Fátima Andreo Vázquez

75 años

El 10 de diciembre de este año se cumplen 75 desde la firma de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (DUDH). Su elaboración fue consecuencia de los horrores de una guerra terrible que afectó a gran parte del mundo.

La DUDH era mejorable, sería actualizable. No se reconocieron los derechos específicos de las mujeres (por ejemplo a una sexualidad consentida), a pesar de que hubo mujeres en esa época que ya los reclamaban. Tuvo un sesgo pro-occidental en los principios definidos y hubo una ausencia de derechos colectivos. Tampoco abordaba, evidentemente, temas más contemporáneos como los derechos relacionados con Internet o con las investigaciones genéticas.

Sin embargo, tenía la fuerza de ser una declaración universal. Tras la cruenta Segunda Guerra Mundial y conocida la existencia de los campos de exterminio, las naciones de entonces, mayoritariamente europeas y americanas, pues aun no se había producido el proceso de descolonización de África y Asia, decidieron comprometerse con los derechos humanos. Posteriormente tuvo lugar un proceso de avances con el desarrollo del Estado del Bienestar. Situación fortalecida en Europa por el hecho de que había países comunistas vecinos cuya expansión se quería limitar.

Es obvio que nunca se cumplieron en su totalidad, que siempre hubo violaciones de los derechos contemplados en la Declaración, que desde su aprobación ha habido avances y retrocesos según los derechos y los países a los que no refiramos. Pero lo normal es que las violaciones trataran de ocultarse, que no se realizaran abiertamente, porque no quedaba bien. Incluso los responsables de regímenes totalitarios han tratado de esconder sus delitos, al menos cara al exterior. Echaban la culpa a sus oponentes cuando se descubría alguna masacre, se hacían los locos cuando un periodista desaparecía en una embajada o aparecía muerto en alguna de las diversas circunstancias en que mueren los periodistas por el mundo. Al menos hasta ahora, con la Declaración en la mano, se han podido pedir investigaciones, reclamar reparaciones, exigir su cumplimiento. Ha dado conciencia a personas y colectivos de sus derechos. Ha sido fuente de legislación internacional.

Recientemente ha muerto Henry Kissinger, inspirador y apoyo de masacres propias y ajenas, incluida la de Chile, de la que se acaban de cumplir 50 años, en pro de la «realpolitik», cuyo objetivo era la defensa de los objetivos económicos de los Estados Unidos por encima de cualquier otra consideración. En la película Missing, basada en hechos reales, el hijo del protagonista es asesinado para que no se descubra la implicación de su país en el golpe de Estado de Pinochet. Hoy día quizás, paradójicamente, podría haber salvado su vida, dado que muchos dirigentes se han quitado la careta y ya no se esconden.

En la guerra de Estados Unidos contra Irak hubo un precedente preocupante: el país americano defendió su derecho a torturar a sospechosos de ser terroristas. Y desde entonces cada vez más voces, de extrema derecha normalmente, defienden abiertamente las violaciones de estos y otros derechos. Podría parecer que ese abandono de la hipocresía pudiera ser positiva; sin embargo  supone la ruptura de un consenso mundial durante años y, lo que es más grave, el apoyo de parte de la ciudadanía a dichas posturas. Además hacen inútil la presión para que se cumplan  unos derechos sobre gobiernos que ahora ya no los reconocen.  

Esta celebración del 75 aniversario coincide con un momento en el que el gobierno de Israel, no admite que se le reprochen, no ya los goteos de muertes y encarcelamientos sin juicios, también de niños, a los que nos ha tenido acostumbradas durante años, sino la millares de víctimas civiles que están ocasionando con la invasión y el bombardeo de la población palestina. Abiertamente, sin sonrojo y cuestionando a quienes les cuestionan. Con toda la cara. Y diversos partidos políticos y gobiernos a los largo del mundo se ponen de su lado.

Lo peor, por tanto, es que cada vez más dirigentes defienden posturas que suponen una clara violación de derechos recogidos en la DUDH: del derecho al refugio, al asilo y a la libre circulación, del derecho a una vivienda digna, del derecho a la libertad de expresión y opinión. Del derecho a la vida.
 
75 años después parece que parte del mundo ha olvidado las enseñanzas de aquella guerra, si es que las guerras pueden enseñar algo, y parecemos condenados a repetir la historia si no se pone coto a esta ideología sin empatía que solo busca el poder a toda costa y contra todo, y que no celebra esta declaración como algo propio. En nuestra mano está pararla. De momento celebremos que aún sigue ahí, 75 años después.

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