Iñaki Zaratiegi
CRíTICA: CONCIERTO DE MARIZA

Luminosidades lusas

Intérpretes: Mariza (voz); más Luís Guerreiro (guitarra portuguesa), Carlos Ferreira (guitarra), Adriano Santos (bajo), João Macedo Freitas (batería), João Frade (acordeón). Fecha: 30-11-2021. Lugar: Auditorio del Kursaal (Donostia). Asistencia: unas 1.000 personas. Precio: 40 euros.

La cantante lusa Mariza. (NAIZ)
La cantante lusa Mariza. (NAIZ)

Difíciles están los tiempos para la farándula internacional, con no muchos artistas que se atrevan a sortear enésimas oleadas víricas y pre invernales turbulencias meteorológicas. Por ejemplo, la luso-mozambiqueña Maria dos Reis Nunes, quien ya en el 55 Jazzaldia de 2020 fue una de las pocas caras extranjeras en las noches de la Plaza Trinidad.
Mariza ha cruzado de nuevo la raya fronteriza para aterrizar en un Kursaal que ya había visitado en otras dos ocasiones, celebrando ahora el vigésimo aniversario de su andadura artística y el centenario del nacimiento de Amália Rodrigues, con su reconocimiento a la madre del fado en el disco y gira ‘Mariza canta a Amália’. 
Se sigue apoyando en un quinteto bastante joven y sin fisuras y protagoniza un espléndido espectáculo de dos horas, apto para cualquier público. Porque la espigada intérprete es desde hace años la gran diva moderna del genero atlántico, pero dosificando el purismo fadero en su repertorio.
El eco de Amália es protagonista directo en el introito a la fiesta, con la clásica ‘Estranha forma de vida’, reciclada de manera impecablemente íntima, pero el guión introduce a continuación un ‘Semente viva’ escorado rítmicamente al tango, con el acordeón melódico haciendo de bandoneón.
La estructuración del set list sitúa luego dos juergas casi pop para volver a un elegante recogimiento en ‘Lágrima’ y ‘Meu fado meu’.
Con una concesión ‘comercial’ al castellano (‘Alma’), la sofisticada vocalista deja después largo espacio al minimalismo folk a dos guitarras recreándose en títulos plenos de intimidades con una personal gestión de los silencios. El amplio guateque que va anunciando el final es una generosa ración de variedades a la portuguesa, una contagiosa fiesta en la que la protagonista rubrica su bien desarrollado y muy profesional papel de diva entertainer.

Pero se suponía que estábamos recordando a Amália y su adelantada alumna volvió a la dulzura melancólica para cerrar sesión mayor con el noble ‘Ó gente da minha terra’, escrito por la dama mayor del fado, pero que nunca grabó. En el bis, la sedosa ‘Insensatez’, del brasileiro Jobim, fue un suspiro intimista con el solo apoyo del acordeón. Y la despedida con ‘Barco negro’ rejuntó la melancolía (‘dentro do meu peito, estás sempre comigo’) alegre y la alegría tristona de las músicas lusitanas.
Enteramente madura en sus registros vocales, milimétricamente conjuntada con sus compañeros instrumentistas, simpáticamente comunicadora, seductora artista escénica, aquella Mariza que hizo sus pinitos en la taberna familiar Zalala de la Mouraria lisboeta es hoy la atractiva embajadora del alma cantora atlántica.