Las navarras del siglo XIX, comprometidas con la política y víctimas de la guerra y sus maridos
Comprometidas con la política y víctimas de las guerras de la centuria y de la violencia de sus maridos. Así aparecen las navarras del siglo XIX en los documentos que el historiador Ángel García-Sanz Marcotegui ha recopilado en su obra ‘Materiales para el estudio de la mujer en Navarra (1800-1850)’.

Las navarras del siglo XIX estaban más comprometidas con la política activa de lo que se creía y fueron víctimas de las diferentes guerras libradas en el herrialde durante esa centuria y de la violencia que algunas de ellas sufrían a manos de sus maridos. Así se recoge en ‘Materiales para el estudio de la mujer en Navarra (1800-1850)’, obra del historiador Ángel García-Sanz Marcotegui y que acaba de publicar la editorial Lamiñarra.
En ese libro se ofrecen transcritos más de 200 documentos recopilados de archivos, hemerotecas y bibliografías con los que el historiador busca reflejar «la realidad social de la mujer navarra en su cotidianidad en esa etapa» y cubrir el vacío de «la falta de trabajos específicos abordados desde la perspectiva de género sobre el siglo XIX». Una labor que tendrá continuidad, ya que anuncia «un futuro trabajo que abordará la segunda mitad de la centuria».
En lo que respecta a esas primeras cinco décadas del siglo, García-Sanz Marcotegui recuerda «las particulares circunstancias» por las que atravesó Nafarroa en ese periodo, en las que fue «escenario de todas las guerras: de la Convención, la Independencia, la realista y las carlistas».
En ese convulso periodo, las mujeres tuvieron protagonismo tanto en los citados conflictos como «incluso en el campo político». A fin de cuentas, como señala el experto, «fueron víctimas directas de sus consecuencias, ya que los combatientes eran sus padres, maridos, hijos, hermanos o novios, y tuvieron que hacer frente a la situación generada por la persecución política y las represalias de sus familiares»
El historiador recuerda que, «además de ser insultadas o vejadas por uno u otro de los bandos contendientes, se vieron obligadas a hacerse cargo de la administración de sus hogares, hacer frente a las continuas requisas de vituallas y dinero en metálico, etc».

Comprometidas con sus ideas
Sobre su implicación política, señala que «no pocas mujeres se comprometieron directamente en la política activa e hicieron gala de sus ideas realistas, carlistas o liberales». Al respecto, detalla que «algunas estuvieron implicadas en las conspiraciones del Sexenio Absolutista (1814-1820)», pero el experto también remarca que «en el Trienio Liberal hubo mujeres que hicieron llamamientos públicos de apoyo a los constitucionalistas».
En relación a las navarras afines a los liberales, añade que «colaboraron al mantenimiento de la pequeña unidad armada llamada los Cazadores Constitucionales» y destaca que «sorprende el gran número de detenidas, procesadas y, en buena proporción, encarceladas en Pamplona y otras localidades bajo la acusación de haber sido adictas al sistema constitucional durante el Trienio». Así, se recoge el listado de más de doscientas navarras encausadas por adhesión al sistema constitucional entre 1823 y 1826.
Además, ha localizado documentos que recogen «el maltrato infligido a las mujeres de los urbanos de Villafranca en 1834, las acusaciones y denuncias de filiación política», las ocho mujeres detenidas por los liberales en Mañeru en 1835 y el listado de mujeres liberales de Lizarra de 1836, que «revelan una implicación de las mujeres en la contienda poco conocida».
El historiador considera que también ponen de manifiesto «la necesidad de matizar la idea de la exclusión sistemática de las mujeres de los problemas generales de la ciudadanía y de la esfera pública».

