Una obra profundamente emocional
BIRD
Reino Unido, 2024. 119 minutos. Dirección y guion: Andrea Arnold. Intérpretes: Barry Keoghan, James Nelson-Joyce, Franz Rogowski, Jasmine Jobson, Joanne Matthews. Música: Simon Astall. Fotografía: Robbie Ryan.

Nos encontramos ante el típico ejemplo de cine británico de realismo social, donde la protagonista está inmersa en un entorno profundamente desestructurado y caótico. Sin embargo, Andrea Arnold añade capas muy interesantes que la convierten en una obra diferente; ha creado un relato profundamente humano, donde la fantasía y la realidad se entrelazan de manera bastante interesante. Nos introduce en un submundo oscuro y duro y a su vez cautivador y entrañable –y no hablo precisamente del momento ‘Yellow’ de Coldplay–.
Cuenta la historia de Bailey, una niña de 12 años que vive en un entorno familiar muy anárquico, caótico y bastante terrible. Mientras lidia con la violencia y el abandono emocional que marcan su vida, Bailey encuentra una conexión inesperada con un joven enigmático llamado Bird.
La dirección de Arnold, acompañada de la a veces cámara nerviosa de Robbie Ryan, se enfoca en los pequeños detalles que son importantes para la niña, transmitiendo a la perfección la confusión emocional de su protagonista. Incluso en los momentos más crudos consigue crear belleza; algo que al principio me ha generado muchas dudas, pero dado que el relato está contado desde el punto de vista de la niña, luego he entendido más. A demás, para Bailey, la cámara de su teléfono se convierte en su mayor aliada: a veces documenta la agresión y la violencia, pero también captura momentos fugaces y hechizantes.
La relación entre Bailey y el misterioso Bird, interpretado por el grandísimo actor Franz Rogowski, añade una capa de misticismo y trascendencia que destaca en la historia. Su vínculo ofrece un escape a la dureza de la vida, con Bird representando tanto un refugio como un símbolo de esperanza y libertad para la joven. Arnold mezcla su característico realismo social con elementos de «fantasía» de forma muy efectiva, creando una fábula moderna sobre el crecimiento, el empoderamiento y la búsqueda de identidad. En líneas generales, este recurso con elementos fantásticos funciona bien, pero es cierto que dado el enfoque realista de la cinta hay momentos en los que nos saca de la narración.
Barry Keoghan –que, por cierto, en una secuencia de ‘Bird’ casi repite cierta escena de cierta película llamada ‘Saltburn’–, como el padre disfuncional, aporta una dosis de ternura y tragedia, mientras que Rogowski consigue personificar el aspecto onírico de la historia con una suavidad y ternura casi sobrenatural.
No es una película redonda ya que a veces se pierde en su propio recurso formal, pero es una obra profundamente emocional, donde la dureza de la vida cotidiana se entrelaza con la magia de la imaginación.

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