Arnaitz Gorriti
Kirol-erredaktorea, saskibaloian espezializatua / redactor deportivo, especialista de Baloncesto

Ibon Navarro, el químico que quiso ser entrenador y ha terminado convertido en alquimista

El técnico gasteiztarra llegó de rebote a Málaga, tras haber sido él mismo destituido de Morabanc Andorra. Sin embargo, de su mano Unicaja no solo ha ganado el título de Copa, sino que ha vuelto a a la primera fila del basket. Ibon tiene su primer título como entrenador jefe y ha dejado su sello.

Ibon Navarro ya es un entrenador jefe que sabe lo que es ser campeón.
Ibon Navarro ya es un entrenador jefe que sabe lo que es ser campeón. (M. POZO - R. POZO | ACB PHOTO)

Ibon Navarro llegó a Málaga de rebote. Su periplo con Morabanc Andorra acabó con el técnico gasteiztarra destituido y con el posterior descenso del conjunto andorrano a la LEB Oro, mientras que Unicaja había echado poco antes a Fotis Katsikaris, en el triste deambular del conjunto andaluz de estos últimos años, cada vez más lejos de una élite continental que en su día, logrando meterse en la Final Four de Atenas 2007, rozó con los dedos.

Ejerciendo de entrenador ayudante, Ibon Navarro ganó las Ligas ACB de 2008 y 2010 –con aquel «¡Navarro, tira del carro!» que le dedicó Fernando San Emeterio desde la balconada de San Miguel–, como segundo de Neven Spahija y Dusko Ivanovic, respectivamente, así como la Copa de 2009 –precisamente ante Unicaja–. Pero como primer entrenador, el gasteiztarra ha tenido un deambular más tortuoso, siendo el haber jugado dos semifinales de la Eurocup con Morabanc Andorra su principal logro, amén de haber dirigido a Saski Baskonia –donde entró casi al asalto tras el fulminante cese de Marco Crespi–, Manresa, UCAM Murcia y Morabanc Andorra, antes de irse a Málaga, a reflotar un Unicaja en horas bajas.

Solo tres jugadores repiten en Unicaja respecto del año pasado: el donostiarra Darío Brizuela, Jonathan Barreiro y Alberto Díaz. Tres cupos, dos de los cuales, Díaz y Brizuela, vivían en sus carnes el inesperado oro de un Eurobasket destinado a priori a selecciones como Serbia, Eslovenia, Grecia o Francia. El resto, caras nuevas; es decir, la necesidad absoluta de establecer un nuevo orden en el plantel. Entrenador nuevo, nuevos jugadores, nuevas jerarquías... Una limpia sin paliativos en la deriva de un Unicaja que buscaba empezar casi de cero y, en honor a la verdad, verlas venir en la competición doméstica mientras ponía la mayoría de sus huevos en el cesto de la FIBA BCL.

Algo más que un título

Suele decirse que en la pretemporada, aparte del acondicionamiento físico y estratégico de la plantilla, hay que «crear la química» del grupo. ¡Qué mejor entrenador que un Licenciado en Ciencias Químicas! Cuando la realidad da pie a los juegos de palabras y conceptos, estos salen solos, pero lo cierto es que Ibon Navarro ha conseguido algo que hace un año parecía impensable: que Unicaja haya vuelto al primer plano.

Pero no por este título de Copa. A las órdenes del funcionario de prisiones y poeta Joan Plaza, la escuadra malagueña conquistó, a sangre y fuego, la Eurocup de 2017, arrebatándosela a Valencia Basket en La Fonteta, en una remontada increíble por parte malagueña, mientras que los entrenados por Pedro Martínez –que aquel 2017 acabarían segundos en la Copa y la Eurocup, para resarcirse ganando la primera Liga ACB de su palmarés– colapsaban en una catatonia sideral.

Aquel triunfo no devolvió a Unicaja a ningún altar, por más que al año siguiente jugase la Euroliga. El estilo de su baloncesto era rocoso, espeso, con cemento y más cemento como única propuesta de juego. Su único brote verde real llegó en la Copa de Málaga de 2020, semanas antes de los confinamientos. Con Luis Casimiro en el banquillo y un espectacular Jaime Fernández, los malagueños brillaron en cuartos de final ante el Basket Zaragoza de Porfi Fisac, y barrieron al Andorra de Ibon Navarro en semifinales. Pero los tendones de Aquiles de Fernández dijeron basta y en la finalísima el Real Madrid sacó a los andaluces de la pista: 68-95 y vuelta al purgatorio.

