreponiéndose incluso, como en el día de hoy, a problemas técnicos que obligaron a parar durante un rato el concierto.

Algo que no iba a ser inconveniente para que acabaran en todo lo alto una actuación que, de principio a fin, se desarrolló a un ritmo trepidante y sobrada de energía, culminando con la colaboración final de Cristina de El Columpio Asesino, que volvió al escenario para cantar ‘Ser brigada’, con la que se despedían de un público que acabó exhausto ante tal demostración de poderío. Sin duda, el concierto de la noche, seguido de cerca por el de El Columpio.

El frío que llegó del norte

Y es que, el que se presentaba como el concierto principal de esta segunda jornada, Mando Diao, sin ser una mala actuación, dejó un poco frío al público. Supongo que no tiene que ser sencillo salir al escenario después del torbellino provocado por las bandas que les habían precedido y, aun así, los suecos salieron con ganas, empezando con un potentísimo ‘Black Saturday’ al que siguió otro clásico como ‘One Last Fire’, que prometían más de lo que luego pudimos ver.

A pesar de que el líder de la banda, Björn Dixgard, intentará conectar con el público a lo largo de todo el concierto, pidiéndole palmas y coros, como en ‘Down in the past’,  la propia elección del repertorio no ayudó demasiado a que la gente se sintiera a gusto, ya que, justo cuando parecía que, por fin, la gente estaba entrando en el rollo, la cosa se volvía a venir abajo con una balada que no venía a cuento, por muy bonita que sea ‘Ochrasy’ y por más que la voz de Dixgard sea maravillosa. Peor aún fue cuando en el bis colaron un lentísimo ‘Long long way’ totalmente fuera de lugar.

A ver, tampoco quiero que se me entienda mal, Mando Diao no son un mal grupo, ni mucho menos, mola esa mezcla de rock con ritmos bailables que hacen, y es de ley incidir en el listado de temazos que sonaron a lo largo del bolo destacando, sin duda, ‘Long before rock and roll’ sobre todos los demás, pero simple y llanamente, la gente ya no estaba para ellos a esas horas  de la noche. A lo mejor la solución habría sido colocarlos al principio… no lo sé, y tampoco quiero seguir insistiendo, porque me estoy metiendo en un bosque del que veo que me va a costar salir. Así que sólo diré que Mando Diao sí… pero hoy no. En fin, que así terminaba este día 2 de nuestra nueva vida. Sí, seguimos bailando. Y espero que dure.