Iraia Oiarzabal
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Entrevue
Teresa Maldonado
Profesora y activista feminista

«El feminismo es transformación y por eso tiene que hacerse entender»

En su obra ‘Hablemos claro’ Teresa Maldonado (Bilbo, 1966) analiza la retórica feminista, abordando esta tarea desde la autocrítica y su experiencia como militante. Un trabajo que invita a la reflexión y por el cual ha recibido recientemente el Premio Euskadi de Literatura en la categoría de Ensayo.

Teresa Maldonado
Teresa Maldonado ((Marisol RAMIREZ / FOKU))

No es tarea sencilla tratar de señalar los errores del movimiento al que perteneces y hacerlo de forma constructiva. Es lo que ha tratado de hacer Teresa Maldonado en su libro ‘Hablemos claro’. «Es una reflexión que me cuesta un poco hacer en público porque no deja de ser una crítica a algo que creo que las feministas hacemos un poco mal a veces», reconoce. En esta entrevista desgrana la reflexión que hace sobre el uso del lenguaje por parte del feminismo. Partiendo de la idea de que «quien quiera acercarse al feminismo tiene que introducirse en debates que son complejos», defiende que la transformación social que plantea el feminismo implica que ha de hacerse de manera comprensible para  poder sumar en ese objetivo.  

En primer lugar, felicidades por el Premio Euskadi de Literatura por su obra ‘Hablemos claro’. Además, este año y por primera vez, los siete premios han recaído en mujeres. ¿Cómo recibe este reconocimiento?

Se está comentando bastante el que fuéramos todo mujeres. Me gustaría aparentar indiferencia porque cuando han sido todos hombres, que no se si ha sido así alguna vez pero es muy probable, esto no se comentaba. Estará bien el día que sea indiferente porque ya no existe discriminación por sexo o género.

En su obra analiza los usos del lenguaje sobre todo por parte del feminismo. ¿Qué le lleva a esta reflexión?

Es una reflexión que tiene mucho de autocrítica y que yo la llevo a cabo desde mi condición de militante feminista. Es una reflexión que me cuesta un poco hacer en público porque no deja de ser una crítica a algo que creo que las feministas hacemos un poco mal a veces. Precisamente mi condición de militante y el estar participando desde dentro en las campañas y debates del movimiento feminista, hace que perciba muy de primera mano esas cuestiones que comento en el libro y que me resultan, por decirlo de una forma suave, cansinas. Me parece agotador observar el lenguaje que utilizamos las feministas muchas veces. O bien porque utilizamos esas jergas crípticas que no entiende nadie o bien porque repetimos como mantras sintagmas, frases hechas, lugares comunes... Eso demuestra que no hay pensamiento ahí detrás y habla mucho más de nosotras que del mundo que pretendemos analizar.

¿Quiere decir que puede caer en el riesgo de falta de contenido?

Sí, el contenido queda en segundo plano porque lo que importa es marcar con mucha claridad quiénes somos, a qué grupo o subgrupo pertenecemos... Es marcar la pertenencia. Todo el mundo cuando habla, de alguna manera expresa a qué tribu social pertenece pero me parece que en el feminismo se estaba dando un exceso y además una falta de diferenciación de registros. No podemos usar el mismo lenguaje si defendemos una tesis doctoral en la universidad que si hacemos un manifiesto para leer en una manifestación. En estos últimos casos tenemos que buscar un lenguaje que sea comprensible.

Dice que «la retórica se nos ha ido de las manos». ¿Cree que este riesgo de incomprensión puede influir en que la gente se acerque o aleje del feminismo?

El feminismo es una lucha política y necesita que la gente la apoye masivamente. Y para apoyar algo hay que comprenderlo. A veces no se si tenemos ese prurito de que somos una vanguardia minoritaria que tira del resto y entonces queremos mantener ese perímetro un poco exclusivo, un poco VIP. No lo sé, es una hipótesis que lanzo ahí.

El feminismo es una propuesta muy plural pero tiene un núcleo duro netamente político que quiere incidir en la realidad para transformarla y mejorarla. Entonces necesita hacerse entender. Y necesita también no dejar de ser pensamiento crítico. No puede ser la mera repetición de frases hechas que habrá que matizar. El pensamiento necesita matices y entrar en detalles pequeños. En un eslogan de manifestación lo que haces es brocha gorda y el pensamiento necesita un pincel más fino.

Por poner un ejemplo. Cuando hablábamos en términos de reparto del trabajo y el empleo, creo que es un eslogan muy claro. Es suficientemente complejo porque nos permite diferenciar que no todo el trabajo es empleo remunerado y nos permite luego explicar cosas que no son evidentes a primera vista. Se tiende a pensar que trabajo y empleo es lo mismo y no lo son. Y el feminismo lo ha puesto de manifiesto. No es lo mismo decir ‘en defensa del reparto del trabajo y el empleo’ o decir ‘en contra el estado cisheteropatriarcal’. Con el segundo estás hablando para tu grupito, para las que ya están iniciadas.

 

«Una de las cosas que hace el feminismo es crear conceptos que permitan alumbrar zonas de la realidad que estaban en la sombra. Lo que pasa es que la velocidad a la que estamos creando conceptos nuevos es inasimilable»


¿Cómo conjugar esa labor más teórica con la lucha en la calle?