«Es arduo abrirle de pronto la puerta y decirle: Vámonos, vamos a encontrarnos con otra soledad, con otro desamparo. Y aunque se trate de un querido desamparo», escribe Mario Benedetti en el relato «Recuerdos Olvidados», y como si fuesen el trasunto de esos Lucía y Fernando –golpeados, derrotados, exiliados, solos...–, Unicaja e Ibon Navarro se han encontrado no ya en la Copa, sino en una temporada en la que la escuadra malagueña ha vuelto a incrustarse en el Top 8 de la Liga ACB y cumple con paso firme también en la Liga de Campeones, después de que el año pasado un energético Manresa los apeara en cuartos de final.

«Yo quiero darte mi soledad, que es lo único que verdaderamente poseo. Y voy a dártela ahora», sentencia Lucía en el momento en que Fernando y ella dejan de ser dos seres huidos de Uruguay –él– y Chile –ella– que se encuentran en Madrid, para pasar a formar una pareja. Insegura, temblorosa y quizá condenada a no ser la octava maravilla, pero una pareja. En los albores de la Copa de Badalona 2023, nadie apostaba un real por Unicaja, que tenía que vérselas con el hasta entonces vigente doble campeón del torneo del KO, un Barcelona que llegaba en un momento de meter el turbo en su propuesta física. Y nunca, desde aquel triple errado de Mike Ansley en el cuarto partido de la final de la Liga ACB 1993/94; nunca Unicaja había derrotado al Barça en una eliminatoria directa –excepto en los cuartos de final de la Euroliga de 2006/07, con el triple decisivo aquel de Pepe Sánchez–.

«El jueves tenemos un buen toro que torear», resumía Ibon Navarro en la rueda de prensa posterior al partido que Unicaja perdía en la prórroga frente a Saski Baskonia. Más parecían importarle al técnico gasteiztarra la derrota ante su exequipo y la lesión de Yankuba Sima, una lesión que volvía a dejarle el puesto de pívot en cuadro, después de la grave lesión de rodilla que poco antes había sufrido Augusto Lima.

«Matagigantes»

Darío Brizuela y Kendrick Perry son un peligro... principalmente para sus rivales. El base y el escolta tienen la canasta entre ceja y ceja y si tienen el día de cara, hay que atenerse a las consecuencias.

Y ante el Barça lo tuvieron: 27 puntos para el donostiarra, pese a los preocupantes días que había estado viviendo a cuenta de la salud de su hijo recién nacido, y 22, incluyendo la canasta ganadora, para Perry.

Pero para llegar al 87-89 final Unicaja debió remar mucho y superar desventajas de más de 10 puntos ante un Barça que iba con todo y jugaba con cierta suficiencia, sabedor de que si quisiera, le podía dar una vuelta de tuerca más a su propuesta.

Si hubo un equipo que jugó muy cerca de su límite, ese fue el malagueño, con Ibon Navarro tratando continuamente de evitar desaguisados a la hora de cerrar el rebote, tratando de impedir la conexión checa entre Vesely y Satoransky, o evitar que Laprovittola, Higgins y Mirotic se liberaran para entrar en racha y decir adiós, muy buenas.

Cierto, el Palau Olìmpic iba en bloque con los malagueños, pero eso por sí mismo no basta. Unicaja aguantó las embestidas culés y hasta algunas extrañas decisiones arbitrales, como por ejemplo un par de canastas de Brizuela que no tuvieron validez o no fueron sancionadas como acción continuada.

Y sin embargo, saltó la liebre: 87-89 después de la canasta final de Kendrick Perry y los tiros libres errados por Laprovittola. Unicaja se quedó muy cerca de batir al Barça en los cuartos de final de la Copa de 2021, y pese a los 33 puntos de la «mamba» donostiarra Brizuela, caía por 103-93 en el tiempo extra. Esta vez eran los malagueños quienes pasaban...

