Ramón Contreras López
Miembro de la Iniciativa Popular Sanfermines78 Gogoan Herri Ekimena y de la Coordinadora de Pueblos por la Memoria Amapola del Camino

50 años de la huelga de Motor Ibérica

El pasado 14 de junio se cumplieron cincuenta años de la huelga general de Motor Ibérica en Navarra. Llama la atención el poco interés mediático que tal efeméride ha suscitado, salvando alguna honrosa excepción. Y, sin embargo, la huelga general de Motor Ibérica constituyó un importante acontecimiento que contribuyó en gran manera, junto con las movilizaciones contra el Consejo de Guerra de Burgos en diciembre de 1970, y contra el Proceso 1001.

A diferencia de las luchas contra el Consejo de Guerra de Burgos y contra el Proceso 1001 que fueron importantes movilizaciones contra la represión y por derechos democráticos y libertades, la huelga general de Motor Ibérica tuvo unos comienzos estrictamente laborales: después de dos años de reclamaciones, y con una sentencia favorable de Magistratura de Trabajo, consiguen que la empresa (una multinacional) acepte abonar la paga de beneficios, pero únicamente a los 14 trabajadores que habían presentado la demanda ante Magistratura.

La respuesta de la asamblea de fábrica fue inmediata, el día 9 de mayo de 1973 realizó un paro exigiendo que la paga se abonase a toda la plantilla (unas 200 personas). La patronal respondió con sanciones y en un gesto de prepotencia el 15 de mayo cerró la fábrica, despidió a 195 personas y expedientó a 17 cargos sindicales del único sindicato que podía existir legalmente: el sindicato vertical. Además, con la colaboración de la Guardia Civil, empezó a llevarse la maquinaria de la nave sita en Noain.

Los obreros se organizaron en asamblea y eligieron un comité de huelga, algunos se encerraron en la iglesia del Salvador en huelga de hambre, y otros formaron piquetes informativos que recorrieron las fabricas y barrios de Iruñea.

El día 14 de junio toda la ciudad se alzó en huelga general. Secundaron el paro la totalidad de las empresas, los comercios y los centros de estudio. Más tarde se sumó toda Navarra (esa solidaridad hoy día resulta impensable). Las personas en huelga superaron el número de 50.000. Las manifestaciones y enfrentamientos con la policía se sucedieron a todas horas. Cinco compañías de la Policía Armada, más la Guardia Civil, que se emplearon a fondo, y las numerosas detenciones y torturas practicadas por la secreta, en comisaria y en los cuarteles no pudieron con el empuje popular. Y esta movilización, la única huelga que se puede calificar como general en el franquismo, se extendió hasta el 26 de junio, consiguiendo la readmisión de los despedidos y la apertura de la empresa. Los 15 componentes del jurado de empresa fueron incorporados más tarde.

La importancia de la lucha de Motor Ibérica va más allá del triunfo de sus reivindicaciones que, por otra parte, no deja de ser importante en el contexto de una dictadura tan represora y anti obrera como la franquista.

Su valor se encuentra en la puesta en pie de formas nuevas de movilización: es una lucha solidaria, unificada, donde confluyen diversos sectores populares y en donde se ponen en pie formas de organización de clase que arrinconan y superan ampliamente los estrechos cauces del sindicato vertical, como es la asamblea informativa y decisoria (algunas de 6.000 personas), los comités de huelga para coordinar la lucha, los piquetes informativos, la toma de las calles, el cierre de comercios, la paralización del transporte público, la acción directa…

Fueron tiempos de barricadas en las calles, como instrumento que no se decide desde arriba, sino que es creación espontánea de la gente luchadora que, ante la emergencia y la actuación policial, recurren a una capacidad de autoorganización insospechada. Las barricadas volverán a estar presentes en las calles de Iruñea, años más tarde, en julio de 1978, ante la agresión policial en la plaza de toros en plenas fiestas. Para ir desapareciendo de la escena política, al igual que las luchas solidarias, unificadas y la autoorganización obrera y popular, todo ello debido a la orientación pactista y reformista de los partidos mayoritarios.

En 1973, con las características que adoptó la huelga general de Motor Ibérica, se vislumbraban la posibilidad de una ruptura radical con el franquismo, encabezada por la clase trabajadora que anunciaba una nueva sociedad organizada y vertebrada por principios igualitarios, solidarios, democráticos y de libertad. Fue un acto colectivo a través del cual se expresaba las ansias por liberarse de años de opresión. Demostró que acabar con la dictadura, la tiranía y explotación de las multinacionales y cambiar la sociedad del Estado español era factible, y no una fantasía sino una necesidad posible y concreta. Fue uno de esos momentos en que los desposeídos hacen su propia historia, y se convierten en sujetos y protagonistas del cambio social, amenazando con derrumbar el viejo orden político y social y reemplazarlo por otro nuevo.

Las movilizaciones como Motor Ibérica, Juicio de Burgos, Proceso 1001 y tantas y tantas más que se sucedieron a lo largo de los primeros años 70, fueron las que hicieron posible la agonía de la dictadura franquista y las conquistas en el terreno de las libertades. Pero también es cierto que ese halo radical y rupturista fue desviado, escamoteado y desvirtuado por lo que se conoce como «transición española», donde las elites y principales instituciones del franquismo consiguieron garantizar su permanencia, bajo el manto del pacto, la impunidad, la desmemoria y el silencio. Las multinacionales y la patronal continuaron con el poder que les confiere un sistema que nunca ha dejado de permanecer en los postulados capitalistas.

Hoy, en agosto de 2023, resulta inevitable preguntarse, si la dinámica que se puso en pie en la huelga general de Motor Ibérica en junio de 1973 hubiese tenido continuidad, se hubiese extendido en el tiempo y en el espacio, se hubiese profundizado y ampliado… no estaríamos en estos momentos conformándonos con impedir que la derecha y extrema derecha estén en las instituciones públicas, aceptando gobiernos que bajo una expresión tan liquida y polisémica como es «progresista», están encabezados por formaciones políticas que son las principales responsables de que la ruptura radical con el franquismo no se diese.

No podemos volver atrás, rescatar hechos como la huelga de Motor Ibérica o sanfermines de 1978, no tiene otro objetivo que cambiar el presente. Tenemos el deber de realizar las esperanzas de las personas que lucharon y fueron vencidas, dando nueva vida a sus deseos y expectativas. Las movilizaciones actuales deben poner en pie sus propios modelos, pero no se puede hacer tabla rasa de las luchas pasadas.

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