«El Faquir nació un año después que Hervé Vilard, en 1947, y, según afirma el escritor –esto Pharos no podría saberlo de ningún modo–, parece ser que grabó en una villa del barrio del Antiguo la que quizá sea su primera canción registrada; la grabación es de otoño de 1966, antes incluso de su primer disco, realizada en un aparato adquirido por un conocido que solía frecuentar a los miembros de su grupo de baile. Cuenta el escritor que no fue nada premeditado, que se trató de un divertimento improvisado medio en broma, y a Pharos esto le gusta, porque es entonces cuando el cantante da lo mejor de sí: cuando no se toma demasiado en serio a sí mismo». De esta manera asoma, por primera vez, Imanol Lurgain en la novela de Harkaitz Cano ‘Fakirraren ahotsa’ (Susa).

A través de la ficción, el relato nos guía a través de la intrincada senda que una vez recorrió Larzabal y que partió de su afición por cantar entre amigos, de colaborar con ETA a finales de los sesenta y que se prolongó hacia la inevitable huida a Baiona y de ahí a París antes de retornar a Euskal Herria tras la amnistía de 1977.

A partir de esta etapa, la ruta se volvió confusa, en un escenario cambiante en el que el cantautor fue señalado tras participar en un concierto homenaje a Dolores Gonzalez Katarain, Yoyes. Lurgain y Larzabal fueron coincidentes en su gran pasión por la música y en compartir una tramoya agitada que definía la compleja figura de uno de ellos, si nos atenemos a los territorios de lo real: Imanol Larzabal. Un artista que siempre fue coherente con sus convicciones y sus contradicciones.

De su exilió tras el proceso de Burgos y su posterior abandonó de ETA seis años después, Larzabal trajo una maleta repleta de anhelos y sueños creativos que lo llevaron a París y a Burdeos y fue entonces cuando ambos ‘Imanoles’ conocieron a otros tantos Georges, Moustaki y Brassens.

El 7 de julio de 1985, Joseba Sarrionandia e Iñaki Pikabea entraron a formar parte del equipaje sonoro y clandestino de Imanol tras el concierto que realizó aquel día en la cárcel de Martutene. De esta forma, la leyenda se instaló en las entrañas de unos bafles y ello derivó en otro enigma que siempre acompañó a dicha secuencia, el momento preciso en el que Sarrionandia le pudo haber entregado a Imanol su poema ‘Oroimeneko portua’.

​‘Kantatzen du kantuz’

En plena conmemoración del 75º aniversario de su nacimiento, la figura de Imanol quiere ser recordada como la de un gran poeta que, a través de su poderosa y muy reconocible voz, legó para la posteridad un extenso cancionero que ha sido recopilado por Elkar bajo el título ‘Imanol: Kantatzen du kantuz’.

Para este dicho-libro, Anjes Valdes, especialista en música, ha sido el encargado de realizar esta antología compuesta de 40 canciones recopiladas en dos cds y que abarcan toda su trayectoria, comenzando por los temas políticos y sociales de los años 60, continuando con su aportación al cancionero tradicional y terminando con sus piezas de poemas clásicos y contemporáneos.

Según explicó el propio Valdes «el título de la antología alude directamente a su canción ‘Kantatzen du kantuz’, cuya letra es de Jon Mirande y es una canción de amor. El amor es, al fin y al cabo, lo que une todas las expectativas de las personas, lo que todos buscamos, al fin y al cabo. A través de este título he querido expresar su oficio, su afición y su meta que era conseguir abrir el camino hacia el interior de las personas».

‘Mendian gora’, ‘Ilun-ikarak’, ‘Mayo’, ‘Maitiak galdegin zautan’, ‘Ausencia’, ‘Nire euskaltasuna’, son algunas de las canciones que encontramos en este recopilatorio en el que Imanol contó con las colaboraciones de músicos habituales como Karlos Gimenez y Txema Garcés y en los que también participaron las voces de artistas como Paco Ibañez y Amaia Zubiria, entre otros.

Por otro lado, el libro que acompaña a esta antología incluye los textos de Elixabete Garmendia, Karlos Gimenez, Felipe Juaristi y el propio Anjel Valdes y nos sitúan a Imanol y a su trabajo en el entorno cultural y político de la época.

Concierto y documental

Imanol Larzabal era apodado ‘El Faquir’ porque dormía boca arriba, con los brazos cruzados sobre el pecho y en canzoncillos. Se decía de él que era muy seductor y que tenía un gran ego y que ello le llevó a protagonizar secuencias como la que tuvieron lugar en Donostia, cuando no contento con tener a su disposición la sala pequeña del Kursaal, pidió el cubo grande y ello se saldó con un gran telón negro que cubrió los asientos que no fueron ocupados.

También se afirma que estaba condenado a no encajar bien en un contexto de masas y que su apuesta política le llevó a ser señalado por unos y utilizado por otros.

En el año 2000, cansado de la presión que se ejerció sobre su persona, el cantautor y poeta donostiarra abandonó su ciudad natal y cuatro años después, falleció a la edad de 56 años a causa de un derrame cerebral en el rincón que eligió para su autoexilio, Orihuela.

Dentro de los diferentes actos que se celebrarán en el 75º aniversario del nacimiento de Imanol, se ha hecho especial hincapié en la kantu jira que se celebrará este 12 noviembre en su barrio del Antiguo que, acompañada de trikitilaris, partirá a las 12.00 de la plaza Benta Berri donde se ubica un mural dedicado a su figura y se dirigirá hasta la sociedad Txirain, donde a las 14.00 se realizará una comida popular.

A ello se sumará un concierto especial impulsado por la agrupación 'Imanolen lagunak' en el que participarán músicos y cantantes como Amaia Zubiria, Olatz Salvador, Maria Amolategi, Olatz Prat, Joxan Goikoetxea, Txema Garcés, Iosune Marin, Telmo Trenor y Beñat Mujika, entre otros, que aportarán sus versiones de diferentes temas extraídos de su repertorio.

Dicha cita, bajo el título ‘Imanol Oroituz’, tendrá lugar el mismo 12 de noviembre en Lugaritz Kultur Etxea y a partir de las 19.00. Un día antes, este 11 de noviembre, a las 19:00 horas y en el mismo escenario, se proyectará ‘Imanol: Azken kortzertua’, un documental dirigido por Javier Gutiérrez y realizado y montado por el donostiarra Iñigo Kintana, que a lo largo de sus 70 minutos de duración, repasa la trayectoria del creador y cantante, centrándose sobre todo en su aportación cultural.

Sobre este documental, su realizador –Iñigo Kintana– explicó que «es una especie de cuaderno de viaje que parte desde el Antiguo y que se prolonga en el exilio, haciendo escala en París. También recogemos su regreso a Euskal Herria y sus escalas en Madrid y etapa final en Orihuela. A través del testimonio de las 19 personas que aparecen en el documental también se construye un itinerario vital, político y creativo».