...Para vérselas con el Real Madrid. Si no quieres taza, ten taza y media. Resultado final: 82-93, con el dúo Kravish-Osetkowski frenando la sangría reboteadora que el Real Madrid había propinado en cuartos a Valencia Basket. Un 2,20 como Eddy Tavares se iba con solo dos rebotes capturados y Unicaja, pese a la ausencia de sus pívots, se imponía bajo los aros, amén de vivir un día casi perfecto en el triple, con 14 de 27 desde la larga distancia. Ojo, y con Brizuela anotando un único punto en todo el partido y con Kendrick Perry físicamente tocado.

«Orgullo»

¿E Ibon Navarro? El pasado Eurobasket tuvo una inesperada estrella en los banquillos: el seleccionador italiano Giarmarco Pozzeco. Una de las muchas imágenes icónicas que dejó fue su «pelea» con los servicios de seguridad del Mercedes-Benz Arena de Berlín en el partido de octavos de final ante Serbia, luego de que hubiera sido expulsado por doble técnica, motivo por el cual debió abandonar la cancha.

Pero antes y después de aquella «hazaña bélica», sorteando no menos de una docena de vigilantes, sus celebraciones como si de un «tifosso» se tratase –con la corbata aflojada y descentrada, sin chaqueta y la camisa medio fuera de los pantalones– formaron parte del show baloncestístico, sin que por ello Italia jugara nada mal; más aún, la comunión de los jugadores con Pozzeco resultó total, con una identificación como si de otro jugador más se tratase.

¿Qué tiene que ver esto con Ibon Navarro? Demasiado. El técnico gasteiztarra se quitó la chaqueta conforme avanzaba la semifinal ante el Real Madrid y se fue desatando cuando su equipo empezó a tomar la manija del duelo ya en el tercer cuarto. La imagen más clara fue un «dos más uno» de Osetkowski sobre Tavares, después de que el jugador malagueño le hubiera arrebatado el rebote ofensivo al caboverdiano. Unicaja adquiría en aquel entonces una ventaja de cinco puntos, 43-48, pero lo cierto es que anímicamente el cuadro andaluz se sentía disparado, así como su entrenador.

Ibon Navarro es un buen estudiante. Es un buen estudiante como lo indica su licenciatura en Ciencias Químicas y su horrible odio a perder, aunque sea al solitario, y por eso intenta aprender de sus errores. Como mayor ejemplo, él mismo confesó en un vídeo editado opor Saski Baskonia que en su segundo año de carrera suspendió todas las asignaturas.

«No saqué tiempo para estudiar porque entrenaba en Liga Vasca con los ‘Coras’ –Corazonistas–, era entrenador de la selección vasca cadete, ayudante de la selección cadete alavesa, entrenador de la selección infantil alavesa... no tenía tiempo para estudiar. Y en junio no aprobé absolutamente ninguna asignatura. Recuerdo que me puse dos cartulinas enormes en la puerta de mi habitación. En una ponía ‘Recuerda que no has aprobado ni una’, y debajo otra cartulina entera donde ponía bien grande ‘Orgullo’. Por eso, cada vez que cerraba la puerta y me daban ganas de marcharme porque hacía calor o porque mis amigos estaban en la piscina o lo que sea, me fijaba en las cartulinas de la puerta y seguía estudiando».

El gasteiztarra renunció a un empleo estable en una importante empresa en el sector para dedicarse a su pasión. «Químico lo serás toda tu vida, pero si esto es lo que verdaderamente te llena...», dice su madre. El gran Xabier Añua, por su parte, pronosticaba ya en septiembre un éxito que, aun y todo, quizá ni un optimista empedernido como él podía prever. «Es un chico de una preparación muy grande. Un día me preguntó si debería dedicarse al baloncesto, yo le dije que siguiese de Ingeniero y al día siguiente fichó por un equipo. No me hizo ni caso... (risas). Como persona tiene una capacidad impresionante para relacionarse con la gente, eso no quita para que sea muy exigente. Lo mejor es que es muy constructivo y eso es lo que va a hacer: reconstruir el equipo».

Químico lo será toda su vida, pero ahora, gracias a su trabajo y a la química que ha creado en Málaga, ya es todo un alquimista. Y también es campeón de Copa.