No es fácil. El feminismo tiene un nivel de desarrollo muy grande ya en muchas ramas del saber y ha desarrollado una jerga propia como conocimiento especializado. Últimamente pasa menos pero hace unos años te ponías a discutir con alguien que no había leído o reflexionado al respecto te daban ganas de decir “mira, vete, lee un poquito y cuando hayas leído vienes y hablamos”. Hay una parte que es inevitable. Quien quiera acercarse al feminismo tiene que introducirse en debates que son complejos.

Por eso dedico algún párrafo a explicar que no es lo mismo hermetismo que dificultad. Yo lo que critico es ese querer utilizar un lenguaje que parece apto solo para iniciadas. Eso no quiere decir que a veces no haya textos que hay que abordar con tranquilidad, a veces releyéndolos, porque son cosas que nos hacen pensar. El pensamiento necesita también un tempo y vivimos en una sociedad hiperacelerada por efecto del capitalismo en su fase ultraneoliberal. Vivimos en un mundo de mensajes y estimulación perpetua que no permite el sosiego y la paz que necesita el pensamiento en general y el feminista en particular.

En ese mundo hiperacelerado, las tecnologías y redes sociales son un factor importante.

Las redes sociales imprimen un estilo a los debates públicos y eso me parece lamentable. En los debates intrafeministas por desgracia tenemos buena muestra de ello. Por ejemplo en el debate de la prostitución o el debate de las identidades. Hay debates, claro, pero las redes sociales no son un espacio propicio para ello.

Habla de la influencia del transfeminismo y de la teoría queer en el uso del lenguaje. ¿En qué sentido?

El transfeminismo y la teoría queer son dos de las muchas ramas que tiene el árbol del feminismo hoy. Yo no me reclamo ni transfeminista o del activismo queer pero si que reconozco que son formas de feminismo, aunque hay algunas compañeras que ya las sacan del perímetro de lo que es feminismo. Me parece que eso es un error. Reconozco que el transfeminismo y la teoría queer han aportado y de hecho creo que tiran de algunos hilos que están implícitos en cualquier planteamiento feminista. Luego puedes compartir o no las conclusiones a las que llega.

Creo que son de las corrientes feministas que tenían muchos boletos para utilizar el lenguaje de esta manera tan rebuscada. Parece que la máquina de hacer conceptos nuevos se ha puesto en marcha y sin acabar de utilizar un término, se queda obsoleto. Esto es un poco contradictorio con otra cuestión: una de las cosas que hace el feminismo es crear conceptos nuevos que permitan alumbrar zonas de la realidad que estaban en la sombra, como la violencia machista o la feminización de la pobreza. Nombrar es alumbrar. Lo que pasa es que la velocidad a la que estamos creando conceptos nuevos es inasimilable.

El feminismo ha ganado en diversidad. Convergen diferentes generaciones, realidades socioeconómicas, está la cuestión de la inmigración... Todo ello en un movimiento que sigue avanzando a nivel discursivo. ¿Cómo aunarlo?

Se teoriza sobre lo que se hace en la calle. El feminismo es una retroalimentación entre teoría y práctica. La práctica militante feminista genera conocimiento y el conocimiento también revierte sobre el activismo. Una cosa es la academia y otra las organizaciones feministas. Algunas autoras apuntan a que quizá se han academizado demasiado los movimientos feministas alejándose de la calle. Yo creo que tenemos que saber en qué registro estamos en cada momento.

En plena ofensiva ultraderechista-conservadora, ¿cree que existe peligro de perderse en discusiones?
Siempre he defendido el debate intrafeminista, me parece enriquecedor. Pero creo que ahora es momento de aparcar muchas de las diferencias que tenemos entre feministas y dedicarnos a lo esencial, a contrarrestar el cuestionamiento global del feminismo que supone la ultraderecha. Es mucho más lo que creo que seguimos teniendo en común todas las feministas y creo que es una obligación moral y política defender las conquistas que el feminismo ha traído a la vida de todas las personas.

 

«Creo que ahora es momento de aparcar muchas de las diferencias que tenemos entre feministas y dedicarnos a lo esencial, a contrarrestar el cuestionamiento global del feminismo que supone la ultraderecha»


Desde su experiencia militante, ¿qué lectura hace del momento actual en el feminismo?

Durante muchos años hemos sido minoritarias, con un esfuerzo militante muy grande. Muchas nos sorprendimos cuando vimos aquellas grandes movilizaciones hace unos años. Hace no tantos años decir que eras feminista era una cosa terrible. Aquella gente que decía, yo no soy ni feminista ni machista y esas cosas. De repente hay un éxito brutal. No es fácil entender por qué ha pasado eso, seguramente haga falta un poco más de distancia histórica. Es producto de trabajo de hormiga de muchos años. Las militantes feministas hemos estado incidiendo durante muchos años en nuestras familias, en nuestros entornos laborales, entre amigos... Esto ha ido generando como unos acuíferos subterráneos que de repente se han juntado en una gran riada.

A la vez esto nos tiene un poco descolocadas. Creo que a veces tenemos esa nostalgia de la vanguardia minoritaria incontrolada que fuimos. De forma inconsciente, por supuesto. Claro que queríamos ser muchas pero a veces pasa esto del feminismo difuso. Pasa como con el gas, que cuando se expande abarca un espacio más grande pero pierde en intensidad. Yo creo que es para felicitarnos el éxito del feminismo, pero eso no quiere decir que no siga siendo necesario incidir en la realidad para transformarla. Y eso no se logra solamente yendo a manifestaciones, hay que mantener la actividad y la presión del movimiento feminista en el día a día. Y eso no es fácil en una sociedad tan hedonista.