Iñaki Zaratiegi

Apuesta agroecológica en bici de Tutera a Málaga

La filmación ‘De Quijotes y semillas’, que cierra la trilogía ‘Toma tierra’, es una road movie en bicicleta entre la Ribera navarra y Andalucía, proclamando la agricultura y gastronomía ecológicas, codirigida por Patxi Uriz y Jordi Matas.

Marín y Cordón, en la ‘Verducleta’.
Marín y Cordón, en la ‘Verducleta’. (ARBORETUM)

‘Hijos de la tierra’ ganó un premio Goya en 2016 y ‘Los últimos de la Mejana, rebeldía y esperanza’ logró la Biznaga de Plata al Mejor Largometraje Cinema Cocina y el Premio Especial del Público del Festival de Málaga del año pasado. Junto al posterior documental ‘De Quijotes y semillas’ forman la trilogía ‘Toma tierra’. La nueva filmación se proyecta este martes en la 18ª edición del Suncina (Festival Internacional de Cine del Medio Ambiente) de Gasteiz y se podrá ver también el jueves 24 en la Filmoteca de Nafarroa, en el ciclo de cine y agroecología ‘Bibliotecas y semillas’.
 El relizador Patxi Uriz Domezain (Gares, 1964) está detrás de esas obras. La primera en codirección con Axel O'Mill Tubau, especialista en vídeos rockeros. La última con Jordi Matas, que cuenta con trabajos como ‘Calella, 50 anys de turismo’ (2003), ‘Mares de risa. Barcos de piedra’ (2012) o ‘Nómadas refugiados’ (2016).

El reportaje sobre las huertas de la Mejana tudelana lo protagonizó el cocinero tudelano Santi Cordón, que había estudiado agricultura ecológica en los huertos municipales Arboretum de Marbella. Cuando comunicó la noticia a su amigo el permacultor sureño Alberto Marín, este le lanzó un reto: «Tan ecologista que eres, ¿por qué no te vienes hasta Andalucía en tu bicicleta, sin polucionar, en plan Greta Thunberg?».

A un ribero no se le desafía y Santi aceptó, pero con la condición de que su amigo se añadiera al pedaleo desde la orilla del Ebro y aquel se animó. El transporte de Cordón era el popular monociclo ‘verducleta’, que el eco cocinero usaba para tareas pedagógicas de intención ecológica por las escuelas. Hubo que reciclarla a tándem y añadirle un carro delantero para transportar verduras y semillas porque el reto era viajar sin utilizar dinero, aceptando en los pueblos contactados previamente sólo alimentos y alojamiento y utilizando semillas como moneda de cambio para fomentar la soberanía alimentaria y animar a la gente a cultivar sus hortalizas.


Surcos de esperanza


¿La hazaña de casi mil kilómetros fue una quijotada? Patxi recuerda que «teníamos de título ‘Un viaje de cine’, pero cuando llegamos a Pozoamargo, último pueblo de Cuenca antes de entrar en la Mancha, alguien nos había mandado una poesía que decía que Santi y Alberto eran unos Quijotes y la ‘verducleta’ su Rocinante con la que ‘abrían surcos de esperanza y sembraban semillas de vida’. Después de tantos encuentros con aquella gente de los pueblos pensamos que lo suyo sí que era quijotismo y cambiamos el título».

Trazaron un mapa de contactos y pidieron a los ayuntamientos un local para proyectar el documental sobre la Mejana y organizar degustaciones con productos de la zona de temporada. De los 22 días que tenían de plazo para llegar a Málaga lo consiguieron en 15 pueblos. Pero el 10 de marzo, el Festival comunicó que la alarma del covid obligaba a aplazarlo. 
Les quedaban cuatro días de marcha y decidieron acabar la aventura y organizar el recibimiento que se pudiera. Uriz reconoce que el parón de la pandemia les vino bien para poder hacer filmaciones adicionales. Y cuando por fin se hizo el Festival les dieron un segundo premio por detrás de un documental andaluz sobre el atún. En la edición de 2021 su nueva propuesta ‘De Quijotes y semillas’ ganaría el primer premio y el del público.


La cámara de la abuela


Aquella Instamatic con un flash de cuatro bombillas, cada una para una sola foto, era pura magia. Se la compró su abuela a un Patxi aún chaval. Entró en el colectivo Fotóculo del pueblo, que tenía un local municipal, con cuarto oscuro de laboratorio y proyector y pantalla de diapositivas. Después tuvo una Canon y empezó a «cacharrear y cogerle el gusto». Vivió en Iruñea, viajó a Perú, donde conoció a Jesús López de Dicastillo, que fue presentador en EITB de ‘Dr. Livingstone, supongo’, quien le contó que vivía de hacer reportajes y se dijo: «¿se puede vivir de viajar y hacer fotos por el mundo?». Acabó residiendo en Catalunya e intentando ese sueño por medio orbe.

