Nora Franco Madariaga

Música seria

Quartetto Adorno. Obras de D. del Puerto, C. Debussy y L. van Beethoven. Donostia, Museo San Telmo. 25/08/2022.

La formación Quartetto Adorno.
La formación Quartetto Adorno. (Quincena Musical)

Los miembros del cuarteto salían ayer jueves puntualmente a escena, algo cohibidos, con un aviso previo: la compañía aérea había extraviado sus maletas y no estaban convenientemente ataviados. Será por aquello del proverbial sentido de la moda italiano, pero habían improvisado un atuendo uniformado «low cost» que no tenía nada que envidiar al traje formal de muchas otras agrupaciones, lo que ya dice mucho de la seriedad de los cuatro jóvenes integrantes de este cuarteto de cuerda.

Y así, no tan aparentes como hubieran querido, pero tremendamente solemnes, comenzaron el último de los conciertos del ciclo de música de cámara de la Quincena de este año con un programa en un orden cronológico inverso muy poco habitual –pero muy inteligentemente decidido–, que abría con una obra de estreno absoluto del compositor madrileño David del Puerto: un cuarteto muy expresivo que dibuja paisajes sonoros muy diversos, desde atmósferas neblinosas hasta luminosas y animadas estampas, pasando por coloridas y pintorescas escenas, utilizando como hilo conductor el tema inicial caracterizado por unos sonoros pizzicatos del cello. Interesantes, también, los pasajes de textura homofónica marcados por enérgicos motivos rítmicos que imprimen a la obra una sensación constante de vertiginoso avance.



La segunda obra de la velada, el Cuarteto de cuerda en sol menor de Debussy, comenzó con embriagadoras y descriptivas melodías que, pese a estar escritas en un lenguaje muy distinto del de la obra anterior, guardan con éste características comunes que hicieron la transición entre ambas piezas muy orgánica y fluida. Al igual que en la composición de Del Puerto, los primeros movimientos de Debussy fueron interpretados con mucha –casi excesiva– presencia sonora, con un sonido muy sólido y consistente de gran definición e intensa cualidad tímbrica –como si tocaran con demasiada seriedad–. Afortunadamente, el tercer movimiento doucement expressif –dulcemente expresivo– permitió apreciar en un hermoso ambiente intimista el exotismo de las escalas y el colorido de las armonías. El cuarto movimiento comenzó con ese mismo ánimo para pasar enseguida, a través de un vertiginoso crescendo, a los aires de los primeros movimientos –aunque sin abandonar completamente el espíritu ensoñador del tercero– para acabar con un vital y extrovertido final.

El tercer cuarteto de la velada –el primero de los Cuartetos Razumowsky de Beethoven– continuó con ese lenguaje fluido la transición entre autores y épocas, dejando claro que el repertorio de la velada estaba muy meditado y acertadamente escogido. Sin embargo, Beethoven presenta en esta obra un carácter marcadamente romántico que anticipa en cierto modo el estilo de la Sinfonía Pastoral. De gran virtuosismo, el exceso de vehemencia quitó gracia e intrascendencia al scherzo del segundo movimiento, pero de nuevo el tercer movimiento –adagio–, ejecutado con mayor suavidad y dulzura, permitió apreciar la calidad de su sonido, la precisión de sus arcos, el direccionado fraseo, la ligereza de sus vibratos, la agilidad de sus digitaciones, la redondez y liviandad de los acompañamientos y el canto de sus melodías. Y, aunque esa forma tan seria de tocar sea su sello distintivo, donde realmente alcanzaron su cima interpretativa fue en los pasajes de mayor lirismo. El cuarto movimiento, con su tema ruso de aire folklórico de ritmos intrincados, con las voces persiguiéndose como en un pillapilla, puso el broche de oro a un programa denso y complicado.

El scherzo del cuarteto n.14 de Schubert Der Tod und das Mädchen –La muerte y la doncella– como propina no hizo sino demostrar que, desde luego, estos jóvenes intérpretes italianos se toman en serio lo que hacen.