Víctimas de la violencia machista
Junto a su papel en el ámbito de la política, en el libro también aparece recogida la violencia machista que sufrían las navarras en esa época. Varios casos tenían que ver con hombres que se embriagaban cotidianamente y que terminaron encarcelados por agredir a su esposa.
Algunos fueron más allá, como un iruindarra que maltrató a su esposa y llegó a amenazarla con un puñal en 1828 o el caso de otro vecino de Iruñea que en 1832 «empezó a morderle bocados del brazo y cometer otras acciones feas, que, a no ser por los caseros, hubiera cometido algún otro exceso mayor».
García-Sanz Marcotegui también recoge el caso de un vecino de Monteagudo que en 1835 «atropelló y persiguió escandalosamente a su mujer, corriéndola con una hoz de segar en la mano» y cuando se refugió en la casa del alcalde, «la allanó, subiéndose a ella por un balcón». Por su parte, una vecina de Arraiza pidió divorciarse de su marido en 1832 porque «muchas veces la ha amenazado con la muerte que quizá se la hubiera dado a no impedirlo algunas gentes».
«Atropellos» y contagio de enfermedades venéreas
La violencia machista no se ejercía solo sobre las esposas, ya que, por ejemplo, un vecino de Astrain fue procesado en 1829 por dar una bofetada a su madre y uno de Eltzaburu, por «atropellos» a una soltera del pueblo en 1828, de tal manera que la agarró y «a forcejones la tiró al suelo, propasándose a levantarle las sayas, sin duda de quererla conocer carnalmente, más la declarante se resistió en términos que pudo conseguir, dando al mismo tiempo voces muy grandes para que le socorrieran», mientras el agresor le decía que «la había de matar».
Además, el experto ha recogido el caso de un vecino de Otsagabia que terminó en la cárcel acusado de forzar a cinco mujeres y haberles contagiado enfermedades venéreas, entre 1833 y 1834. En la documentación se especifica que «son cinco las infectadas, cuatro de ellas solteras y una casada, la que también ha infectado a su marido; que han sido curadas por el cirujano de esta villa y de la de Izalzu».
Las navarras también tenían que soportar la «intromisión de los párrocos en la vida privada y su control, junto con los Ayuntamientos, de los comportamientos en reuniones, fiestas, etc., que incluso llega a las parteras, que tenían que dar cuenta de las solteras embarazadas».

Educadas para «hacer felices a los hombres»
En este retrato de la vida social de las mujeres navarras en ese periodo, no falta la cuestión de la educación de las niñas, que «siempre estuvieron relegadas respecto a los niños». Las escuelas públicas en las que se les formaba estaban «peor dotadas y en diversas localidades dependían de algunas señoras particulares que enseñaban en sus casas sin título y sobre todo para conseguir unos ingresos».
Las materias que se les impartía «eran distintas, ya que se les enseñaba a hacer bordados, zurcidos y otras labores ‘mujeriles’ para prepararlas a ‘hacer felices a los hombres’ y a ser ‘fieles esposas y buenas madres de familia’». Aunque también se incluían materias como «francés, dibujo, música y canto».
Sin embargo, al mismo tiempo, había algunos casos «aislados» con «una preocupación sincera para que su educación no desmereciese de la que recibían los niños». En este sentido, García-Sanz Marcotegui apunta «las consideraciones que se hacían al aprobar establecer escuelas de niñas, nombrar a las maestras o aumentar su sueldo, premiar a las alumnas o procurar que no se sintieran marginadas respecto a los niños publicando también las calificaciones de sus exámenes».
Al respecto, el historiador recuerda que la Escuela Normal de Maestras de Niñas de Iruñea de 1847, cuyas normas de funcionamiento se detallan en el libro, fue pionera en el Estado y apunta que «llama la atención que se enseñara la Constitución a las niñas en algunas localidades en el Trienio Liberal».
Estos son algunos aspectos que los documentos recopilados por García-Sanz Marcotegui ponen de relieve sobre la pluralidad de situaciones sociales en las que se desarrollaba la vida de las navarras en esa época y que ofrece en ‘Materiales para el estudio de la mujer en Navarra (1800-1850)’.

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