Iker Fidalgo
Crítico de arte

Afrontar la realidad

Somos parte de un contexto. Vivimos en lugares marcados por lo que sucedió antes de que llegáramos y somos responsables, en parte, del futuro al que nos dirigimos. Pertenecemos entonces a un tiempo que ha sido moldeado por un desarrollo social fruto de la época que vivimos. Todo lo que acontece a nuestro alrededor es el paso siguiente de algo que ya estaba en marcha. Es por eso por lo que es tan necesario el concepto de memoria. Entendiéndolo por un lado como un recuerdo de lo que ya ha sucedido y, por otro, como una resistencia al olvido. Ambas acepciones, aunque parecen similares, se diferencian en una cuestión: una es una forma de convivir con el pasado, otra una posición política que nos define como parte de una sociedad. La única manera de mirar al futuro es no olvidar nunca aquellos caminos transitados, sus errores, sus injusticias y sus carencias. En este ejercicio, el arte es sin duda uno de los aliados más firmes. Su capacidad para trascender en el tiempo y ser leído desde diferentes ópticas, le permite reivindicarse e interpelarnos directamente con cuestiones que de otra manera podrían perderse.

El arte nos ayuda y nos desafía a no olvidar aquello de lo que somos parte. Mientras los ritmos vitales de nuestro día a día basados en la productividad y el consumo se esfuerzan en homogeneizar nuestras inquietudes y necesidades, la creación artística nos permite encontrar callejones que nos apartan de las avenidas principales. Todo para entrar en lugares que, aunque a veces parezcan más oscuros, son mucho más reales que aquello que se nos pretende mostrar.

El Centro Museo de Arte Vasco, Artium de Gasteiz, inauguró a finales del pasado octubre una exposición a cargo de la artista alavesa Txaro Arrazola-Oñate (Gasteiz, 1963). ‘Una magnífica explotación’ podrá visitarse hasta el próximo 13 de marzo y cuenta con Xabier Arakistain en el rol comisarial. La trayectoria de Arrazola-Oñate está marcada por un claro compromiso social y asentada en una práctica feminista, lo que la ha llevado a desarrollar proyectos de diversa índole y resolución formal. En esta ocasión la exposición nos acerca a casi 30 años de dedicación de esta artista multidisciplinar a través de una serie de pinturas iniciadas en la década de los 90. El paisaje es el gran tema de la muestra y la creadora lo aborda desde una sensibilidad pictórica marcada por un fuerte protagonismo de lo gestual. En la sala, la presencia de la disposición de las piezas denota la contundencia de un trabajo que se ha ido labrando desde diferentes ejes pero con líneas que lo conectan entre sí. Encontramos telas de gran formato pintadas con paletas muy marcadas por el blanco y negro, los sepias e incluso los colores con poca saturación y gran presencia del gris.

Muy interesantes las piezas tejidas que, a modo de patchwork o collage de tela, se expanden con una pretensión casi escultórica en la pared que las acoge. Nos topamos frontalmente con representaciones de paisajes sucios, postindustriales e incluso con asentamientos precarios. Intuimos cableados, lonas que son tejados y construcciones de chapa y uralita. Todo acaba por componer un relato en el que se nos mezclan casi como en una visión onírica, referentes visuales que nos llevan hacia la desigualdad, las situaciones extremas y la crueldad de la intemperie. ‘Una magnífica explotación’ nos enfrenta a realidades que forman parte de nuestro mundo. A imágenes que saturan los medios pero que parecen ser inocuas para nuestra conciencia. El arte desde su lenguaje propio nos ayuda a ser parte de ellas y nos obliga a poner nuestra piel en juego.

El Centro Cultural Montehermoso de Gasteiz dio por iniciada su temporada expositiva el pasado 13 de enero con la inauguración de ‘Para apropiar un lugar’ a cargo de Ane Berganza (Bilbo, 1999). Berganza es la primera de las artistas que pasarán por la sala alavesa como parte del programa de difusión de proyectos artísticos que el centro desarrolla junto a la UPV/EHU y será hasta el próximo 13 de febrero que podremos visitar su proyecto.