Acumula más de cuarenta países visitados tras bautizarse como fotógrafo en un viaje de 1996 a los Balcanes del que salió la exposición ‘Los frutos de la guerra’. Ha trabajado como fotoperiodista de gentes, naturaleza o gastronomía con exposiciones como ‘Tahití y sus islas, mito y realidad’, ‘Kumano, el camino nipón’ o la colección ‘Viajes & Emociones’.
En 2008 ganó el premio National Geographic con la foto de una boda campesina en Camboya y tiene otro par de premios gastronómicos internacionales. Ha escrito los libros ‘La cultura del vino’ y ‘Navarra a la carta’ (premiado en Londres) o trabajado en el documental ‘Penitencia’, de Pili Múgica, sobre el sistema penitenciario. Tras colaborar en otras iniciativas ultima la filmación ‘Siete grandes para siete pequeños’ sobre la visita de siete reconocidos escritores a otros tantos pueblos turolenses dentro del programa ‘Mi pueblo lee’. En 2020 creó la Agencia Phototext.
 ¿El suyo es cine militante ecologista? «Mi leitmotiv es que la gente coma platos con historia, que conozca la trazabilidad del producto. En el documental sobre la Mejana aparece el proyecto piloto en escuelas infantiles en el que se hace el círculo de que los agricultores ecológicos surten las verduras que comen los pequeños, que reciclan los restos para el huerto de la escuela, una educación muy importante. Aunque se contaminen con la masiva publicidad de productos industriales tienen ya ese gusto por la verdura desde críos».

Patxi se suscribió muy temprano a la revista ‘National Geographic’ («la biblia del fotógrafo, que publicaba imágenes de Steve Mc Curry y compañía»), cita como referencia a clásicos como Cartier Bresson y ama especialmente la fotografía de Cristina García Rodero (‘España oculta’). «Me interesa sobre todo la foto que humaniza los paisajes, sacar un lugar bonito, pero mejor con personas que viven en ese entorno».

Los tractores no cagan


Su proyección internacional no le ha hecho perder la pulsión de chico de pueblo. «Mi padre era agricultor y tenía que ayudarle a regañadientes, prefería el frontón. Pero eso hizo mella y cuando fui fotógrafo y viajé por el mundo buscaba mostrar lo que se que cultiva, los mercados, la cocina de temporada… Porque hay que comer productos no ya de kilómetro cero sino de metro cero». 
¿Qué es la permacultura que practica su amigo hortelano malagueño? «Un modo de agricultura sostenible que engloba al ser humano. Entender la naturaleza con la mínima agresión a la capa fértil de la tierra. No trabajando más abajo de 15cm, la capa donde se reúnen los fertilizantes, utilizando paja que mantenga la humedad o separando las heces de los orines humanos para usarlos como grandes fertilizantes».  

A propósito de fertilizantes, Santiago Santiveri, (fundador de Casa Santiveri, que murió con 101 años), le dijo que ‘los tractores no cagan’. «Buena reflexión sí. Hace poco me entrevistaron en una radio en Barcelona, se lo conté al locutor, no entendía la lógica y me decía ‘¿y eso qué tiene que ver?’. Que siga paseando por las Ramblas…».

En la conversación telefónica con Patxi desde Mataró surge el recuerdo del proto ecologista ribero Mario Gabiria, que legó el lema ‘Navarra abundancia’. Pero ¿abundante también en purines de granjas de cerdos? «Sí, donde sopla el cierzo ‘cerdal’ con fragancia de macro granja. Unos animales que viven hacinados y toman más antibióticos y medicinas que los humanos, que luego nos los comemos. Sus residuos van a la capa freática y contaminan los acuíferos. Hay que insistir en que la gente debe conocer la trazabilidad de los productos, que coma animales que han tenido una existencia más feliz. Dicen que crean puestos de trabajo, pero el dinero real lo ganan cuatro, no los pueblos, que deben valorar la ganadería pastoril, sus terneros o corderos sanos».    

Suele el realizador puentesino recordar que su amigo druida Terry le dijo ‘algún día la naturaleza se puede vengar del daño que le hacemos y acabar con todos nosotros’. O el aviso de Einstein: ‘cuando se acaben las abejas se acabará el mundo’. ¿Habría que tirar de ‘verducletas’ para que la humanidad espabile?
«Es que en Estados Unidos importan ya abejas de Argentina y Chile. Por eso creo que volver la vista a los pueblos es importante, y además fácil. En el documental que he grabado con escritores en Teruel el alcalde del pueblo Libros me decía que les pedían 15.000 euros por engancharse a la fibra óptica. Lo sacamos en Prensa y lo han conseguido gratis. ¿Cómo vas fomentar que la gente tele trabaje en los pueblos? ¿Que hay mucha casa abandonada? Que bajen los impuestos o el IBI para poder vender, alquilar… Hay iniciativas como el Banco de Tierras de Barcelona que contacta a gente con terrenos que no puede seguir con otra más joven que esté interesada en trabajarlos. Existen muchas herramientas para que la gente pueda volver a los pueblos, que es donde reside la autenticidad humana».